
¿Adónde vas, Madrid?
Madrid vive un momento de éxito y expansión. Después de años de tratar de hacerse un hueco en el esquema de ciudades globales, por fin parece haber dado con un modelo y con la marca a través de la que venderlo. ¿Es todo esto real o solo una fachada? ¿Es este el Madrid de todos o solo el de unos pocos?

En 1892, coincidiendo con el 400º aniversario de la llegada de Colón a América, Madrid quiso ser París. Para ello proyectó la construcción de una enorme torre conmemorativa en pleno parque del Retiro. Ideada por el arquitecto e ingeniero Alberto de Palacio, el monumento tenía la forma de un enorme globo terráqueo de 200 metros de diámetro y 300 de altura que prometía competir en majestuosidad y valor icónico con la Torre Eiffel, inaugurada solo tres años antes. El proyecto se abandonó por su alto coste, unos 31 millones de pesetas de la época.
A principios de 2020, Madrid quiso ser Londres. La entonces vicealcaldesa, Begoña Villacís, anunció un proyecto para construir en el parque Tierno Galván una noria que prometía, con sus 140 metros de altura, desbancar al London Eye de la capital británica como la estructura de estas características más alta de Europa. Pocas semanas después, estallaba la pandemia y el proyecto era abandonado para jamás volver a saberse de él. Entre un momento y el otro, Madrid quiso ser Las Vegas o Macao, con el fallido proyecto de Eurovegas en Alcorcón, que incluía un enorme edificio en forma de M. Incluso aspiró a ser la República Dominicana con la construcción de la playa artificial más grande de Europa, un desvarío que fue cambiando de plan y de ubicación hasta barajarse su construcción en la provincia de Guadalajara, eso sí, sin extirpar de su nomenclatura el nombre de Madrid, que no estaba dispuesta a renunciar a tamaña oportunidad de tener playa propia.
También se intentó cuatro veces albergar unos Juegos Olímpicos en un no muy bien disimulado deseo de ser Barcelona. La primera, en 1972 en plena dictadura; la última en 2020, perdida ante Tokio en lo que primero, con el famoso relaxing cup of café con leche de la entonces alcaldesa, Ana Botella, durante la presentación de la candidatura en 2013, pareció un sonrojo y, al final, con la pandemia, casi terminó siendo una bendición. Madrid era, pues, aquella ciudad que trataba de llamar la atención con escaso éxito en el esquema global de metrópolis siguiendo el manual de grandes eventos y construcciones epatantes, hasta que una noche de finales de marzo de 2021, el fotógrafo Olmo Calvo se acercó al barrio de las Letras para documentar para EL PAÍS el jolgorio que allí tenía lugar saltándose todas las restricciones aún imperantes. De entre todas las imágenes que sacó de aquella catártica velada llamó la atención una en la que sobre un barullo de jóvenes eufóricos se elevaba una chica. La imagen recordaba al cuadro de Eugène Delacroix La libertad guiando al pueblo, pero en vez de la protagonista sostener una bandera francesa, llevaba una bolsa de El Corte Inglés. La foto dio la vuelta al mundo, un mundo que languidecía encerrado entre cuatro paredes, mientras en Madrid la libertad guiaba a sus vecinos hasta la terraza más cercana.
Hoy, cuatro años después de aquello, la capital española acaba de batir su récord de turistas (11,1 millones en 2024). El PIB nominal —valor de sus bienes y servicios— de la Comunidad de Madrid alcanza los 283.000 millones de euros, por delante de Berlín, Roma, Lyon o Dublín. Según Eurostat, esta comunidad es la cuarta región en términos económicos de la UE, y su área metropolitana, la segunda que más crece, detrás de París. La ciudad ha alcanzado los 3.422.416 habitantes (un 23,5% de ellos, extranjeros), mientras que la Comunidad de Madrid ya ha superado los 7 millones (se espera que en 2039 alcance la cifra de 8 millones). A la vez, según UGT Madrid, más de 1,3 millones de madrileños se encuentran en riesgo de pobreza. Uno de cada cinco no gana más de 500 euros al mes y el Gini, el índice que mide la desigualdad, llega al 35%, solo por debajo de Ceuta y Melilla en el territorio español.

