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Illa y Sánchez, una amistad ajena al ruido político

La relación que fraguaron durante la pandemia se afianza ajena a los recelos que despiertan los compromisos mutuos

Pedro Sánchez y Salvador Illa

Pedro Sánchez y Salvador Illa han afianzado una óptima relación a base de superar juntos trances como una pandemia mundial, piques internos de partido para elegir cargos, rifirrafes electorales y graves acusaciones de sus rivales políticos. “Salva” y “Pedro”, como se llaman mutuamente, incluso han puesto a prueba su vínculo compartiendo, por segunda vez, unos días de vacaciones en Lanzarote. “Tienen una fuerte amistad personal”, afirma una fuente cercana al presidente catalán. “El vínculo se estrechó durante la crisis del coronavirus, cuando Illa se fue a vivir al complejo de Moncloa”, desvela una exalto cargo socialista que guarda buena relación con ambos. “El presidente necesitaba tener a su lado a gente que no le generara problemas y que le aportara resultados y soluciones. Y Salvador es justamente esto”, abunda una persona que, aquel 2020 pandémico, ocupaba un prominente puesto de responsabilidad en el escalafón institucional del Estado.

Más allá de la afinidad ideológica y de tener aficiones parecidas, ambos mantienen una disciplinada rutina de actividad física, la relación que cultivan Illa y Sánchez pivota sobre dos de los escasos pilares de poder que conserva el partido socialista, la Moncloa y el Palau de la Generalitat, y evoluciona favorablemente ajena a tópicos y al recelo que causan, en un lado, los compromisos que asume el otro. Ya sea el acercamiento del presidente del Gobierno a Junts y a Carles Puigdemont o la reivindicación del Govern de un nuevo modelo de financiación para Cataluña.

Al ser elegido ministro de Sanidad, Illa compartió espacio en el ministerio con Pablo Iglesias, entonces vicepresidente del Gobierno y responsable de la cartera de Derechos Sociales. Para hospedarse, Illa tuvo que buscarse un lugar fuera del edificio ministerial, situado en el Paseo del Prado, enfrente del parque del Retiro, y lo encontró en el complejo de La Moncloa, concretamente en el edificio Inia. “Estéticamente era como el Museo de los Horrores”, cuenta una persona que entonces visitó unas cuantas veces al ministro. “Es un lugar más bien feo, e Illa estaba allí solo, sin su familia”, corrobora otra fuente, que también fue invitada a aquellas dependencias.

Aquel apartamento, “a solo diez minutos de donde se celebran las reuniones del Consejo de Ministros”, explica una antigua empleada de la Moncloa, propició un acercamiento entre Sánchez e Illa, en un momento en que la pandemia los ponía a ambos en el ojo del huracán.

“Antes de eso, Sánchez no había tenido una relación tan directa con Illa, la tenía más con Iceta, que era el secretario general del PSC”, explica una fuente buena conocedora de los dos presidentes.

El PSC se alineó desde el primer día con Pedro Sánchez. La fidelidad de los socialistas catalanes con la figura del presidente del Gobierno arranca de los tiempos de las primarias que enfrentaron a Sánchez con Susana Díaz. Todavía perviven grupos de WhatsApp de militantes creados entonces y alguno de ellos con el nombre de “Catalunya con Pedro” al que después se añadió el apellido de Illa. En su calidad de secretario de organización del PSC, fue una de las tres personas de la delegación socialista que negoció con ERC la investidura de Sánchez en 2019 y a principios de 2020. El pacto se cerró y el presidente nombró contra todo pronóstico a aquel discreto hombre de partido ministro de Sanidad.

En 2021, Illa fue, de nuevo por sorpresa, candidato a la presidencia de la Generalitat. Ganó las elecciones, pero no le alcanzó para ser president.

Cataluña estaba entonces sumida entonces en el procés y el Gobierno aceptó al final los indultos a los líderes independentistas en prisión y, en 2023, para revalidar la presidencia de Sánchez en la Moncloa, la ley de amnistía. Los socialistas catalanes le habían proporcionado en aquellas elecciones de julio 19 diputados, 13 escaños más que los que obtuvo el PP en Cataluña. La vuelta de tuerca se produjo en las elecciones autonómicas en Cataluña de meses después, en mayo de 2024: Illa entonces sí que desbancó al republicano Pere Aragonès con el mensaje de que Sánchez había contribuido a apuntalar la convivencia en Cataluña, a mirar adelante y a pasar página.

La montaña rusa no había acabado porque justo en la víspera del inicio de esa campaña electoral, Sánchez se retiró y desapareció del mapa cinco días que tuvieron en vilo y estupefacta a la política española. Dicen que Illa, pese a la amistad, supo de esa retirada en el AVE de vuelta a Barcelona tras haber comparecido en la comisión de investigación del Senado por el caso Koldo.

Tras confirmar que no dimitiría, Sánchez reapareció en la vida pública en la Feria de Abril en Barcelona, en plena campaña acompañado de Illa en una imagen que reforzó una vez más la relación entre dos amigos que hablan prácticamente a diario. “Es que son amigos”, dice un cargo del PSC. El verano pasado ya pasaron juntos las vacaciones en Lanzarote acompañados de sus parejas. La lealtad es tal que Illa ha accedido a que la diputada del PSC, Montse Mínguez, fuera nombrada la cara visible y la portavoz del PSOE en tiempos no precisamente fáciles tras el estallido del caso Cerdán.

Queda la duda de si algún día Illa, con tirada entre la militancia socialista más allá de Cataluña, podría ser el elegido por los socialistas para suceder en un futuro a Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno ante la falta de posibles relevos en el PSOE. Enfrascado en la política catalana, donde no se vislumbra por ahora una sólida alternativa, Illa no muestra el menor interés en esa conjetura y su deseo es afianzar su Govern este y en el próximo mandato. “Mi carrera política ha ido más allá de lo que yo hubiera imaginado. Hay Sánchez para rato. Y sé de lo que hablo”, aseguró en el primer aniversario de su victoria electoral, vaticinando además que el presidente concurriría y ganaría las elecciones de 2027.

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