El empresario de las 230 tiendas en Madrid y uno de los mayores inversores colombianos en España: hamburguesas, café y farmacias
Omar González ha creado un imperio valorado en 1.100 millones de euros y ahora está expandiéndose por la capital


Madrid cierra por vacaciones en agosto. Esto no es un secreto para nadie que haya pisado la ciudad en esa época del año. Precisamente aprovechando esta circunstancia, el 31 de agosto de 2023, hace ahora casi dos años, con media ciudad volviendo del descanso estival, Omar González, empresario colombiano de 69 años, cerró uno de los mayores negocios de su vida: la compra de las parafarmacias Clarel al Grupo Dia por 42 millones de euros. “Les dije que había que firmar el 31. Y aceptaron”, cuenta desde la azotea del Club Financiero de Génova mientras admira la plaza de Colón y apura una copita de Jerez.
Con ese apretón de manos, González no solo sumó una red de más de 1.000 tiendas a su portafolio, sino que también marcó un hito al convertirse, según asegura, “en el responsable de la mayor inversión colombiana en la historia de España”. Lo hizo con un estilo que combina el instinto de los pioneros con el pragmatismo de quien ya sabe lo que es asumir el máximo riesgo: “Cuando ya lo tienes todo, decides si quieres vivir tranquilo o volver a jugarte la vida. Y yo elegí lo segundo”.
Antes de desembarcar en Madrid, González ya había vivido varias vidas. Fue presidente de Almacenar, un filial logística de Bancolombia, y protagonizó en 2005, a los 48 años, el primer management buyout del sector financiero en Colombia, un proceso mediante el cual el equipo directivo de una empresa compra esa misma compañía.
En su caso, adquirió junto a su equipo la empresa que dirigía, poniendo sobre la mesa todos sus ahorros, sus fondos de pensiones y hasta su casa. “Las piernas me temblaban como corbatas”, recuerda. El riesgo valió la pena: tres años después, vendió con ganancias y fundó Grupo Trinity, el conglomerado que hoy lidera y que tiene 14.500 empleados en cuatro países.
En su haber conviven sectores tan dispares como el carbón metalúrgico, el acero o la administración del centro de convenciones de Cartagena. Pero fue en Madrid donde encontró un nuevo terreno fértil: el del bienestar, el café y la restauración.
Del acero al ácido hialurónico
Su aterrizaje comenzó a fraguarse en 2018, casi por casualidad. Vino a estudiar el mercado y se encontró con un dato revelador: más de 1.000 empresas españolas operaban en Colombia, pero solo una quincena de firmas colombianas estaban en España. “Eso tenía que cambiar”, pensó. Y se puso manos a la obra.
Tras Clarel, llegaron otras dos apuestas con acento colombiano: Home Burgers —la cadena nacida en Bogotá— y la joya de la corona: Juan Valdez. Con la primera abrió nueve locales en tiempo récord. Con la segunda, multiplicó su presencia por 28: de cinco a 140 tiendas en cinco años, 30 propias y el resto franquiciadas. La número 140 abrirá en julio en el aeropuerto de Mallorca. “Cada bolsa de café genera regalías para 560.000 familias cafeteras”, recalca, como si la cifra pesara más que cualquier rentabilidad.
En Madrid, Clarel cuenta ya con unos 230 puntos de venta y emplea a 186 personas, más otras 30 vinculadas a las franquicias. Si se suman los trabajadores de Juan Valdez, Home Burger y las demás empresas del grupo, González calcula que genera unos 270 empleos solo en la Comunidad de Madrid y 14.500 en total. “Quería venir a crear valor, no solo a invertir. Aquí hay talento, calidad de vida y una historia compartida que vale la pena seguir escribiendo”, resume sobre sus aspiraciones.
Su conexión con España viene de lejos. Tiene raíces asturianas y hoy es patrono del Museo de la Emigración en Colombres en Asturias y de la Fundación Princesa de Asturias. “Me ofrecieron invertir en viñedos, restaurantes… Pero yo quería otra cosa. Cuando vi el proyecto de Clarel en una presentación de Arcano, supe que ahí estaba lo mío. En la tercera diapositiva ya estaba enamorado”.
A diferencia de muchos compatriotas que eligen EE UU, él apostó por la otra orilla. “Miami es sexy, sí: el dólar, Florida, los rascacielos… Pero decidí buscar mis raíces. Y me encontré con España”. Desde entonces, pasa aquí al menos cinco meses al año. “Hasta aprendí a jugar al pádel. Me encanta el clima, la gente, la comida. Aquí vale la pena trabajar”, sostiene.
González tiene claro que su carrera fue cualquier cosa menos planificada. “Pasé de empleado a empresario”, comenta, tratando de dar su parte del mérito a la suerte, compañera inseparable de todo éxito empresarial, al menos del suyo. Sin embargo, es posible que en su caso la palabra accidente se quede algo corta.
La suya fue una apuesta a todo o nada: “Para lograr un porcentaje importante, pedí permiso a mi esposa y vendí el apartamento donde vivíamos, vendí las fincas que teníamos, liquidé el 100% de mis ahorros. Junté todos los recursos de mi vida y los metí en eso. Creía en Dios, en mí, en mi familia, en mi gente, en el grupo que lideraba. Si hubiera salido mal, habría quedado en la ruina. Siempre se ha dicho que emprender es para jóvenes sin cargas. Pero, oye, arriesgar con hijos, hipotecas, reputación… ¡Tiene más mérito!”.
Hoy, su hijo Ignacio González, de 32 años, vive en Madrid y supervisa las operaciones en España. “Antes nadie me ofrecía proyectos. Tenía que salir a buscarlos. Ahora me llaman”, cuenta González hijo. Entre los dos, lideran el área de inversión del grupo, que recibe propuestas todos los días.
Su primera visita a una tienda Clarel tras la compra ocurrió en septiembre de 2023 y fue en la calle Duque de Alba. Allí lo recibió Wendy, una franquiciada, con un abrazo inesperado. “Me dijo que su jefe quería conocerme. Y no me dejó salir hasta que saludara”, recuerda con una sonrisa. “Nos pidió que eligiéramos tres productos para vivir la experiencia como cualquier cliente”. González, que ya no juega al golf y que no se jubiló a los 50, como en un principio había planeado, resume su filosofía con una frase que repite de cuando en cuando: “Invertir no es solo poner dinero. Es poner la vida”.
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