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Política y vacaciones: cuando el PP reclamaba a Sánchez aparcar su veraneo por la caída de Kabul

Las críticas a los líderes políticos por resistirse a interrumpir su asueto, como las que recibe ahora Mañueco, son cada vez más habituales

Una furgoneta entra en la residencia La Mareta, en Teguise, en la isla canaria de Lanzarote, con el presidente, Pedro Sánchez, a bordo, al comienzo de sus vacaciones de agosto de 2023.
Ángel Munárriz

Aunque en teoría son para el descanso y la diversión, las vacaciones, cuando se las coge el adversario, sirven también como arma en la refriega política. Ocurre ahora con el ministro Óscar Puente (PSOE), que carga contra Alfonso Fernández Mañueco por quedarse de vacaciones en Cádiz durante los primeros días de los incendios en la comunidad que preside, Castilla y León, si bien también ha criticado a Juan Manuel Moreno por no interrumpir su asueto por los fuegos en Andalucía. El PP ha reaccionado con indignación, pero en realidad poner en la diana las vacaciones de un rival no es nada nuevo. Lo sabe por sus propios actos el PP, que acostumbra año tras año a pedir al presidente, Pedro Sánchez, que ponga fin a las suyas, sea por el covid, por la caída de Kabul (Afganistán) en manos de los talibanes, por una crisis política en Venezuela o por una llegada masiva de inmigrantes. Este verano, en una vuelta de tuerca, el partido de Alberto Núñez Feijóo ha intentado declarar a Sánchez persona non grata en Lanzarote, la isla donde veranea.

No hay manual que establezca cuándo un político debe cortar sus vacaciones si surge un problema. “Si no lees bien cuándo suspenderlas, te puedes meter en un lío importante. Pero si eres rápido de reflejos, como [el entonces canciller alemán] Gerhard Schröder, que reforzó su popularidad gracias una reacción ante las inundaciones de [agosto de] 2002, puedes lograr una importante conexión con la ciudadanía”, afirma César Calderón, director de la consultora RedLines, que evita entrar en valoraciones sobre la actual polémica en torno a los incendios.

Los presidentes del Gobierno se ha visto con frecuencia forzados a hacer las maletas y poner fin a sus días de asueto antes de lo previsto. En la Navidad de 2006, tras el atentado de ETA en la terminal T-4 de Barajas, con dos asesinados, José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) interrumpió su descanso de Doñana para regresar a Madrid. En 2008 volvió a suspender sus vacaciones en Doñana, esta vez en agosto, tras el accidente del avión de la compañía Spanair, con más de 150 fallecidos. En 2010, en plena crisis, Zapatero se quedó sin vacaciones, limitándolas a dos escapadas de fin de semana, y acortó las de sus ministros, según anunció entonces La Moncloa.

Su sucesor, Mariano Rajoy, interrumpió sus vacaciones en Sanxenxo (Pontevedra) en agosto de 2017 para acudir a Barcelona tras los ataques yihadistas, que dejaron 16 víctimas mortales. En cuanto a Pedro Sánchez, puso fin a su descanso estival de 2020, en Lanzarote y Doñana, apremiado por la segunda ola de la pandemia.

Pero no siempre los líderes políticos consideran que hay suficiente motivo para cortar su descanso. Y con frecuencia la oposición encuentra ahí un motivo para hacer intentar hacerlos parecer irresponsables, vagos, cobardes o todo a la vez. El PP acumula un largo historial de iniciativas contra las vacaciones presidenciales de Sánchez. ¿Los motivos? Variados. En agosto de 2018, en el primer verano de Sánchez como presidente, el portavoz parlamentario del PP, Ignacio Cosidó, le pidió que interrumpiera sus vacaciones en Doñana para visitar el Campo de Gibraltar para atender la “crisis migratoria”. En agosto de 2019, el entonces dirigente del PP Antonio González Terol criticó que se fuese a Doñana estando en funciones sin cerrar su investidura tras las elecciones de abril. Al año siguiente, el que era presidente del PP, Pablo Casado, llegó a responsabilizar a Sánchez de los contagios de la segunda ola de covid por el –dijo— vacío de gestión que suponía su veraneo en Lanzarote.

Aquel agosto de 2020, Alfonso Serrano, dirigente del PP de la Comunidad de Madrid, difundió una fotografía de Sánchez sonriente en la isla canaria, dando a entender que al presidente le resbalaban los “45.000 fallecidos por COVID”. La foto era en realidad de 2018. Serrano no borró el tuit, pero admitió el error y se disculpó.

La presión del PP se centró en 2021 en que Sánchez pusiera fin a sus vacaciones de agosto en Lanzarote para atender la crisis suscitada por la toma del poder de los talibanes en Afganistán, la “crisis migratoria en Ceuta” y el “caos del precio de la luz”, según declaró el entonces líder del partido, Pablo Casado. Sánchez reaccionó presidiendo desde su lugar de vacaciones una reunión telemática del grupo de trabajo para la repatriación del contingente español de Afganistán, después de una campaña exigiéndole liderazgo en este tema en la que también participaron los dirigentes del PP Dolors Montserrat y Jaime de Olano.

