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El independentismo busca su camino en la Cataluña de Illa

Junts, ERC y la CUP llegan al aniversario de las elecciones del 12-M muy distanciados y tras procesos de renovación interna

El líder de Junts, Carles Puigdemont, en una rueda de prensa en Bruselas, el pasado mes de enero.
Camilo S. Baquero

El lunes 13 de mayo de 2024 fue uno de los días más amargos en la historia del independentismo catalán. Tras la adrenalina de una noche electoral negrísima, donde se impuso Salvador Illa (PSC), las cúpulas de los partidos pasaban revista a los daños. El secesionismo se quedó a siete escaños de los 68 de la mayoría absoluta que había sostenido al procés. Junts per Catalunya, ni con Carles Puigdemont como candidato, había logrado la victoria. Esquerra había perdido la Generalitat, dejándose 13 escaños. La CUP se salvó de compartir el grupo mixto con los ultra de Aliança Catalana (AC) ―debutantes en la Cámara― gracias a la cesión instrumental de un diputado republicano. Todo mal.

Un año después, tanto el independentismo político como el asociativo siguen inmersos en la búsqueda de cómo combatir el discurso de pase de página oficial que cada día repite Illa. La calma institucional después de años convulsos parece calar en la ciudadanía y desactiva al secesionismo.

El último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió, (CEO), mostró en febrero el mínimo histórico del apoyo a la secesión: 37,6% a favor y 54,1% en contra. Todo eso sin Presupuestos en la Generalitat y soportando caos ferroviarios diarios pese a las obras para actualizarla, pero viendo como vuelven sedes sociales como la de Criteria.

Las fórmulas para encontrar ese nuevo momentum de embate con el Estado, que desde el fracaso de 2017 se ha convertido en el santo grial indepe, son diversas. Aporreado y adormecido, el movimiento aún colea. ERC, Junts y la CUP han completado en este año sus procesos de refundación interna, con recetas diferentes para buscarse hueco en la nueva realidad sociológica y política. También lo han hecho, aunque con desenlaces más caóticos, la Assemblea Nacional Catalana ―en medio de una dura lucha interina― y el Consell de la República ―ya sin Puigdemont al frente―.

“Un año después se ve la consecuencia de la desunión del independentismo”, dice el portavoz de Junts, Josep Rius, un partido que en octubre pasado eligió a Puigdemont como su presidente. El primer grupo de la oposición aspira a ser la opción a lo que ve como la apuesta de “desnacionalización de Cataluña” que, asegura, encarnan Illa en la Generalitat y Jaume Collboni en Barcelona.

Rius asevera que su partido no ha dejado de trabajar por recuperar la mayoría independentista, pero no solo eso. Este fin de semana, por ejemplo, realizaron en Vic su conferencia municipalista, en un claro objetivo de reideologizar un partido que había cimentado su crecimiento en la bandera nacional. No es de extrañar que allí el tema de la inmigración y la seguridad tuvieran mucho peso. Detrás de ideas como endurecimiento al padrón, por ejemplo, agrega Rius, hay intento de aplicar “sentido común” al reto de la inmigración para ganarle así esa batalla en las urnas a AC, al que el CEO muestra como su amenaza.

La fugaz vuelta de Puigdemont, coincidiendo con la investidura de Illa, fue un golpe de efecto de corta volada y, más allá de la propuesta política, Junts adolece de una cara que encarne una oposición efectiva a Illa. A la espera de que la justicia decida sobre la amnistía, el expresident exprime su condición de uno de los árbitros de la legislatura de Pedro Sánchez, pero quedándose cada vez con menos cartas de presión que no impliquen la ruptura.

En el Congreso, el enfrentamiento entre Junts y ERC es pan de cada pleno. Mientras, en el Parlament, la relación es más fría y distante, aunque sin que se critique que ERC intente la estrategia del palo y la zanahoria con Illa. Un camino que se bendijo en la ponencia política de los republicanos, aprobada tras la reelección de Junqueras, en diciembre.

Los republicanos, de hecho, están inmersos en la elección de las cúpulas regionales. Precisamente, las elecciones catalanas del año pasado fueron el detonante del cisma entre Junqueras y el entorno de la que fuera su secretaria general, Marta Rovira. Junqueras, con una mano, intenta recoser el partido y con otra deshoja la margarita de sus opciones políticas si finalmente se le aplica la amnistía.

ERC pone el 2031 como el año para recuperar la mayoría independentista en las instituciones y en la calle. Espera el éxito en las elecciones municipales, algo que depende de si logra salirse con la suya en el nuevo modelo de financiación autonómica y el traspaso de Rodalies, los republicanos están a la espera de que Illa mueva ficha en uno de los compromisos de la investidura: la creación de la Convención Nacional para la resolución del conflicto político.

Finalmente, la CUP saca pecho de ser el único partido en este bloque que ha hecho el ejercicio de renovar el liderazgo. “Es obvio que hemos perdido la mayoría parlamentaria, pero como CUP y como izquierda independentista creemos que como movimiento no podemos poner todas cartas ahí”, asegura Blai Taberner, miembro del secretariado nacional de la formación. La CUP cree que lo que ahora toca es la introspección, construyendo desde abajo una propuesta de país justo, articulándose con las reivindicaciones territoriales para hacer crecer al “independentismo popular”.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.
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