Sin Mundial y sin Expo 2027: la imagen internacional de Málaga se desinfla
La capital de la Costa del Sol se ha convertido en una eterna aspirante a eventos globales, con fracasos que han lastrado la imagen de un alcalde que no encuentra la guinda para su proyecto de ciudad


Soñaba Málaga con ser sede del Mundial 2030 cuando la realidad la despertó: no había tiempo suficiente. Los plazos no daban para remodelar el estadio de fútbol de La Rosaleda y que cumpliese las exigencias de la FIFA. Y eso que lo más difícil estaba hecho, porque el acuerdo entre administraciones para sufragar los 270 millones que costaban los trabajos estaba sellado. La decisión de renunciar a la cita mundialista se une a una larga lista de eventos que se le han escapado a la ciudad andaluza en los últimos años por unos u otros motivos, como la Copa América de Vela de 2024 o la Exposición Internacional de 2027. Ahora pretende también acoger la sede de la Autoridad Aduanera de la Unión Europea, pero inicia la carrera sabiendo que la proyección internacional se le resiste. “La ciudad se ha redimensionado y quiere entrar en otra liga, pero ahí es más difícil competir y no siempre se gana”, subraya Rafael Ventura, catedrático de la Universidad de Málaga.
A lo largo de los últimos años, Málaga se ha visto beneficiada por infraestructuras financiadas por proyectos europeos para afianzar su posición y potenciar el turismo. Europa ha participado en obras como la remodelación del Paseo del Parque y el barrio del Soho o la peatonalización de la calle Larios y su céntrico entorno. Solo en los últimos cinco años, el aporte comunitario es de 150 millones de euros, según explicó esta primavera Carlos Conde, concejal de Economía, Hacienda y Fondos de la UE.
El lavado de cara ha ido de la mano de equipamientos aportados por el Gobierno central —como la ampliación del aeropuerto, las autovías, la hiperronda o el AVE— que han permitido un crecimiento nunca antes visto de la ciudad. ¿Por qué no basta todo ello para acoger eventos internacionales? En realidad “no le falta nada”, responde José Antonio Pérez Ramírez, profesor de Ecosistema Inmobiliario en la Universidad de Málaga y responsable de la Real Estate Business School, que asegura que por la “estructura territorial y socioeconómica” no necesita acoger estas citas que, además, “saturarían temporalmente” el territorio.

Es la tesis que defendía el alcalde, Francisco de la Torre, cuando pinchaba el globo mundialista a principios de julio. “Málaga es una ciudad, como su provincia, con una potencia, una fuerza y una visibilidad tal que el mundial le añade poco. Y si el mundial crea problemas, no es bueno hacerlo. Por eso no lo considero un fracaso”, subrayaba el regidor. La renuncia era un secreto a voces desde hacía meses, porque cuando se presentó el proyecto en 2023 todo apuntaba a que no habría tiempo de hacer las obras necesarias, salvo que se promovieran con celeridad, algo raro en la administración pública. Además, los trabajos incluían no solo la remodelación del estadio de La Rosaleda, también la reforma de todo su entorno, con un plan que incluía derribos de edificios o la construcción de puentes pasarela sobre el río Guadalmedina. Eso requería la adaptación de otro campo de fútbol para que el Málaga CF pudiera jugar sus partidos durante el tiempo que durasen los trabajos.
De la Torre achacó precisamente a este último apartado el fracaso del proyecto y la necesidad de elegir entre la cita futbolística o la supervivencia del club. Apostó por lo segundo y fue la excusa perfecta para echar balones fuera y decir adiós al Mundial 2030. “No pasa nada, lo digo sinceramente”, insistía el regidor, objeto de críticas por parte de la oposición municipal. El socialista Daniel Pérez decía que la propuesta había sido una “cortina de humo”. “El alcalde ha vuelto a hacer lo que mejor sabe: propaganda”, decía por su parte Nicolás Sguiglia, portavoz de Con Málaga. Ahora, después de perder la carrera por acoger el Centro Nacional de Ciberseguridad, la ciudad aspira a ser sede de la Autoridad Aduanera de la Unión Europea, con expreso apoyo del Gobierno.
