32 horas en un pueblo confinado por el fuego: “Nos vino a la memoria la pandemia”
Oliva de Plasencia (Cáceres) se cerró por la proximidad del incendio de Jarilla, que ha dejado 4.800 hectáreas quemadas


Oliva de Plasencia (292 habitantes, Cáceres) ocupa un punto estratégico a medio camino entre el Valle del Jerte y la ciudad de Placencia. Hay quien escoge esta pequeña aldea, rodeada del encinar extremeño, para turismo rural. Otros pasan el verano en el que es el pueblo de sus padres o abuelos. Entre ellos, José Manuel Ortega, de 76 años. Este jubilado reside en Alicante y se traslada durante largas temporadas a Oliva, donde nació su esposa. Pero el matrimonio ha vivido este año una situación inédita, fruto de un cocktail de circunstancias adversas, que en Extremadura ha desembocado en una aciaga semana de virulentos incendios. El miércoles llegó a haber 19, este viernes quedaban ocho activos.
Uno de los peores fuegos se registró en la montaña de en frente, en Jarilla —a tres kilómetros—, provocando el desalojo de ese municipio, de Cabellabezosa y de Villar. También el cierre total de Oliva de Plasencia con sus vecinos dentro. El jueves, a las 6.14 de la mañana, Ortega, su esposa y el resto de residentes recibieron un mensaje ES Alert ordenando el confinamiento de todos los vecinos por la amenaza del incendio, que tras cuatro aciagos días ha arrasado 4.800 hectáreas. “Conocía el mensaje por la dana de Valencia”, relata Ortega junto al Ayuntamiento. “Sentí preocupación, aunque sabía que estaba lejos”.
La Junta de Extremadura tomó la decisión de confinar el pueblo ante los riesgos de inhalación de humo y para evitar desplazamientos peligrosos. La orden, que además de a través de los móviles llegó por el boca a boca —no funcionaba la megafonía del Consistorio porque la red estaba caída por el fuego—, era la de permanecer dentro del municipio. No se podía salir ni entrar. Y en un primer momento, la recomendación era mantenerse, a poder ser, dentro de las viviendas con las ventanas y puertas cerradas. “Nos vino a la memoria la pandemia”, apunta Jorge Urbano, comercial de 47 años. Todos los accesos al municipio, por diversas carreteras comarcales, han estado desde la mañana del jueves acordonados y controlados por agentes de la Guardia Civil. Aunque hay quienes han conseguido escapar, e incluso regresar de nuevo, dando rodeos y por caminos escondidos.
Pero la vida dentro de los límites de Oliva de Plasencia sigue su curso. El matrimonio de Jose Martín, de 78 años, jubilado, y Águeda González, de igual edad, se refugian del calor en casa, con un humedecedor de aire y siguen las noticias en el televisor. Residen en Leganés desde hace cinco décadas, pero cada verano vuelven al lugar donde nacieron y crecieron. Cuentan que el miedo llegó al principio, ante la incertidumbre del avance del fuego, y porque veían las llamas de Jarilla arder desde su pueblo. Luego la vida siguió su curso, con los niños correteando por las calles la noche anterior y siguiendo las costumbres del pueblo. “Anoche nos sentamos aquí, en el tranquillo, a charlar con los vecinos”. Hay actividades que sí han tenido que ser anuladas, como el chapuzón en la piscina, que se mantiene cerrada por precaución. Bares no hay abiertos porque el último fue clausurado hace un mes definitivamente. Sí hubo misa por la mañana, después de que el cura lograra acceder al pueblo.

“La vida, normal, normal, tampoco es”, ironiza Urbano sobre las extraordinarias horas que están experimentando. Tanto él como otra decena de vecinos tomaban el aperitivo alrededor de las 13.00 de este viernes, bajo un toldo y alrededor de una mesa de plástico con varias sillas. Sobre el mantel de cuadros, un táper con ensalada de tomate y cebolla. En un ambiente festivo, la mayoría bebe latas de cerveza y dos de ellos cantan a capela Qué pena me da, de Los Chichos. “A este le hemos dado asilo político”, bromea Urbano señalando a otro de los hombres, José García, que se hospeda en casa de su hermano después de ser desalojado de Cabellabezosa. Él es uno de los 19 residentes de este municipio próximo que se resistió en un primer momento a ser desalojado y tuvo que ser evacuado, a la fuerza y de madrugada, por los agentes. “Nos llevaron medios esposados”, rememora García.
La Guardia Civil ha tenido que sancionar a quienes en los últimos días se han saltado las restricciones impuestas por el incendio que se registró en Jarilla, con multas de hasta 3.000 euros. Jose Ávila, de 41 años, cruza a pie junto a dos familiares el cordón policial de vuelta al pueblo, a cinco kilómetros de las casas. Ha dejado el coche justo antes de pasar la línea prohibida y anduvo unos 200 metros hasta la gasolinera más temprana. Allí compró cuatro barras de pan, que porta su sobrino, porque la única tienda del pueblo se quedó sin pan esa mañana, festivo en toda España. “Si normalmente compras dos, pues ahora compras cuatro. Hay bastante nerviosismo”, indica bajo un sol de justicia y mientras la columna de humo de enfrente, que asedia el municipio de Jarilla, ha vuelto a reactivarse. “A ver ahora cuándo nos desconfinan”, se pregunta.

La única tienda abierta de Oliva de Plasencia es la que regentan Dionisio García, de 38 años, y su esposa, Consuelo Martínez. “Hemos intentado que a la gente no le falte de nada”, aseguran. Para ello, García ha salido y entrado del pueblo por sendas no tuteladas por la Guardia Civil para proveer de víveres el colmado. “El camión de la fruta sí que no pudo llegar porque la autovía estaba cortada”, añaden delante de las cajas medio vacías.
El alcalde de Oliva de Plasencia, Ángel González, ha ido trasladando la información a los vecinos, haciendo de enlace con el organismo de coordinación de emergencias (Cecopi). “Hay gente que está preocupada”, revela. “En la casa rural ha afectado bastante, estamos en puente y aquí vienen muchos turistas”, continúa. “La gente no lo entiende muy bien, no acaba de pillarlo”, sostiene González poco antes de participar por videollamada en la reunión de la tarde del Cecopi. Tras bajar de intensidad el incendio de Jarilla por los servicios de extinción, pasadas las 14.00, la normalidad-normalidad volvió a Oliva de Plasencia con la orden de desconfinamiento. Los 300 desalojados de los tres pueblos cercanos también pudieron regresar a sus hogares, rodeados de campos abrasados y con olor a quemado.
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