A juicio la pregunta universal: ¿Quién te lo dijo?
Se está juzgando quién dijo primero una cosa que ya había sido publicada. Si fue el fiscal es gravísimo pero no hay manera de averiguarlo ni, aparentemente, indicios


Todos los aficionados atléticos recuerdan lo vivido en el Metropolitano el 13 de marzo de 2024, cuando el Atlético de Madrid eliminó al Inter de Milan en octavos de Champions, pero sólo uno ha tenido que recordarlo en un juicio. En el Supremo, ni más ni menos, por algo era Champions.
El Atleti ganó aquel partido en los penaltis. EL PAÍS tituló al día siguiente: ‘Un Atlético épico, grandioso e histórico elimina al Inter’, y calificó el partido de memorable. Se lo pueden decir a Julián Salto, al que frieron a llamadas hasta sacarlo mentalmente del partido. Salto es el fiscal que denunció a Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso, por fraude fiscal. Salto acabó su jornada laboral ese miércoles y se fue al estadio. La secuencia cruzada de los momentos más importantes del partido con las llamadas entre fiscales sobre caso del novio de Ayuso, si te gusta el fútbol, pone los pelos de punta. Dan ganas de no ser fiscal nunca.
A las 21.26, la fiscal superior de Madrid, Almudena Lastra, llama a Salto con el 0-0 para pedirle los correos que se mandó con el abogado de González Amador, novio de Ayuso. Salto le dice que está en el fútbol: ¿corre prisa? Pocas preguntas trampa más españolas que esa: si algo no corre prisa, es que en realidad no existe. Pero la fiscal está rumbera: dice que no hay prisa, que ya si eso mañana. Salto suspira. Pero marca el Inter. Al Atleti le hacen falta dos goles para llegar a la prórroga: ahora está fuera de la Champions. Mete gol Griezmann enseguida, y el estadio estalla. Al momento suena el móvil de Salto. Es Pilar Rodríguez, fiscal provincial de Madrid: esos correos con el novio de Ayuso, urgen. La llamada dura cuatro minutos. Hay que ponerse en la piel de ese hombre.
En el descanso, Salto trabaja: da con los correos que se le piden y se los manda ya de una tacada a Pilar Rodríguez y a Almudena Lastra, que debe de pensar, por la eficacia, que el Atleti ha sentenciado. No es así, pero Memphis Depay lleva la locura al final del segundo tiempo: un gol deja el partido en la prórroga. El Atlético sigue vivo en Champions, pero a Salto le empieza a doler la cabeza. La prórroga la dedica a recibir llamadas de la fiscal provincial de Madrid y whatsapps avisándole de que en su envío de mails falta uno relevante. Luego, Salto localiza y reenvía ese mail, que es el del 12 de marzo (es el mail que utiliza el gabinete de Ayuso para colar la mercancía averiada: que la Fiscalía ofrecía un pacto a González Amador, cuando era al revés). Para entonces bastante hacía el fiscal Julián Salto con no volver al campo para cruzarlo a lo Jimmy Jump con una pintada de “dimito” en el pecho.
Salto es el primer testigo del juicio al Fiscal General del Estado. En su declaración, involuntariamente, da con la clave de todo: él no sabía que la empresa que investigaba, y a la que acusó de fraude fiscal, era del novio de Isabel Díaz Ayuso. Se obtiene un prestigio inmediato cuando uno admite desconocer quién duerme con alguien; un prestigio de otro tiempo, como no tener redes sociales o pedir la carne al punto o punto más. Lo estupendo, en tiempos de sobreinformación, es no estar muy informado, sobre todo dependiendo de qué cosas. Estamos todos dónde estamos (hoy en el Supremo, mañana sabe Dios) porque conocemos, aproximadamente, con quién se acuesta cada uno. Julián Salto, un hombre al que no le importan las noticias del corazón ni las sigue ni son de su incumbencia, es el camino a seguir. Los demás somos el camino contrario.
Este juicio va sobre algo tan viejo como la colisión entre la vida pública y la privada, por tanto, sobre los secretos y su difusión. La defensa del Fiscal General del Estado está interesada en aclarar que el secreto, que ni siquiera era tan secreto, del que acusan al FGE, pudo difundirlo mucha más gente; las acusaciones, que solo él. Naturalmente, es un juicio con poco sentido en el momento en que, ya en el primer mail, más de una persona, y de diez, han tenido acceso a la información luego filtrada. Se está juzgando quién dijo primero una cosa que ya había sido publicada. Si fue el FGE, es gravísimo por el cargo que ocupa, pero no hay manera de averiguarlo ni, aparentemente, indicios para juzgarlo. De ahí que las tres primeras horas del juicio se gasten en discutir sobre la pertinencia de celebrarlo. Se pretende juzgar la pregunta universal: ¿quién te lo dijo? No quién lo hizo, sino quién lo contó.
Álvaro García Ortiz, el acusado, suele apoyar la cabeza en su mano derecha, entre el aburrimiento y el estupor, y de vez en cuando se rasca la oreja. Pone terrible cara de ofendido cuando su defensa recita todos los dispositivos incautados por la UCO y las comunicaciones íntimas con terceras personas ajenas a la causa. Los familiares, los amigos, son el mejor lugar en el que depositar el agravio. “¡No es por mí!”.
Abre la boca el FGE una sola vez. Cuando le preguntan, al empezar, si se considera responsable de los delitos que se le imputan. Dice: “No”. Hay muchas maneras de decir que no en la vida, y varias oportunidades de ensayarlo. Muchos de los que dicen “sí”, lo hacen alegando que para decir “no” hay tiempo. Para lo que nunca hay tiempo, si primero se dice “no”, es para decir “sí”. Lo que se juzga, en los tribunales y en la vida, y a veces muy severamente, es el “no”. Decir “no” en determinadas circunstancias no es negarse ni negar, sino exponerse.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma































