En 2023, el entonces vicesecretario de Organización del PP, Miguel Tellado, mano derecha de Feijóo, tachó de “provocación” las vacaciones agosteñas de Sánchez en Marruecos, que los populares desaprobaban por estar el presidente en funciones y sobre todo por no estar cerrado el caso Pegasus, que ponía bajo sospecha de espionaje al reino alauí. La dirigente Cuca Gamarra le reprochó que fuera el único en irse “tranquilo” de vacaciones tras lo que consideraba un mal dato de paro.

Al agosto siguiente, en 2024, los motivos para exigir a Sánchez el fin de sus vacaciones fueron la crisis en Venezuela después de que Nicolás Maduro se atribuyera la victoria sin aportar pruebas, la fuga de Carles Puigdemont tras una aparición en Barcelona y la entrada irregular de inmigrantes en Ceuta, Baleares y Andalucía. “Que deje ya sus vacaciones en Lanzarote y dé explicaciones”, le reclamó la dirigente del PP Ana Alós, arracimando todos estos argumentos.

El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP), este miércoles en Valladolid.

En julio de este año, 2025, el PP de Lanzarote presentó una moción en el Cabildo para declarar a Sánchez “persona non grata” por tratarse “de un presidente perseguido por la sospecha, acorralado por la corrupción y tolerante con conductas vejatorias para la mujer”, según los populares isleños, que no fueron desautorizados por Génova. La moción no ha llegado a debatirse hasta ahora. A diferencia de otros veranos, el PP no ha pedido este a Sánchez que interrumpa sus vacaciones en Lanzarote. No obstante, Feijóo, en una entrevista en Europa Press, sí ha atacado este lunes al Gobierno porque “sigue de vacaciones” pese a los incendios.

Desde el PP, defienden las críticas vinculadas a las vacaciones de Sánchez que ha ido vertiendo la dirección de Feijóo, al tiempo que señalan que las que ahora lanza Puente nacen lastradas por la falta de “autoridad” de un ministro que —dicen— “dedica todo su tiempo a las redes sociales” en vez de arreglar el “caos ferroviario”.

Con Rajoy en La Moncloa, también el PSOE cargó contra las vacaciones de Rajoy. Incluyendo las de su primer agosto como presidente, en 2012, cuando la entonces portavoz del PSOE en el Congreso, Soraya Rodríguez, le reclamó primero que no se fuera y después que interrumpiera su descanso Sanxenxo para atender el momento económico crítico que vivía España dos meses después de pedir el rescate bancario. En 2016, el entonces dirigente socialista Antonio Pradas afeó a Rajoy que se diera “el lujo” de unas vacaciones cuando todavía no había cerrado su investidura para ser presidente tras la repetición electoral de junio. El PP le devolvería esa crítica en 2019 y 2023, cuando Sánchez se fue de vacaciones en funciones.

Adiós al agosto tranquilo

El cuestionamiento del periodo de asueto de los políticos es un fenómeno que “va a más”, señala César Calderón, director de la consultora RedLines, que atribuye esta “tendencia” a la “politización” de las vacaciones a un cóctel de factores que incluyen —afirma— el fin del bipartidismo, que aumenta el número de voces en escena y dificulta la antigua “tregua de agosto” entre el PSOE y el PP; la incesante actividad a la que abocan las redes sociales; los ciclos electorales cada vez más cortos, y la “polarización”, que no deja “ningún tema” a salvo de la bronca.

“Forma parte de la misma lógica que ha ido reduciendo hasta acabar con ellos aquellos agostos tranquilos, en los que había una rebaja de la tensión política para hablar del posado de Ana Obregón o de lo que se llamaba ‘serpiente de verano’, que solía ser un conflicto con Gibraltar. Con eso nos podíamos pegar 15 días, y luego todo quedaba en nada. Ahora no. Ahora parece que tiene que haber enfrentamiento a diario”, añade Calderón, que ve “negativo” para el clima político seguir con el “choque permanente” cuando “una sociedad que ya tiene la cabeza recalentada intenta tomarse unos días de descanso”.

En línea con Calderón, Ramón Villaplana, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Murcia, que publica sus investigaciones sobre el funcionamiento de los partidos en revistas como Party politics, cree que hay diversas corrientes de fondo en la política —no solo española— que empujan hacia un mayor cuestionamiento del ocio de los responsables públicos. ¿Cuáles? A su juicio, la cultura de la “hiperconectividad” ha hecho que los líderes políticos, que antes se dosificaban más, ahora se pronuncien sobre muchos más asuntos, lo que alimenta la idea de que lo abarcan todo y deben estar presentes en todo. A ello —añade— se suma la “personalización” de la política. “No sirve que hable cualquiera. Queremos al líder, porque ellos mismos nos han acostumbrado a eso. Obviamente, hay situaciones que exigen presencia, pero cualquier político necesita descansar, delegar. Esta exigencia lleva a una política insostenible”, concluye.

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Sobre la firma

Ángel Munárriz
Ángel Munárriz (Cortes de la Frontera, Málaga, 1980) es periodista de la sección de Nacional de EL PAÍS. Empezó su trayectoria en El Correo de Andalucía y ha pasado por medios como Público e Infolibre, donde fue director de investigación. Colabora en el programa Hora 25, de la SER, y es autor de 'Iglesia SA', un ensayo sobre dinero y poder.
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