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Inmigración
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bloques de hormigón y otras chapuzas contra los inmigrantes

Las medidas cosméticas solo hacen que ampliar la sensación de un supuesto descontrol con el padrón o el top manta

Vendedores del "top manta" con numerosos productos falsificados en una imagen de archivo.
Miquel Noguer

Los vecinos de Roses (Girona) han visto con sorpresa, coincidiendo con la Semana Santa, como un muro de piezas de hormigón aparecía en el paseo marítimo casi de la noche a la mañana, en teoría, según el Ayuntamiento, para evitar el paso de bicicletas y patinetes en una zona de gran concurrencia. Ante las quejas por tamaña chapuza, el Consistorio ha acabado reconociendo que, más que evitar el paso de bicicletas, lo que se pretende es impedir que decenas, a veces centenares, de vendedores ambulantes puedan instalar sus precarios puestos del top manta para vender baratijas y falsificaciones a turistas. El muro de la vergüenza, como algunos ya lo han bautizado, no ha evitado que en los últimos días los manteros, personas procedentes casi siempre del África subsahariana, se las hayan apañado para volver a la zona a trabajar.

El exceso de venta ambulante es un problema en Roses y otras ciudades costeras y se ha agudizado los últimos años por falta de políticas sociales efectivas para los vendedores -casi siempre personas sin papeles-, una acción policial ineficaz y ausencia de medidas punitivas contra quienes alientan este negocio comprando camisetas y zapatillas supuestamente de marca.

Ahora, el Ayuntamiento ha decidido exhibir algo parecido a la mano dura instalando los lamentables separadores de hormigón. Todos saben que tan milagrosa solución no funcionará. Como tampoco funcionan las medidas cosméticas de alcaldes que deciden interpretar la ley por su cuenta y poner barreras al empadronamiento obviando que constar en el padrón es un derecho universal no sujeto a nada más que la propia residencia en un sitio concreto. Lo hacen en Martorell y en otros municipios a cara más o menos descubierta en función del color político del alcalde y de la necesidad que tenga para competir con Vox o con Aliança Catalana.

No nos engañemos, las medidas tan cosméticas como huecas tienen donde apoyarse. La inmigración ha escalado hasta la tercera posición como problema más importante para los catalanes según el último barómetro de la Generalitat, solo por detrás de la vivienda y la insatisfacción con la política. Y casi dos terceras partes de los catalanes apoyan la idea de que el Govern ha perdido el control sobre la inmigración.

Ante estas cifras, los llamados partidos centrales, tienden a acongojarse ante el empuje de la extrema derecha y se abocan a las descritas medidas cosméticas que no van a la raíz del conflicto sino a hacer ver que se está preocupado por el tema. El problema es que poniendo vallas de hormigón en un paseo marítimo o diciendo que se limitará el empadronamiento lo único que se consigue es ampliar la sensación de que el top manta es una invasión irresoluble o que el padrón es un fraude masivo. De aquí a ponerle la alfombra roja al partido xenófobo de turno solo hay un paso.


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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.
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