La corrupción escala en el puerto de Barcelona: de jefe de aduanas a supuesto contrabandista
En prisión preventiva por colaborar con una red de tabaco ilegal, Javier Martín es el mando de mayor rango detenido por corrupción en el muelle de Barcelona

Cuando el 30 de junio detuvieron a Javier Martín, los teléfonos de jefes de la Policía Nacional, los Mossos d’Esquadra y la Guardia Civil empezaron a sonar. Leían incrédulos las primeras informaciones inconcretas del arresto de su colega, con quien habían compartido mil investigaciones, mesa y mantel e infinidad de actos institucionales. Esta vez no habían cazado a un agente raso, a un sargento o a un inspector... El detenido, y luego encarcelado por corrupción, ostentaba un alto cargo en el Servicio de Vigilancia Aduanera en Cataluña, donde solo tenía una persona por encima. “Un tipo absolutamente normal, discreto”, asegura un mando policial, una semana después de lo ocurrido. “A veces con comportamientos peculiares, que atribuía a timidez”, añade otro policía. “Un tío leal, con el que habíamos trabajado muy bien”, añade un tercero.
Martín ingresó en prisión el 2 de julio, dos días después de ser detenido, por orden de la titular del juzgado de instrucción número 14 de Barcelona, Julia Tortosa. Luego la Guardia Civil y Vigilancia Aduanera difundieron una nota de prensa conjunta donde explicaban los detalles del arresto: implicado en una organización criminal de contrabando de tabaco, le imputan los delitos de cohecho y revelación de secretos. La información iba acompañada de un vídeo en el que, aunque pixelado, se distinguía perfectamente a Martín en el momento de ser detenido e introducido en el vehículo por sus propios compañeros de Vigilancia Aduanera. Unas imágenes oficiales inauditas entre los cuerpos policiales, que no acostumbran a difundir las detenciones de sus colegas.
Martín era el número dos del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) en Cataluña, dependiente de la Agencia Tributaria. Aunque no son policías, sí ejercen como policía judicial y tienen competencias para investigar el tráfico de drogas, el blanqueo, el contrabando o la inspección de mercancías. Sus bases de datos son muy codiciadas, porque tienen acceso a la vida económica de cualquier persona o empresa. “En el puerto tienen más poder que nosotros”, asegura una fuente de la Guardia Civil, sobre la capacidad de controlar los contenedores que entran y salen del muelle. La sospecha es que Martín pasaba directamente al “canal verde” los contenedores del entramado, lo que supone librarse de cualquier inspección.
“Era un tipo al que veías en todos los patrones [festividades policiales], en todos los saraos... Un tipo amable, con una vida aparentemente normal”, añaden fuentes de la judicatura, igualmente en shock todavía por la detención de Martín. Con más de 30 años en el SVA en Cataluña y a solo unos días de jubilarse, la hemeroteca está repleta de imágenes suyas en actos públicos, incluidas ruedas de prensa en las que explicaba, paradójicamente, operaciones destacadas contra el contrabando, el tráfico de drogas o la distribución de material falsificado a través del puerto. Martín ha ejercido también como profesor invitado en la Escuela Judicial de Barcelona, donde se forman las jóvenes hornadas de jueces de toda España y era miembro de la Hermandad de la Guardia Civil, que le concedió la cruz al mérito en 2016.
Aunque la causa continúa bajo secreto de sumario, fuentes cercanas a la investigación aseguran que Martín llevaba “décadas” inmerso en tratos poco honorables con personas vinculadas al contrabando ilegal de tabaco. Había sabido volar bajo y solo se le empezó a investigar cuando su nombre apareció en una de las últimas investigaciones judiciales sobre el tráfico de drogas en el puerto de Barcelona. Implicados en otras causas aludían a Javier como un funcionario corrupto. Un abogado recuerda el arresto, hace unos siete años, de un funcionario de Vigilancia Aduanera que lamentaba amargamente cómo a él le detenían mientras sus jefes permitían la salida ilegal de tabaco en grandes cantidades. Al letrado le pareció entonces la excusa de una persona a la que habían pillado con las manos en la masa, pero ahora piensa que tal vez su cliente tenía razón.