“Tras la pandemia la estrategia de las cañas se ha simplificado demasiado, hay mucho más y viene de mucho más lejos el bum de Madrid”, apunta Jorge Dioni, autor de libros como La España de las piscinas o Pornocracia. “Dentro del mapa del mundo, la UE es pequeña y rara. Tiene gobiernos estables, moneda estable, seguridad ciudadana… Es un sitio extraordinario. Y dentro de esa Europa, el sur encima tiene el clima y la gastronomía. Aquí la gente es maja, abierta al sexo. Madrid es una ciudad de servicios, y se abren las cosas o se cae. Aquí no hubo burguesía, ni industria, es la única capital de Europa sin zona portuaria, incluso Viena o Budapest lo tienen o han tenido. Madrid es un poco: ‘Dime qué tienes que yo te lo gestiono’. Abrir todo antes en pandemia tenía que ver con eso y con situarse en el mapa. Por ejemplo, el Teatro Real fue el primero en abrir en Europa. La gente venía de fiesta, éramos el Decamerón. ¿Cómo no se van a venir?”.
Eso mismo pensó el periodista del Financial Times Simon Kuper, quien, una vez fue posible, se trasladó junto con su familia a la capital de España. Kuper conocía Barcelona, pues había trabajado allí, sobre todo escribiendo sobre el FC Barcelona, pero apenas sabía nada de Madrid. “Hablé con mis amigos y ellos tampoco conocían mucho esta ciudad. En la escena internacional había crecido a la sombra de Barcelona. Encontramos una urbe moderna, maravillosa, en parte porque era salvaje y desconocida. En la mente de los europeos del norte, era una ciudad lejana. Pero eso ha cambiado. Madrid es el Londres de España y está derrotando a Barcelona”, asevera el periodista. Barcelona es hoy aquel tipo que pena su resaca tras pasar una semana en Ibiza y jura no volver a salir nunca más. Madrid, en cambio, está en la cola de embarque para volar a la isla y pasar el fin de semana de su vida tras pedir un crédito rápido.
Al finalizar su estancia en la capital, Kuper escribió una pieza en el FT loando las bondades madrileñas. El artículo se hizo viral y fue también mencionado por las principales cabeceras españolas. “Me sorprendió esa repercusión. De aquella pieza y también de otras ciento y pico palabras que escribí sobre la plaza de Olavide. Creo que hay un enorme complejo de inferioridad con respecto al mundo anglosajón, una necesidad de validación que me parece exagerada”.
La autoestima de una ciudad proviene de la aprobación exterior y mucho del presupuesto de Madrid va a esoJorge Dioni
Más allá de esto que menciona Kuper, lo que demostró la repercusión de su artículo es que Madrid tal vez aún no había terminado de definir su modelo, pero sin duda estaba afinando a enorme velocidad su marca. “La autoestima de una ciudad proviene de la aprobación exterior y mucho del presupuesto de Madrid va a eso. Por ejemplo, en deportes, el 20% se dedica a deporte base, el resto va a eventos”, apunta Dioni. Para José Manuel Paredes, experto en marketing y gestión de crisis que ha trabajado para consultoras como Price Waterhouse, la marca que se está construyendo en Madrid tiene unos matices que la hacen especial, en parte gracias a haber llegado tarde a esta suerte de Mortal Kombat global en el que se han enfrascado las grandes metrópolis y que le ha permitido aparecer en el juego manteniendo cierta autenticidad y misterio. “Se ha acusado desde siempre a los políticos de no tener idea de Madrid, ahora sí tienen una idea clara. Buscan una ciudad atractiva para la inversión y que atraiga talento. Después, una ciudad dinámica y abierta al ocio. Todo esto se configura al final de la pandemia. Antes, el paradigma para hacer marca de ciudad eran los Juegos Olímpicos, que han sido la obsesión de Madrid hasta hace poco. Eso atrae al político, es rápido y muy vistoso y, bien controlado, electoralmente es rentable. Ahora llega la F1, que tiene sentido desde la perspectiva del Ayuntamiento. Atrae grandes eventos que hacen marca y son coherentes con la imagen que quieren transmitir. Desde esa perspectiva se está haciendo muy bien, porque no se está buscando solo visitantes y turistas, sino que se quiere que la gente con dinero se venga a vivir aquí, algo que se ha trabajado mucho desde el tema de la fiscalidad. El problema es cuando todo esto choca con los intereses del vecino, cuando tanto evento te amarga la vida, o cuando no puedes permitirte el alquiler. La marca debe respetar a la ciudadanía y ser coherente con ella”. Paredes es también portavoz de la Asociación Vecinal de Perjudicados por el Bernabéu.