De la Expo a la Capitalidad Cultural
“No quiero entrar en política, pero me parece que la decisión es acertada a pesar de romper con la lógica habitual en la que las ciudades quieren ser parte de grandes eventos. Y, además, apenas ha habido debate contrario a lo acordado”, señala Rafael Ventura, que cree que el mundial seguirá llevando beneficios a la ciudad andaluza porque por su aeropuerto pasarán muchos miles de aficionados. “Y algún porcentaje decidirá quedarse unos días en la Costa del Sol”, apunta. “Era demasiado evidente que no se podían cumplir los plazos y la mejor decisión era retirarse”, afirma por su parte José Luis Sánchez Ollero, catedrático de Economía Aplicada de la universidad malagueña, que cree que por mucho que se haya vendido el éxito turístico o Málaga llegase a The New York Times, sigue sin ser una gran ciudad desde distintos puntos de vista, como la población, los equipamientos o las conexiones con su área metropolitana.
“Creo que ha habido un enfoque equivocado de traer eventos para hacer ciudad, cuando lo ideal es hacer ciudad y luego traer eventos”, añade Sánchez Ollero. El especialista opina que los repetidos fiascos han deteriorado “bastante” la imagen de Francisco de la Torre. “A todos nos ilusionan los grandes proyectos, pero el día a día de la ciudad es que la gente no encuentra vivienda y que se tiene que ir para hacer hueco a los turistas”, remata el catedrático.
Entre esos chascos hay otro deportivo. Y reciente. Málaga aspiraba, a principios de 2022, a ser la sede de la Copa América de Vela que se celebraría dos años después. Lo hizo finalmente en Barcelona, donde el equipo organizador encontró mejores instalaciones, infraestructura y apoyo económico. “Por ciudad ganábamos, el problema es el puerto”, decía entonces De la Torre, que pedía la ampliación del muelle de Levante para poder acoger competiciones de este calibre. Y aunque aseguró que quería aprovechar la inercia de aquellos días —marzo de 2023— para realizar las obras con aportaciones municipales, de momento los trabajos no han empezado.
Un año después la ciudad se llevaba otro varapalo. El esfuerzo municipal realizado durante un lustro para que Málaga acogiera la Exposición Internacional de 2027 se quedó en nada. La era urbana: hacia una ciudad sostenible era el lema de la candidatura. Sin embargo, los votos de los 179 países que forman el Bureau International des Expositions (BIE) decidieron que la sede sería Belgrado. La responsabilidad del fracaso, como en otras ocasiones, se la llevaron los demás. Primero fueron “motivos geopolíticos”. Después, culpa de Pedro Sánchez. “Nunca ha habido un Gobierno que mire más de lejos a Málaga que este”, decía Elías Bendodo, vicesecretario de Coordinación Autonómica y Local en el PP. De momento, el municipio trabaja en la adquisición de los suelos donde se celebraría el evento para impulsar una aceleradora de iniciativas empresariales.
Ese mismo año, Málaga también perdió la carrera por ser Capitalidad Europea de la Juventud, como haría igualmente en 2024. Antes, en 2017, se quedó también sin la Agencia Europea del Medicamento a la que aspiraba, que se fue hasta Ámsterdam. Y en 2010 fue descartada a las primeras de cambio para convertirse en la Capital Cultural Europea de 2016, que finalmente ejerció San Sebastián. A principios de siglo también se quedó sin la Agencia Europea de Seguridad Marítima, que viajó hasta Lisboa.
“Málaga no puede conformarse con pensar que vendrán a premiarnos por lo bien que lo hacemos. Necesita crear estrategias, nombrar negociadores capaces, anticiparse a las necesidades, abrir delegaciones en los lugares pertinentes, es decir, hacer una inversión que, me temo, no podemos permitirnos y que, vaya, a lo mejor no necesitamos”, escribía el pasado 20 de julio el periodista Pablo Bujalance en su columna semanal en Málaga hoy. “Estaría bien bajarse de la moto, dejar de creernos el ombligo del mundo y decidir qué ciudad queremos ser y para quién, sin competir con nadie más que con nosotros mismos”, concluía.
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