No hay constancia de que Martín diera el paso a los terrenos aún más pantanosos del tráfico de drogas, pero sin duda, al menos según los investigadores, se había pasado al lado oscuro por dinero. La suya es la detención más delicada y de más alto nivel de una autoridad implicada en la lucha contra el crimen que se ha llevado a cabo en el puerto. “Por encima, solo tenemos la detención de Mestre”, recuerdan fuentes policiales, sobre el arresto en 2010 y posterior condena por narcotráfico de José Mestre, el dueño de una de las terminales del puerto.
“El crimen organizado maneja el puerto”
“El crimen organizado maneja el puerto”, señala sin ambages una persona que ha liderado, de primera mano, algunas de las grandes operaciones vinculadas a la corrupción que reina entre los contenedores. No es la primera vez que este responsable se lleva una decepción personal viendo cómo una persona que había trabajado estrechamente con la institución a la que pertenece cruza la línea. El pasado mes de mayo, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) confirmó una de las condenas más sonadas de los últimos años. Un inspector de Policía, Calixto M. G., alias Cale, fue condenado a 15 años de cárcel por haberse integrado en una organización de narcos que introducía grandes cantidades de cocaína a través del puerto. Cale era uno de los jefes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) y, cuando sus comunicaciones ya estaban siendo intervenidas, expresó su intención de pedir el traslado a un lugar clave del puerto.
Antes que Cale cayó el sargento de la Guardia Civil Santiago Viana, que acabó confesando que se integró en una banda de atracadores que robaba contenedores del puerto de Barcelona cargados con perfumes y, sobre todo, tabaco. Fue condenado a ocho años de cárcel. En 2009, cuando empezó la actividad de la banda, Viana se convirtió en el jefe de la policía judicial en el puerto con el objetivo declarado de combatir, precisamente, ese tipo de conductas. A Viana casi lo mata otro condenado en el caso, un camionero apodado El Puma, que se apostó delante de su casa con una pistola, pero, en vez de enfrentar a Viana, se suicidó delante de una cámara que lo grabó todo. Antes de morir, El Puma se dedicó a explicar a quien quiso oírle cómo distintas facciones de delincuentes y estibadores se repartían los negocios ilegales del puerto y cómo cada una de esas bandas contaba con la colaboración de sus pertinentes funcionarios y mandos policiales.
El agua turbia del puerto a menudo aparece también manchada de sangre, como pudo verse la semana pasada, con el juicio por el asesinato de Valentín Moreno. Condenado cuando era menor como autor de una paliza mortal a un joven (y apodado desde entonces “asesino de la Vila Olímpica”), Moreno fue ejecutado por un sicario el 18 de noviembre de 2021. Aunque no se ha podido dar con el autor intelectual por ahora, la Fiscalía sospecha que el crimen fue un encargo por una deuda vinculada a una partida de cocaína procedente de Colombia que se perdió en el puerto, a la que Moreno debía responder junto a sus socios.
Tres años después, y en circunstancias muy similares, fue asesinado en plena calle un histórico estibador del puerto de Barcelona: David Caballero, alias Bubito. Casi un mito, que manejó muchos años los hilos y que, según fuentes consultadas por este diario, ejerció como confidente de distintos cuerpos policiales. Su muerte sigue bajo investigación, y entrelazada con la de Valentín Moreno, con quien mantenía tratos y con el que se reunió horas antes de su asesinato precisamente para solucionar el problema de la deuda por la partida de cocaína. Una “reunión trampa”, según la familia de Valentín Moreno.
En mundos tan complejos y opacos como los del puerto, sin embargo, es probable que la verdad nunca acabe de esclarecerse. “Quienes están metidos no hablan, y quienes están limpios callan, porque saben el riesgo que corren”, explican fuentes policiales. Un alto responsable de la lucha contra el crimen organizado desde el ámbito judicial expresa esa sensación de impotencia ante un fenómeno volátil, complejo, siempre soterrado: “Quizás si se unieran todas las investigaciones en marcha, podríamos llegar a tener un cierto rompecabezas de lo que ocurre en el puerto. Pero eso es imposible. Solo vemos lo que vemos. Como se dice, la punta del iceberg”.
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