“¿Vida extraterrestre? Olvidémonos de ALF y pensemos más en una ameba”
La ciencia, la familia y hasta una serie americana de los 80 moldean una obsesión con la existencia de los alienígenas


Toda familia tiene sus axiomas, esos postulados que se dan por ciertos sin necesidad de demostración alguna y sobre los que se construye todo el resto. En el catálogo de la mía figura la existencia de la vida extraterrestre. Tras 42 años, no tengo pruebas de ello, pero tampoco dudas. Jamás fuimos una tribu envuelta en papel de aluminio ni esperábamos a que un platillo volador proveniente de las Pléyades nos raptara bien fuera para diseccionarnos o para llevarnos a vivir en la desaparecida Atlántida. Pero desde que tengo memoria, mirar el cielo nocturno, repasar los planetas y constelaciones, es una actividad familiar. La explicación de que cada punto titilante -los planetas solo reflejan luz- era un sol me marcó. Era imposible que no existiera algo más.
“La posibilidad de esa soledad universal nos genera mucho desasosiego como humanos. No nos gusta pensar que estamos solos porque la alternativa a la soledad es dura”, opina la astrofísica Eva Villaver. Con mucha paciencia, ella se dedica a comprobar mi axioma familiar. “Buscamos planetas, que giren alrededor de una estrella como el sol, en los que pueda haber agua líquida en la superficie y detectemos una atmósfera”, explica. No es la única manera de buscar vida: también se rastrean señales de radio que una civilización desarrollada podría estar enviado.
El telescopio -y la ciencia- llegaron cuando tenía 10 años pero antes de eso, a la tierna edad de cuatro, algo lo cambió todo. No fue el encuentro cercano del tercer tipo que ansiaría un verdadero believer. Llegó ALF. Donde hay una buena serie americana que se quite lo demás. A la cita oficiosa con el cielo estrellado se le sumó una oficial: todos los miércoles, a las 7:35 de la noche, por la Segunda cadena. Gordon Shumway, del planeta Melmac (en la galaxia de Andrómeda) era la muestra viva y divertida de que claro que había extraterrestres y que hasta podrían vivir escondidos en un suburbio de una gran ciudad, si daban con una buena familia como los Tanner.
Villaver me vuelve a poner los pies en la tierra. “Cuando pensamos en vida allá fuera, mejor que nos olvidemos de ALF y pensemos más en una ameba. Si tomamos lo sucedido en la Tierra como referencia, en la gran mayoría de sus 4.500 millones de años de existencia la vida ha sido microscópica. La primera sonda al espacio la mandamos hace menos de 100 años”, recuerda.
La cosa con ALF (acrónimo en inglés de Forma de vida extraterreste) se desmadró un poco. Después de tener la lonchera, el juego completo de cama, los llaveros, los muñecos y el álbum de cromos, para el día de brujas de 1989 llegó la increíble petición del disfraz del alienígena. Y, por un día que recuerdo muy feliz, fui él.
Por una razón que desconozco, me perdí el último de los 102 episodios que se grabaron y que en Colombia se debió emitir en algún momento de mayo de 1991. Y me alegra que fuera así. En él, a ALF se lo lleva el FBI cuando otros de sus amigos melmaquianos intentaban rescatarle. La historia quedaba abierta para una nueva temporada, pero se ve que no hubo presupuesto. El trauma de imaginar al peludo comedor de gatos listo para ser diseccionado. (¿en el Área 54?) compite con los traumas maternos de José Miel.
Otros extraterrestres llegaron a mi vida después, aunque nunca les llegué a tener tanto cariño. Y la obsesión se mudó a cosas, digamos, más prácticas. Últimamente, por ejemplo, sobre cómo sería el “contacto”. El día de la aplicación del 155, mientras estaba en el Parlament cubriendo la votación, pensé en qué pasaría si un bicho tipo El Día de la Independencia se plantaba en la Ciutadella y pedía que le llevaran con “nuestro líder”. ¿Si hay un Procicat, existirá el OvniCAT?, me pregunté en la pandemia. Villaver cree que lo tenemos crudo. “Si no somos capaces de escucharnos entre nosotros, los humanos, ¿Cómo lo vamos a hacer con un extraterrestre?”.
Pero volvamos a ALF. ¿Por qué él y no E.T. o Diana, la capitana tragaratas de V? “Se puede hacer toda una sociología de cómo cada momento de la historia nos ofrece una versión del extraterrestre, Amigos en los momentos que prima la paz, más amenazantes en otros. Y la posibilidad de esa existencia pude llegar a ofrece además una vía de escape de la realidad”, cree Villaver. Mi esbozo de respuesta: en un mundo donde los hombres eran de Marte y las mujeres de Venus, ALF me enseñó que se podía ser de Melmac. Y, como él mismo respondía siempre, “no hay problema”.
Tenemos pensamientos que nos asaltan de forma recurrente hasta obsesionarnos. Las redes sociales se burlaron de este hábito y lo bautizaron como ‘imperio romano’, por una supuesta tendencia a pensar en él. ¿Cuál es tu ‘imperio romano’? Varias firmas cuentan en esta serie en qué no dejan de pensar y buscan lo que hay detrás.
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