“Ni andaluces, ni manchegos, ni valencianos: nosotros somos murcianos”
Las costumbres, la historia y el habla de Murcia siguen vivos en una tierra al sureste de la península que, para muchos, ha dejado de existir


“Between Benidorm and Granada”, es la definición cuando el interlocutor tiene pasaporte europeo y la piel como una gamba. “Yes, Alhambra, flamenco, fiesta”, contestan, aunque esta tierra sea más de paparajotes y la fachada barroca de la Catedral. Cuando pregunta un catalán, la conversación suele ir por “Mis abuelos eran de ahí. ¿Te suena Lorca?”, comentan con el interés de quien habla de un pueblo extinto mencionado en el Antiguo Testamento. Madrid roza lo irrespetuoso, “¿Eres de Murcia? Pero si Murcia no existe”.
He aquí un imperio romano: ser murciano en una época en la que, parece, Murcia dejó de existir o, si lo hace, es para colarse en el imaginario colectivo como tierra de intolerantes. En este texto se defenderá Murcia como el único lugar de España donde se prepara bien la ensaladilla rusa, y que la Región comprende más que el venerado Carlos Alcaraz. Es la tierra de Miguel Maldonado, Mari Trini, Bárbara Rey y Paco Rabal.
La Región de Murcia está al sureste de la Península Ibérica y cuenta con una extensión de 11.313 km2, lo que la convierte en más grande que Madrid. Además de montañas, tiene dos mares: el “mayor” (conocido como Mediterráneo) y el Mar Menor, una gran laguna de agua salada y escasa profundidad - según el libro de “cono” de primaria- y el primer ecosistema de la Unión Europea dotado de personalidad jurídica. En cuanto a la hidrografía, destaca el río “una mierda” o Segura, más popular por el video de Youtube que por su caudal. Murcia disfruta de un clima mediterráneo seco y semiárido, esto es, calor, hace muchísimo calor: en agosto, “sálvese quien pueda” o a refugiarse en El Corte Inglés; el otoño efímero deja paso a un invierno de mañanas sin abrigo y noches de frío húmedo —del que deja los huesos helaos—; la primavera dura unas dos semanas, las correspondientes a las fiestas.
A la pregunta “¿Por qué no existimos?”, el historiador y exdirector del Archivo Regional de Murcia, Rafael Fresneda, tiene una respuesta clara: “Hace tiempo le pregunté al entonces presidente de la Comunidad, por qué pesábamos tan poco en el ámbito nacional. Y me dijo que pesábamos el 3%, que equivale al 3% del PIB y el 3% de la población”. Pero, para Fresneda hay algo más aparte de economía y demografía, existe la personalidad de un territorio: “Con la llegada de las autonomías, todas las regiones empezaron a estudiar su identidad. Y se llegó a la conclusión generalizada de que nuestra seña de identidad es no tener identidad, somos una amalgama de repoblaciones”, expone.
Cartago Nova como una de las principales ciudades de la Hispania romana, la taifa de Murcia dependiente del Califato de Córdoba durante la presencia musulmana, o su incorporación a la Corona de Castilla como Reino de Murcia, son ejemplos de cómo el paso del tiempo modula y construyen la esencia del territorio murciano. De hecho, la repoblación de aragoneses y catalanes en el siglo XIII, de la mano de Jaime I el Conquistador, se manifiesta en el léxico del “panocho” o dialecto murciano: palabras como “carota” para zanahoria, “pésol” para guisante, “crilla” como patata o “terretremo” en lugar de terremoto… El murciano, además, tiene un léxico rico en localismos: no se sumerge, se “capuza”, tampoco se recuesta en el sofá, “se esclafa”, y coloca los platos en “la leja", no en la balda. Allí, el postre son “dulces” porque pasteles solo los de carne (de Bonache a ser posible), los zagales piden “cascaruja” y no frutos secos, se suben “a coscaletas” no se aúpan, y criticarán a alguien por “desaborío” o “perullo”, nunca por soso u hortera. El “acho”, aún característico, se ha incorporado recientemente, no así el “pijo” que se puede utilizar como énfasis en interrogaciones “¿Qué pijo pasa?”, en exclamaciones “¡Qué folloneras sois, pijo!”, o en frases hechas, “Este va a pijo sacao” (muy rápido).
Respecto a esta “crisis de identidad”, Fresneda se refiere a una anécdota que le explicó el que fue presidente del Consejo Regional, durante la transición: “Antonio Pérez Crespo contaba que cuando se reunió con el, entonces, Ministro adjunto para las Regiones, Manuel Clavero Arévalo, este último le preguntó: ‘¿Con quién queréis estar? ¿Con Andalucía, Valencia o La Mancha? Como os quedéis solos, no tendréis ninguna fuerza’, le advirtió”. Y tras consultarlo, el Pérez Crespo, junto al Consejo Regional, afirmó: ‘Seremos pequeños, pero no somos ni andaluces, ni manchegos, ni valencianos, somos murcianos. Fuimos reino, después provincia y ahora seremos Región de Murcia”, concluye Fresneda.
Una región con un patrimonio que abarca desde el Teatro Romano de Cartagena hasta Xuso Jones, Jaime Lorente y la directora de cine Eva Libertad, pasando por Francisco Salzillo, Ramón Gaya, Arturo Pérez Reverte, Roque Baños, Marta Nieto y Ginés García Millán. Una región volcada en la música de cuya producción destaca el Festival del Cante de las Minas de la Unión, Narciso Yepes o artistas como Arde Bogotá, Viva Suecia, M-Clan, Ruth Lorenzo, Varry Brava, Amore o María Blaya. Una región que guarda en el corazón de su capital el Medallón de la Matrona de Murcia, una obra que representa una madre amamantando a un niño extraño mientras los propios aguardan a sus pies, y que simboliza la hospitalidad de los murcianos, el único símbolo que algún partido político no conoce o no quiere conocer.
Tenemos pensamientos que nos asaltan de forma recurrente hasta obsesionarnos. Las redes sociales se burlaron de este hábito y lo bautizaron como ‘imperio romano’, por una supuesta tendencia a pensar en él. ¿Cuál es tu ‘imperio romano’? Varias firmas cuentan en esta serie en qué no dejan de pensar y buscan lo que hay detrás.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
