El papa que sulfuró a Bannon, Milei, Salvini y Ayuso
Las posiciones de Francisco sobre inmigración, historia, economía o medio ambiente, y su negativa a poner la Iglesia al servicio de la batalla cultural, le granjearon enemigos en el campo derechista

A Francisco, cuyo papado arrancó en 2013 y terminó este lunes con su muerte, le ha tocado ver desde la cima de la Iglesia el ascenso de la extrema derecha nacionalista y xenófoba en todo Occidente. Ante ese fenómeno de época, ¿qué posición ha adoptado? Nítida, inequívocamente en contra. Y no solo de la discriminación al inmigrante, también de los excesos del neoliberalismo, lo que ha llevado a que desde el campo conservador se lo considere con frecuencia un papa simpatizante de la izquierda. Aunque detractor del aborto y contrario a la equiparación en derechos de heterosexuales y homosexuales —que no pueden conformar lo que la Iglesia considera “familia natural”—, el pontífice argentino también se resistió a las presiones para que utilizase la Santa Sede como un ariete en la “batalla cultural” contra el “lobby LGTBI” y la “ideología de género”. Todo esto le ha valido la abierta antipatía de destacados puntales de la familia política ultra, aunque también ha sulfurado a dirigentes de las derechas consideradas moderadas.
El Papa recibió algo más que críticas en su país natal. Recibió insultos. Durante su etapa como polemista ultraliberal que arrancaba su carrera política, Javier Milei, hoy presidente de la república, convirtió a Francisco en objeto preferente de sus invectivas. En su cuenta de X, entonces Twitter, atacó en 2017 al Papa, mandándolo “a la mierda” y llamándolo “zurdo asqueroso” por defender la “justicia social”, de la que él abomina. “Sería bueno que arranques repartiendo a los pobres las riquezas del Vaticano. Pedazo de pelotudo”, le dijo, dirigiéndose expresamente al Papa. Al año siguiente, lo llamó “zurdo hijo de puta” y afirmó que era “el representante del maligno” en la Iglesia.
Matteo Salvini, jefe de la Liga, es el dirigente político italiano con el que Francisco ha vivido polémicas más encendidas. En 2019, con Salvini en su apogeo político como ministro del Interior, un cardenal polaco muy próximo a Francisco se coló en el cuarto de contadores de un edificio ocupado donde vivían 400 personas sin luz y volvió a conectarla. Para irritación del líder liguista, aquel cardenal fue elevado a categoría de héroe de la izquierda. “Le pasaremos al Vaticano la factura de 300.000 euros que debía ese edificio”, advirtió Salvini, que tuvo que leer del Papa una frase que sonó para él: “Un político no debe sembrar odio y miedo”. Aquel mismo 2019, después de que Francisco se hiciera una foto con una chapa que decía “abramos los puertos”, Salvini replicó: “Él se ocupa de almas, yo de los cinco millones de italianos pobres. Yo los puertos los abro a quien tiene permiso”.
El César y Dios
Ha sido usual que los líderes de la extrema derecha empleen la famosa frase de origen bíblico “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, o similares, para criticar al Papa cuando se vieron incomodados por sus mensajes. En 2021, empleó esta expresión sobre el César y Dios la líder de Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, en el que fue su choque más sonado con el Pontífice. Lo hizo después de que Le Nouvel Observateur publicase que el Papa estaba “preocupado” por el ascenso de la extrema derecha. “Estoy convencida de que muchos creyentes estarían encantados de que el Papa se ocupara de lo que pasa en las iglesias y no en las urnas”, añadió Le Pen, que suele dar cobertura a su discurso islamófobo apelando a la defensa de la esencia cristiana de Francia, tarea en la que nunca ha encontrado la complicidad del pontífice.
Más explícito aún que Le Pen en sus críticas al Papa fue el escritor Éric Zemmour, su rival en el campo ultraderechista galo: “Pero ¿qué quiere el Papa? ¿Quiere que la Europa cristiana y cuna del cristianismo se convierta en tierra islámica? Me gustaría que se explicase sobre esto”, se enojó en 2023.
En España, Francisco ha estado en el punto de mira de Vox. Cuando en 2020, en pleno debate en España sobre el salario mínimo, el Papa se pronunció a favor de una renta universal, Santiago Abascal lo desvistió de autoridad papal. “La opinión del ciudadano Bergoglio”, dijo, le parecía “respetable, como la de cualquier otro ciudadano”. “Pero no la comparto”, añadió Abascal, que afirmó que él no opina sobre “si se debe dar la comunión o no se debe dar”, y simétricamente el obispo de Roma no debía meterse en asuntos políticos. “A Dios lo que es Dios y al César lo que es del César”, añadió.
El que fue portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, respondió así en 2019 a uno de los mensajes papales contra el rechazo al extranjero: “Me parece muy bien que el Papa acoja en el Vaticano a cuantos inmigrantes ilegales que llegan sin papeles quiera”. Pero no debe, añadió, decir a otros Estados soberanos qué hacer. Dos años después, en 2021, criticó que “un jefe de Estado del Vaticano, de nacionalidad argentina”, se disculpara por los “pecados” cometidos durante la conquista de América. Esta petición de perdón causó irritación más allá de Vox. A Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, del PP, le pareció “sorprendente” que “un católico que habla español” se pronunciara así sobre “un legado que fue llevar el español” y el “catolicismo” al continente americano. José María Aznar, al frente de FAES, también terció en la polémica: “No voy a engrosar las filas de los que piden perdón”.
De la inmigración a la Amazonia
Las últimas palabras con repercusión pública del Papa fueron el domingo, cuando habló contra el “desprecio a los inmigrantes”. Al yuxtaponerlas a su recepción al vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, fue casi unánime su lectura como un reproche a la Administración de Donald Trump. Uno de tantos. Porque la inmigración fue el tema que provocó más colisiones entre el obispo de Roma y los líderes de la extrema derecha. Pero no el único.
El abanico fue variado. En 2020, suscitó las iras de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, al tuitear: “Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida”. “La Amazonia es nuestra”, respondió Bolsonaro, que negó que la selva sea, como sostiene el Papa, de toda la humanidad.
Un detalle ilustra la condición de obstáculo para la ultraderecha que constituyó Francisco. Steve Bannon, el que fuera ideólogo del trumpismo, lo identificó ya durante el primer mandato de Trump como un enemigo a batir. En 2017, The New York Times publicó que Bannon, siendo asesor de Trump, estaba estrechando alianzas con algunos enemigos del Papa dentro de la curia, como el cardenal estadounidense Raymond Burke, para maniobrar contra el cabeza de la Iglesia en el Vaticano. Dos años después, Bannon protestaba ante NBC News por la actitud de un Papa que “constantemente le echa todas las culpas del mundo a este movimiento nacionalista populista”.
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