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Las voces rurales de Radio Valdivielso buscan sobrevivir tras 24 años con un micromecenazgo que les dé para un local

Una emisora autogestionada de Burgos necesita financiación para seguir su proyecto de unidad popular 

Imagen cedida por Radio Valdivielso de su estudio de grabación.
Juan Navarro

Vallarriba y Vallabajo o se llevaban mal o directamente ni se llevaban porque apenas tenían nada en común hasta que las ondas radiofónicas cosieron distancias de un puñado de kilómetros en lo geográfico y eternidades en lo emocional. Radio Valdivielso nació hace 24 años casi por casualidad en la comarca burgalesa del Valle de Valdivielso, 14 pequeños pueblos donde entre todos, siendo generosos, hay 500 habitantes en invierno. La emisora ha abrigado soledades y forjado una unión insólita gracias a unos micrófonos por donde pasa todo quisqui que tenga algo que contar o cantar: es decir, todo el mundo. Esta radio autogestionada con aportaciones de socios busca ahora fondos por micromecenazgo para procurarse un local en condiciones y derrotar con la fuerza del cariño popular a las “manos negras” que reniegan de lo comunal: es más fácil dominar a individuos atomizados que a un grupo unido por los transistores.

Jokin Garmilla pasó de loco a locutor cuando cambió Madrid, donde trabajaba en una discográfica, por el discreto norte burgalés, orígenes de sus padres y de los de su pareja. Allí, casi de rebote, fundó una radio popular rural y a base de recorrerse el Valle descubrió que la caprichosa orografía se apiadaba de las ondas: el embrión de Radio Valdivielso estaba en el aire. Puri fue la primera oyente, con Garmilla predicando en el desierto demográfico hasta que un día dejó su teléfono en directo y llamó esta vecina de Valdenoceda. Así empezaron en 2001 y prosiguen en 2025, se enorgullece el fundador, de 59 años. Emiten todos los días, salvo el lunes, de 10.00 a 14.00, y subsisten con aportaciones de 40 euros anuales de los 500 socios más ingresillos de vender camisetas, chapas o lotería y una propinilla de la Diputación de Burgos: “Es un ejemplo de apoyo social”.

Empresa difícil allí donde la recelosa y dispersa mentalidad castellana rehúye del asociacionismo, prejuicios destruidos desde el 106.0 FM. “Hemos formado vínculo con la gente emigrada del valle o gente de fuera que ha sentido vínculo, que le gustan los pódcast y nuestras entrevistas, ha crecido por redes sociales y ahora nos sentimos parte de lo mismo”, celebra Garmilla, que trabaja con la puerta abierta en la sede, en Quintana de Valdivielso. Allí entra quien quiera, engancha el micro y a funcionar, más allá de los colaboradores usuales, información de servicio, partes meteorológicos e historietas cotidianas que enamoran a la audiencia.

Imagen cedida por Radio Valdivielso de su estudio de grabación.

Los ancianos, mayoría en la zona, abundan en la parrilla. Destacan las antiquísimas canciones populares canturreadas por los veteranos del lugar, a veces salen historias de la Guerra Civil o miserias de los penales franquistas. También se habla de eventos, con el verano plagado de entretenimiento: competidos torneos de fútbol interpueblos, instaurados porque al locutor le dio por iniciar los programas diciendo “Hace un día estupendo para la práctica del fútbol”, cuentacuentos infantiles, rutas por la naturaleza, merendolas, educación medioambiental, teatro o toda clase de actividades culturales.

El futuro de Radio Valdivielso afronta dificultades ante su cuarta, y confían que última, mudanza. Han pasado por varios locales de la zona y llevan desde 2011 instalados en un local del Ayuntamiento, si bien la entidad les ha pedido dejarlo porque quieren darle otro uso. La asamblea decidió que el estudio Pedrito Barcina, en honor a un añorado dulzainero del lugar, tenga casa propia y no cedida. Para ello han abierto una campaña de micromecenazgo que ha encontrado sus primeras “manos negras”, lamenta Garmilla. Tenían fichado un inmueble, pero, casualmente, alguien lo ha comprado de repente: “Lo ha hecho alguien para que tengamos dificultades”. La campaña, de momento, rebasa los 13.000 de los 30.000 euros anhelados y los mecenas pueden elegir apadrinar una teja, comprar un pin o una camiseta u optar por una estancia rural de fin de semana y, como recompensa, aparecer en los programas o dejar una cuña.

El equipo ha incorporado a la becaria Julia Pérez, antropóloga social y cultural de 23 años, formándose en Radio Valdivielso mediante un proyecto de Campus Rural. Ella ha aprendido al distinto correr de los tiempos entre el Burgos despoblado y el enjambre de Leganés, ha redescubierto el aburrimiento y se conoce más a sí misma en paseos, lecturas o bajando al río. “Hay mucha gente que vive sola, un montonazo, y tienen esa compañía de fondo, hacen comunidad, aunque no presten atención. La gente descubre que su historia es importante, es un espacio común para toda la peña del valle como lugar de encuentro y participación”, ensalza Pérez.

Jorge Contreras, burgalés de 27 años, se ha convertido en “el zagal de Radio Valdivielso” como vivaracho rapaz contador de historias, que lo mismo planta en la programación coberturas de la fiesta castellana de Villalar de los Comuneros (Valladolid) que las andanzas de los escasos trashumantes que siguen trasladando sus ovejas por cientos de kilómetros en busca de prados frescos, entrevistas a grupos musicales renovadores del folclore o reportajes sobre el castellanismo. “Cuando propongo temas o entrevistas, siempre intento traer historias diferentes, pero cercanas, mantener esa línea editorial de poner la vida en el centro, a la persona, trato de llevar historias con testimonios que acompañen el mundo rural”, explica el joven, con un mensaje de reivindicación. “Aporta un compromiso y un vínculo social importante, hace de pegamento y conecta”. Contreras vive lejos de Valdivielso, pero lo escucha y se siente uno más de esa familia radiofónica: “Trae actualidad nacional y global, pero también las aventuras de sus vecinos, la niñez de las personas octogenarias y sus vivencias. Radio Valdivielso hace de la vida algo importante”.

Que se lo digan a Pilar Arce, de 88 años, entregada a la huerta antes de recibir el contacto telefónico del periodista: “Es para todos un bien, si se muere uno, hay misa o hay algo, te enteras por la radio. Te lo explica todo estupendamente, no creo que a nadie no le guste”. La conversación gira y, de pronto, Arce acaba cantando una vieja melodía del valle pese a jurar que su voz no es como antes: “Yo que vine a Valdivielso allá por el mes de enero del 51, yo que anduve el mundo entero, me quedé en Valdivielso que es la flor del mundo [...] ay Valdivielso, bella tacita de plata, bajo tu cielo de estrellas se vive y se sueña y todo es amor”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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