“Llénate de energía”. Cada ciudad necesita su marca y cada marca, sus campañas. Para Marisol Ruiz y Patxi Fernández, de Move Branding, agencia sita en San Sebastián especialista en construcción de marca -han trabajado para Inditex, Kutxabank o Loreak Mendian-, este sería un buen lema para Madrid. “Oímos mucho aquello de ‘llénate de naturaleza’ y similares para vender un sitio que te proporciona desconexión. Madrid es lo contrario: un lugar en el que te conectas, en el que pasan cosas todo el rato. Lo vemos como un sitio con energía”. Según ellos, la clave para que este tipo de campañas funcionen no es solo que seduzcan al de fuera, sino que refuercen el orgullo de pertenencia al de dentro. “Es vital el equilibrio entre lo que vamos a querer proyectar y lo que verdaderamente somos. Si se rompe ese equilibrio, la marca se debilita”, rematan.
Esta capital busca su identidad y la ha encontrado en el éxitoVicent Molins
Así pues, Madrid es una fiesta con un crecimiento del PIB 0,2% por encima de la media nacional en 2024, que lleva ya 13 años siendo la que más inversión extranjera en España recibe (más del 67% en el pasado ejercicio) y que, además, es la tercera capital europea con más horas de sol (casi 3.000 al año, por detrás de Atenas y Roma) y la que tiene la segunda mayor temperatura media (18 grados), solo superada por la capital italiana. Pero ¿está todo el mundo invitado a esta fiesta? Obviamente, no. Esto es una ciudad europea del siglo XXI, no Narnia. Pero lo cierto es que sí se ha logrado que muchos de los que no están oficialmente invitados lo vivan con orgullo y satisfacción. “Crees que algún día te van a dejar entrar y no, no te van a dejar entrar nunca”, apunta Dioni. “El problema es que no se puede uno oponer a esto desde la negatividad, pues, en un contexto como el actual, nadie quiere en Madrid ser el tipo que quita la música en la fiesta”. Para Vicent Molins, autor del libro Ciudad clickbait, la capital debe responder si quiere una marca o una ciudad para ciudadanos. “Creo que lo tiene claro. Como marca le auguro un gran futuro. Como ciudad no lo tengo tan claro. Tanto marketing requiere que los ciudadanos se aparten un poco para triunfar. Esta capital busca su identidad y la ha encontrado en el éxito”.
Madrid es una ciudad que lo hace, con todo lo que eso conlleva. Pero, tal vez, como apunta Luis Arroyo, experto en comunicación política y actual director del Ateneo, “es una ciudad que se piensa poco”. Y prosigue: “Hay poco espacio para el debate y para el análisis. Tal vez ha sido algo endémico porque muchos han sentido siempre que estaban aquí de paso, pero lo cierto es que resulta complicado armar un modelo de ciudad sin pensarse, y pensarse creo que sigue siendo una asignatura pendiente en esta ciudad. ¿Qué queremos ser ahora? ¿Miami?”. Un poco sí. La idea de que Madrid sea el Miami europeo sobrevuela las calles del barrio de Salamanca, que de forma más o menos velada apuntalan la propuesta de una segunda capital latinoamericana fuera de los confines geográficos de Latinoamérica.
Este año, la población latina alcanzó el millón en la comunidad, fruto de la oleada migratoria que arrancó hace más de un cuarto de siglo y que, no sin sus problemas, ha sido ejemplo de integración, pero también de la llegada de un considerable contingente de millonarios procedentes de ultramar. “No creo que esto termine siendo Miami, y tampoco creo que la influencia de estas personas en la vida política de la ciudad sea comparable a la que los oligarcas rusos han tenido y tienen en Londres”, apunta Kuper. Dioni disiente. “Buscan un pie en Europa por si se pone feo en su país, y desde este pie influyen en su territorio. Y en este, pues igual también. ¿Recuerdas las manifestaciones en Ferraz? Bien, pues esa forma de presión no es de aquí, no es europea”, arguye Dioni.
