No es libertad, es selección: la gran estafa educativa del PP en Madrid
Ayuso anuncia que Madrid contará con cinco nuevos centros concertados en los próximos años, otro paso más en una estrategia que ya no disimulan

Hace unos días, conocíamos una nueva decisión del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso: Madrid contará con cinco nuevos centros concertados en los próximos años, construidos sobre suelo público. Otro paso más en una estrategia que ya no disimulan. Y, como siempre, envuelta en el eslogan de “libertad de elección educativa”. Pero hay que decirlo sin rodeos: lo que el PP vende como libertad es, en realidad, una maquinaria de selección social, ideológica y económica. No es libertad. Es exclusión. Es negocio.
Nos lo repiten como si fuera una verdad sagrada: “Defendemos la libertad de elección educativa”. Pero tras ese eslogan, lo que se esconde es un modelo excluyente, ideológico y profundamente injusto. Lo que el Partido Popular está construyendo en Madrid no es una educación libre ni plural. Es un sistema de libertad para unos pocos, en el que las familias que pueden pagar o que encajan en ciertos moldes sociales tienen acceso preferente, mientras las demás son empujadas a una escuela pública cada vez más debilitada, con menos recursos: hasta las aportaciones del Gobierno central (programas de cooperación territorial) no se supera la crisis para los centros públicos. Lo llaman libertad, pero es selección. Y eso no es una anécdota: es una estafa política, social y moral.

¿Libertad de elección o libertad de exclusión? La trampa está en las palabras. Porque ¿quién va a estar en contra de la libertad? Nadie. Pero en este caso, se trata de una libertad tramposa, diseñada para excluir. No estamos ante una ampliación de derechos, sino ante un instrumento para filtrar al alumnado por clase social, creencias, origen o situación familiar.
¿Elegir o excluir? Esa es la pregunta que no quieren que nos hagamos. Porque mientras se llenan la boca de “libertad de elección”, lo que hacen es fortalecer un modelo que permite a los centros privados concertados y no concertados, pero financiados con recursos públicos: conciertos, cheques-copago, exenciones fiscales…, seleccionar —de forma más o menos encubierta— a su alumnado. Y al mismo tiempo, vacían de recursos a la escuela pública, dejándola como opción obligada para quienes no pueden elegir. Una estrategia política, no educativa
No es casualidad. Un exconsejero del PP lo dijo sin tapujos: “Donde hay más concertada, tenemos más votos”. Es decir, esto no es una política educativa, es una estrategia electoral. Regalan suelo público, blindan conciertos a centros que segregan por sexo o ideología, asignan el cobro de los cheques-copago a los titulares de los centros y presentan todo como una cruzada por la libertad.
Pero el resultado es otro: una comunidad fracturada, una sociedad partida entre quienes pueden y quienes no pueden. La educación, que debería ser el ascensor social, se convierte en un muro que reproduce desigualdades. El privilegio se camufla como derecho, y la exclusión se normaliza como opción pedagógica.
La escuela pública, en la diana
Mientras se favorece a los concertados —la mayoría con idearios confesionales y conservadores—y a muchos privados no concertados, la escuela pública está en la diana del PP. Se la acusa de adoctrinar por hablar de igualdad, diversidad o derechos. Se desacredita al profesorado. Se introduce la sospecha sobre cualquier contenido que no encaje en su modelo de familia tradicional.
Y, sin embargo, en muchos centros concertados se sigue enseñando religión como dogma, se invisibiliza la diversidad afectivo-sexual, se excluyen modelos familiares que no encajan en el canon conservador. ¿Eso no es adoctrinamiento? El problema no es que se enseñen valores. El problema es que los valores de la escuela pública, que son los que fija la Constitución (art. 27.2: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”), no son los suyos.
Una educación que rompe Madrid
La educación debería unir. Debería construir ciudadanía compartida. Pero en Madrid se ha convertido en una trinchera. En un terreno de disputa ideológica donde el PP ha hecho de la escuela una herramienta de segregación, la región con la educación más segregadora de España y de las más de la UE, según PISA.
La educación como trinchera: por qué Madrid se rompe desde las aulas. Esa es la realidad que viven miles de familias: un sistema que, en lugar de integrar, separa. Que en lugar de garantizar igualdad y ser inclusiva, multiplica las barreras. Y que, a medio plazo, alimenta una sociedad más polarizada, más desigual y más enfrentada.
Porque esto no va solo de colegios. Esto va del modelo de sociedad que queremos construir. ¿Qué modelo de futuro nos están imponiendo? Si seguimos por este camino, en 20 años Madrid será una región partida entre burbujas educativas. Centros para élites —privados o concertados— donde se enseña una visión ideológica del mundo, y centros públicos saturados, sin recursos, con profesorado sobrecargado y alumnado segregado. Educación o negocio: el dilema que marcará el futuro de Madrid. Y el PP lo tiene claro: ha elegido el negocio. Un negocio ideológico, económico y electoral. Y lo presenta como libertad.
La alternativa existe: educación para la libertad democrática. Frente a este modelo excluyente, nosotros sí hablamos de libertad. Pero de una libertad real. De una educación para la libertad democrática. Una escuela pública fuerte, universal, laica, inclusiva, donde todos y todas tengan las mismas oportunidades. Donde no haya filtros ni cuotas encubiertas. Donde no se impongan creencias, sino que se enseñe a pensar. Una educación que forme personas libres, críticas, capaces de convivir, de respetar, de transformar. Que no excluya por clase social, por lengua, por cultura o por identidad. Y que respete los valores constitucionales.

Porque educar no es seleccionar. Educar es incluir. Educar no es imponer. Educar es liberar. Educar no es callar. Educar es dar voz. Y eso solo lo garantiza la escuela pública. No es tarde. Pero es urgente. No podemos seguir aceptando que se nos robe la palabra “libertad” para justificar privilegios. No podemos seguir financiando con dinero de todos un sistema que excluye a la mayoría. No podemos seguir resignándonos a una educación dual que fractura nuestra sociedad desde la base.
La educación pública no es un servicio más. Es el corazón de la democracia. Y Madrid merece algo mejor.
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