El avance de Vox y Aliança apuntala el viraje a la derecha de una parte de la sociedad catalana
El partido de Santiago Abascal es el que más crece en términos estructurales, según el último barómetro del CEO

El último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) dejó varios titulares. Tal vez el que tuvo más repercusión fue el del efecto erosionador que la formación ultranacionalista Aliança Catalana (AC) tiene sobre Junts per Catalunya. No se trata del único dato preocupante cuando se mira al lado más a la derecha del espectro ideológico. Un análisis más a fondo de los datos de la encuesta, presentada hace dos semanas, deja a Vox como el partido que más avanza en términos estructurales en Cataluña. El auge de esas dos formaciones xenófobas, además, viene acompañado de cierto viraje a la derecha de parte de la sociedad catalana, que no se circunscribe solamente a los hombres menores de 35 años.
Si se mira el CEO en términos de proyección de escaños, Vox figura en la quinta posición, con una horquilla de entre 10 y 12 diputados, tras los socialistas (41 y 43 sillas), Junts (27-29), republicanos (21-23) y el PP (14-16). Ese cálculo se hace en función de una mezcla entre la simpatía de partido, la intención de voto directa, el recuerdo de voto y otros aspectos, lo que de manera coloquial se conoce como la cocina.
Solo el 4,5% de los encuestados mencionó a Vox cuando se le hizo la pregunta sobre qué formación les despertaba más simpatía. En ese ítem, los de Santiago Abascal caen a la quinta posición, y ahí le sobrepasan tanto Junts como, muy ligeramente, el PP. En el barómetro de hace un año, solo respondió de esa manera el 2,5% de los encuestados. Se trata de una subida del 85%, la segunda más grande después de la mostrada por los ultras independentistas de Sílvia Orriols.
En el primer barómetro de 2024, cuya muestra se recogió entre el 9 de febrero y el 7 de marzo, AC no apareció como una respuesta lo suficientemente frecuente como para ser mencionada. En las elecciones siguientes, consiguió dos escaños y el 3,7% de los votos. En el de hace dos semanas, aparece con el 1,6% de simpatía.
Hilando aún más fino, el panorama muestra otros matices. Si se pone la lupa sobre los menores de 50 años, la formación xenófoba que lidera Abacal y tiene en el Parlament como cabeza visible a Ignacio Garriga ya es el tercer partido, después del PSC (8,6%) y ERC (5,5%). Vox (3,4%) le saca 0,4 puntos porcentuales a los de Carles Puigdemont. Hace un año, la simpatía por Junts doblaba a la expresada por Vox (6,6% respecto a 3,4%).
A la evolución electoral de Vox en Cataluña le acompaña ahora también cierta normalización de algunas de sus tesis, que no dejan de permear el discurso político central. En las pasadas elecciones al Parlament, el partido de extrema derecha logró consolidarse como la cuarta fuerza política, al lograr 11 diputados y un 7,6% de los votos. Incluso en poblaciones como Vila-seca (Tarragona) o Roses (Girona), alcanzó porcentajes de voto que rondaban el 15%. El último CEO muestra que el partido ultra españolista mantiene las poblaciones de medianas (entre 50.000 y 150.000 habitantes) como su principal bastión, pero también se abre camino poco a poco en las grandes ciudades.
La gran duda sobre el avance tanto de Vox y AC es si tendrán la capacidad para expandir su base electoral más allá de sus bastiones actuales, como los barrios obreros afectados por la precariedad y con una alta presencia de población inmigrante. Su discurso polarizador parece funcionar, aunque el alcance de esa técnica es limitado. Sí se muestran, sin embargo, muy efectivos a la hora de captar el descontento ciudadano en puntos específicos.
Y ahí llega la pregunta sobre si va antes el huevo o la gallina. El auge de esas dos formaciones viene acompañado de cierta erosión de posiciones más abiertas de la ciudadanía catalana ante la diversidad cultural y sexual. Más allá de los datos que apuntan a la derechización de los hombres jóvenes, el contenido de la encuesta longitudinal del CEO, presentada el pasado 21 de marzo, da indicios de que se podría tratar de un giro más generalizado y profundo.
Cambios en inmigración
En ese sondeo con una muestra de 6.800 encuestas digitales, realizado entre el 25 de octubre y el 13 de diciembre del año pasado, se pregunta por ejemplo por el sentimiento del entorno del encuestado sobre que su hijo o hija tengan una pareja de otro origen étnico o de diferente identidad sexual. Si en la longitudinal de 2023, el 35,9% de entrevistados decía sentirse incómodo o muy incómodo sobre que fuera árabe, en la de este año sube al 41%. Algo similar, por ejemplo, sucede con que sea de etnia gitana (del 35,2% al 37,8%), mientras que el hecho de que sea transexual se mantiene cerca del 32%.
Si bien las variaciones se mantienen dentro del margen de error en la encuesta, hay otros sondeos que certifican esa tendencia. En febrero del año pasado, el CEO terminó el trabajo de la primera Encuesta sobre discriminaciones en Cataluña, encargada por el Departamento de Igualdad y Feminismos y que tuvo una muestra de más de 9.000 encuestados. Allí se preguntó sobre el sentimiento de alguien conocido ante una pareja de una religión diferente a la católica o de diferente etnia. Mientras que el hecho de que tenga un color de piel diferente genera una gran comodidad (7,8 sobre 10), preguntado específicamente por si es de religión musulmana o de etnia gitana, ambas son expresadas como las situaciones más incómodas (7,4 y 7,7, respectivamente).
En ese mismo sondeo, se hace la pregunta idéntica, pero sobre un presidente o presidenta de la Generalitat. De los 13 supuestos planteados, el que provoca más incomodidad es que sea una persona musulmana (5,6 sobre 10) o de etnia gitana (6,4). En la lista, entre otras cosas, figura tener una discapacidad, tener el color de piel diferente, ser trans o no binario o evangelista.
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