En Madrid hay poco espacio para el debate y para el análisis. Tal vez ha sido algo endémico porque muchos han sentido siempre que estaban aquí de pasoLuis Arroyo
Manuel Melis era ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. En 2003 dirigió la remodelación de la M-30. Esta obra de soterramiento, con 66 kilómetros de túneles y una red de colectores alrededor del río Manzanares, finalizó cuatro años más tarde. También dirigió la ampliación del metro de la capital. “Él fue el auténtico artífice de la que ha sido la mayor transformación urbana que ha tenido la ciudad de Madrid”, reconocía el exalcalde Alberto Ruiz-Gallardón el pasado 20 de enero en un homenaje que se le hizo al ingeniero meses después de su muerte. “Prometimos 50 nuevos kilómetros de metro en ocho años, y al final alcanzamos los 80. Melis fue clave con su manera innovadora de hacer túneles”, ahonda hoy Manuel Cobo, quien tras ser consejero de Presidencia y Hacienda en el Gobierno de la comunidad presidido por Ruiz-Gallardón, pasó a ser vicealcalde también de Gallardón entre 2003 y 2011. Aquel Consistorio se recuerda por sus obras faraónicas, que llevaron a multiplicar su deuda por siete, y por su afán olímpico, de cuyas candidaturas fue responsable el propio Cobo.
Las bases del Madrid ambicioso y global de hoy, de la ciudad que hace, hace y hace, se sentaron entonces, pero también, como apunta el político, se erigió una urbe moderna, dotada de infraestructuras que, sostiene, buscaban mejorar la vida de los madrileños, financiados tanto por el Ayuntamiento como por la comunidad o el Estado, entonces todos en manos del PP. La ampliación del aeropuerto de Barajas —hoy el segundo en capacidad y el quinto en operaciones de Europa—, el Samur social, las primeras políticas de reciclaje, la zona de aparcamiento para residentes, la peatonalización de arterias del centro como Arenal o Callao, un estadio —la Caja Mágica— para el tenis con el techo retráctil antes de que Roland Garros o Wimbledon lo tuvieran… También se acometieron hasta 29 estanques de lluvia, infraestructuras subterráneas de las que hoy se jacta Cobo como clave para que, en meses de lluvias poderosas, la ciudad no se inunde. “Se trabajó no desde el sentimiento identitario, sino desde la voluntad de hacer cosas”.
El actual alcalde, José Luis Martínez-Almeida, del PP, como no podía ser de otro modo, no solo coincide con Cobo, sino que sube la apuesta: “Vivimos el mejor momento de nuestra historia. Nos hemos convertido en el segundo destino turístico urbano del mundo, el primero en turismo de congresos. No nos conformamos y queremos seguir trabajando para que sigamos creciendo como ciudad, sin dejar a nadie atrás, manteniendo la esencia de nuestros barrios al tiempo que modernizamos el espacio público. El principal reto de Madrid y de las grandes capitales del mundo es el de la vivienda. Estamos volcados en dar soluciones a este problema”. Enma López, secretaria federal de Economía y Transformación digital y concejala en Madrid por el PSOE, difiere de la visión triunfalista del alcalde. “Almeida lleva ya seis años al frente de esta ciudad. ¿En qué ha mejorado? En nada. La ciudad cada día es más difícil, más cara. Los datos de crecimiento del precio de la vivienda son imposibles, no se puede alquilar, no se puede comprar: no se puede vivir en Madrid. Sigue habiendo una brecha enorme de desigualdad. ¿Cómo puede ser que la esperanza de vida dependa del código postal en el que vives?”, declara.
Vivimos el mejor momento de nuestra historia. Nos hemos convertido en el segundo destino turístico urbano del mundo, el primero en turismo de congresos. No nos conformamosJosé Luis Martínez-Almeida
“Nosotros hicimos una apuesta por la creatividad y por la participación de los ciudadanos en los barrios”, comenta Manuela Carmena sobre los principios fundacionales de su Madrid, del que fue alcaldesa entre 2015 y 2019, un periodo durante el cual se puso en marcha Madrid Central, se tuvo un director creativo para la ciudad, Nacho Padilla, o se comenzaron las obras de la plaza de España. También se abrió un periodo de distensión sin precedentes con Barcelona, coincidiendo con el mandato en la capital catalana de Ada Colau. Sin romper del todo con lo propuesto anteriormente, la ciudad de Carmena apostaba por cierto humanismo y, sobre todo, tenía en cuenta un elemento, el cambio climático, que incluso Kuper en su poco tiempo en Madrid denotó que no se afrontaba con seriedad. “Ahora es un sitio fabuloso para vivir, pero los veranos ya son duros y va a empeorar”, apunta el periodista sobre un territorio que se prevé que en 2050 tenga la misma temperatura que tiene hoy Marraquech.
