Mazón se apunta una mano
Se imponía cambiar el foco de atención y eso fue lo que hizo el presidente de la Generalitat el martes al poner sobre la mesa el tema de la identidad valenciana
El pasado martes, Carlos Mazón abrió el debate sobre el estado de la Comunidad Valenciana con un discurso de más de cinco horas que sorprendió a la oposición con el pie cambiado. Cualquier orador habría despachado en la mitad de ese tiempo lo que dijo el presidente, y es muy probable que las ideas enunciadas hubieran quedado bastante más claras para el auditorio. De haberlo deseado, el propio Mazón habría podido hacerlo en ese tiempo, pero, evidentemente, no era ese su propósito.
En su discurso, el presidente Mazón anunció su medida estrella: la reforma de la Acadèmia Valenciana de la Llengua que pasará a llamarse Acadèmia de la Llengua Valenciana. Tal como están repartidos los escaños en las Cortes, la iniciativa no deja de ser un brindis al sol. Pero todos sabemos la importancia que puede alcanzar en la vida política un brindis al sol pronunciado en el momento oportuno y con el énfasis preciso. A juzgar por los aplausos que despertó el anuncio, le auguramos recorrido. Setenta y dos horas después de las palabras de Mazón, el futuro de la Academia Valenciana de la Lengua ocupaba las primeras páginas de los periódicos y todo el mundo hablaba de un problema inexistente seis días atrás.
A medida que la investigación judicial sobre la dana avanza y se conocen nuevos datos, Carlos Mazón se ha visto obligado a cambiar su relato una y otra vez. De ese modo, hemos llegado a un punto en el que los hechos alternativos muestran su fatiga y no alcanzan a mantener la credibilidad de la historia. Se imponía, pues, cambiar el foco de atención. Eso fue exactamente lo que hizo el presidente el pasado martes al poner sobre la mesa el tema de la identidad valenciana. Una solución típica del manual de resistencia política: crear un conflicto que produzca el suficiente ruido para que todo el mundo le preste atención. Las marionetas del pancatalanismo y de la lengua salieron a escena una vez más. En política, cualquier cosa sirve para sobrevivir, y Mazón ha dejado claro que pretende sobrevivir.
La idea de que el presidente Carlos Mazón sea reelegido en unas próximas elecciones no es, ni mucho menos, descabellada, según leemos repetidamente en la prensa. Este hipotético éxito no lo eximirá, sin embargo, de su responsabilidad moral en los sucesos de la dana, ni le devolverá la dignidad que ha perdido con su conducta y su silencio. La victoria en las urnas puede darnos el poder, pero no nos redime de nuestras faltas. Todos los relatos que puedan tejer Mazón y el Partido Popular sobre la catástrofe siempre tendrán una página en blanco: dónde estuvo el presidente la tarde de la dana, mientras morían ahogados más de doscientos ciudadanos.
En el debate del estado de la Comunidad Valenciana del pasado martes, la oposición apostó su réplica a una sola carta: las andanzas de Mazón la tarde del 29 de octubre de 2024. La pregunta es necesaria, pero limitarse a ella es una operación de alto riesgo, de resultados inciertos. Socialistas y Compromís hacen lo correcto al centrarse en desmontar el relato de Mazón, pero quizá deberían explicar a los valencianos cuales son sus planes en el caso de que llegaran a gobernar. Solo con la bandera de la razón será difícil concurrir a unas elecciones. La política tiene un componente emocional sin el que es complicado seducir al electorado. Si la oposición permite que el Partido Popular monopolice los sentimientos, le espera un futuro difícil. De momento, Mazón, enarbolando el banderín de las señas de identidad, se ha apuntado la primera mano.
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