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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

The Human League, colección de éxitos en salmuera

El pionero trío británico de pop electrónico ofreció un nostálgico pero muy digno concierto anoche en los Viveros de Valencia

Un momento del concierto en los Viveros de The Human League.

La principal virtud del directo de The Human League es su ausencia de pretensiones. La confianza en una batería de hits que no requiere actualización alguna. El canon sin adulterar ni maquillar. ¿Para qué aparentar que estamos en 2025? No es necesario.

Me comentaba con su humildad norteña su líder, Philip Oakey, en una reciente entrevista, que no se consideran unos pioneros: que si lo son, fue más bien por casualidad. Que fue la ética del punk lo que les procuró el acceso al estrellato sin ser precisamente unos virtuosos.

Tampoco está al alcance de cualquiera componer modélicas piezas de inoxidable pop electrónico como The Sound of the Crowd, Mirror Man, The Lebanon, Love Action (I Believe In Love) o Don’t You Want Me, aunque ellos apenas se den importancia. Anoche cayeron todas, claro. Y en buen estado de conservación: solo eché en falta uno de sus hits, Human, extemporáneo impacto en las listas de los EE.UU. allá por 1986.

Quizá tampoco hubiera encajado del todo, porque fue un set de corte marcadamente británico, con ese aire tan de circuito de la nostalgia, tan acentuadamente kitsch, que en ocasiones roza lo entrañablemente hortera: esos teclados bandolera tan típicos de los años ochenta (apenas se atisbó una guitarra eléctrica en The Lebanon) y los continuos cambios de vestuario – una colección de camisas y chaquetas que ni Ángel Garó, y perdón por el guiño viejuno – de un Oakey que hace muchos años que perdió el pelo pero no la voz ni la escrupulosa entrega, y que ejerció de competentísimo frontman con una profesionalidad que por momentos conmovía. Aunque pareciera que su particular barco ochentero estuviera a punto de zarpar, que tampoco faltó el guiño marinerito en uno de sus atuendos. Al final de la noche hizo un chiste entre Doncaster y su Sheffield natal que no llegué a entender: seguro que sí lo pilló el amplio contingente de público británico talludito que se acercó a Viveros, y que sobrepasaba ampliamente los cincuenta. Que bajaran de esa edad, pocos.

A ambos lados le secundaban, cómo no, Susan Ann Sulley y Joanne Catherall, poniéndole el contrapunto vocal y la dosis de arrojo femenino: aunque ya no sean – obviamente, el tiempo pasa para todos – aquellas jovencitas que le desafiaban en el videoclip de Don’t You Want Me, su aportación es tan esencial e insustituible como siempre. Los tres forman el núcleo irreductible de un proyecto que lleva casi quince años sin publicar un disco porque sabe que pocos lo esperan.

Oakey se lució en solitario en un registro más cercano a la balada al abordar la intimista Louise y Susan Ann Sulley hizo lo propio con One man in my heart, una de las escasas prospecciones en material posterior a su década dorada, la de los ochenta. Con Don’t You Want Me y su extensa introducción instrumental afloraron los teléfonos móviles. Sonó recia, con el aplomo de las canciones que no se pueden malbaratar. Y con Together in Electric Dreams, aquella que firmaron junto a Giorgio Moroder en 1984, despidieron un show conciso (una hora y diez minutos), entretenido y reconfortantemente previsible, aunque poco sobrado de volumen: lo del limitador en la ciudad de las Fallas – que quiere ser reconocida internacionalmente como ciudad musical – empieza a ser sangrante.

El prolegómeno lo puso el veterano DJ valenciano Víctor Pérez adaptándose al entorno (muchos lo conocimos por sus sesiones house en la extinta The Face a finales de los noventa) con una selección de cortes muy acorde con la ocasión: Then Jerico, Propaganda, The Waterboys, Simple Minds, The Residents o los sublimes The Blue Nile entretuvieron al personal en espera del trío – ayer sexteto – británico.

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