Javier García-Germán y Alejandro Valdivieso son los dos arquitectos que lideran la revista editada por el COAM (Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid), El futuro Madrid, que ya ha publicado números dedicados al territorio, la inclusión o el clima. “Los retos de Madrid son mayúsculos y tienen que ver con su forma de crecer y de integrar los nuevos desarrollos. Y mucho también del clima. Ya se están estudiando las construcciones del norte de África”, apuntan los arquitectos, a quienes preocupa también la posibilidad de que el centro de Madrid quede vacío de vecinos, convertido en una suerte de barrio pop up en el que solo queden opciones de ocio para el visitante. “El centro de la ciudad tiene un valor social y político, amalgama a los vecinos, es alma política. Vaciarlo es vaciar de contenido emocional la ciudad”.
“Tenemos la impresión de que Madrid se mide con Miami, con Buenos Aires, con São Paulo. Que ya no le interesamos. Que España, para Madrid, es ahora tan solo el lugar donde ir a buscar pequeñas y medianas empresas en venta para mejorar posiciones, sector por sector, antes de dar el salto al otro lado del charco”. Esto escribió Pasqual Maragall el 26 de febrero de 2001 en una columna en EL PAÍS titulada Madrid se va. El análisis de Maragall era certero en ciertos aspectos, pero erró en uno clave: para el resto de España, Madrid no se va, se viene. “Es como un adolescente que lo quiere todo, no le dice no a nada”, apunta Dioni. “Ahora mismo a una ciudad como Donostia le recomendaría que dejara de desear la llegada del AVE, porque igual te facilita viajar hasta la Gran Vía para ver El Rey León, pero los problemas que conlleva conectarte con la capital son mucho más profundos. Por eso Lisboa se niega a acercarse a este Madrid, que en un momento, tras el Brexit, pensó incluso que podía arrebatarle los bancos a la City londinense. Pero ¿cómo le vas a quitar eso a los tipos que inventaron la piratería?”.
Los retos de Madrid son mayúsculos y tienen que ver con su forma de crecer y de integrar los nuevos desarrollos. Y mucho también del climaJavier García-Germán y Alejandro Valdivieso
Madrid tiene hambre y es omnívora, aunque aún deba planchar sus cruasanes para que sepan a algo. Come grandes eventos deportivos y también estudiantes extranjeros (hasta 20.000 de los 150.000 que se calcula que hay en España). Esto provoca desajustes con el resto del territorio, trazos de madrileñofobia afloran ante los afanes expansionistas de la ya ciudad-región que, de facto, se extiende por parte de las dos Castillas. Fernando Caballero, autor del libro Madrid DF, cree que no tiene ningún sentido resistirse a las acometidas de la capital, que la suya es una propuesta en sintonía con un mundo en el que el 56% de sus habitantes vive en grandes ciudades y la cifra se prevé que alcance el 70% en 2050. “Lo que hay que hacer es crear estamentos que coordinen esto. Se van a necesitar consorcios que gestionen la expansión de la ciudad”. Caballero apuesta por una urbe policéntrica que extienda sus tentáculos más allá de los confines de la comunidad. “Convertir el mundo rural en metropolitano, tejer una malla en la que las ciudades se superpongan. Esta es la forma de que la ciudad no se desacople y crezca de espaldas al territorio”, apunta. Su propuesta se basa en abrazar una realidad ineludible desde el pragmatismo, dejando atrás elementos emocionales, desde los que se articula parte de la resistencia a ese gran Madrid. “La ciudad debe explicarse. Eso sí, si se sigue fomentando ridiculizarla, sacar rédito político desde la confrontación, puede suceder que Madrid decida montárselo por su cuenta”. Y entonces lo de Maragall terminará siendo más profético de lo que hoy puede parecer.

Especial Madrid ‘El País Semanal’
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