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Lo que podemos aprender de la serie ‘Adolescencia’

Los datos de soledad no deseada entre los más jóvenes no dejan de aumentar y adquieren tintes de epidemia. Los adolescentes están cada vez más conectados, pero cada vez menos acompañados

Serie Adolescencia Netflix

La adolescencia es un periodo emocionalmente turbulento, donde los jóvenes luchan entre el deseo de aferrarse al pasado y la necesidad de avanzar hacia la independencia. Como describe la doctora Marina Romero, esta etapa está marcada por un volcán de sentimientos y preocupaciones en relación con el miedo al abandono o con la falta de validación por parte de sus iguales. Según el manual Soledad(es), de Elvira Lara y Natalia Martín, existen factores evolutivos que pueden contribuir a que la soledad sea una experiencia normal en esta etapa, ya que los jóvenes experimentan una aproximación a los iguales y, al mismo tiempo, se separan de los padres como figuras de apego. Sin embargo, algunos adolescentes son más sensibles a la soledad no deseada, especialmente aquellos que se enfrentan al rechazo de sus iguales, viven cambios de colegio o sufren acoso escolar. También la ansiedad social, la timidez excesiva o la baja autoestima aumentan la vulnerabilidad a la soledad no deseada, ya que estas características pueden generar expectativas negativas sobre las interacciones sociales y una alta sensibilidad al rechazo, como muestra la serie Adolescencia.

Según el Observatorio para el Estudio de la Soledad no Deseada, un 20% de los jóvenes la experimenta frecuentemente. Muchos expertos vinculan este aumento con los cambios en la forma en que los adolescentes se relacionan, en particular, a través del uso de los teléfonos móviles y las redes sociales, donde los jóvenes se comparan con estilos de vida y patrones de belleza muchas veces inalcanzables.

Además, el uso de dispositivos móviles ha reducido el tiempo que los adolescentes dedican a la interacción cara a cara. Incluso cuando están juntos, se muestran mentalmente separados. Es como si sus cerebros no sincronizaran a pesar de estar preparados para socializar y aprender desde la experiencia real. Esto afecta a la capacidad de desarrollar habilidades emocionales y sociales fundamentales, como la empatía y la compasión. Las redes sociales los conectan con personas que están lejos, pero los desconectan de la gente que tienen cerca. Por eso, aunque están conectados virtualmente con muchas personas, estas relaciones a menudo carecen de profundidad y afecto genuino. Además, la responsabilidad afectiva en las relaciones reales también ha disminuido, ya que las amistades requieren tiempo y esfuerzo para nutrirse de manera saludable, y los adolescentes, al no aprender a manejar las frustraciones de las relaciones interpersonales, pueden cortar lazos rápidamente, lo que fomenta el individualismo y la autosuficiencia excesiva.

La principal fuente de ocio para hasta un 74,6% de los jóvenes españoles son las nuevas tecnologías y muchos adolescentes evitan estar a solas con ellos mismos, buscando un placer inmediato para mitigar también el aburrimiento. La constante estimulación les impide desarrollar habilidades como la atención prolongada, la creatividad o la concentración, lo que afecta negativamente a su capacidad de disfrutar de actividades que requieren de una atención sostenida. Hay una carencia en interiorizar historias que den sentido a sus vidas y que los conecten con un propósito más profundo o satisfactorio, como son las que se adquieren a través de la lectura o viendo una película.

La falta de redes de apoyo en el hogar está contribuyendo también al aumento de la soledad no deseada en los adolescentes, como señala María Mayoral, psicóloga clínica del Hospital Universitario La Paz. Además, las familias tienen cada vez menos redes de apoyo, como vecinos, abuelos o la propia comunidad, lo que afecta a la sensación de soledad y la falta de apoyo emocional.

Si el problema de la soledad adolescente no se aborda adecuadamente, puede incrementar el riesgo de desarrollar un problema de salud mental o afectar a la calidad de vida en momentos como la mediana edad. El primer paso es afrontar la vergüenza de reconocerse sentirse solo. En segundo lugar, analizar los pensamientos, emociones y comportamientos que perpetúan ese estado. Se trataría de comprender por qué uno se siente así analizando si se está eligiendo bien cómo se invierte el tiempo en actividades y relaciones que sean satisfactorias. Transformar la experiencia de soledad no deseada en una experiencia más enriquecedora se puede hacer a través de actividades que estimulen el aprendizaje, el conocimiento o la curiosidad…, que incluya momentos de introspección, descanso y de creatividad, como leer, descansar, escuchar música, tocar un instrumento o hacer ejercicio. Se trata de aceptar que hay una soledad que sí se puede tolerar y que no es negativa.

Cada vez son más los jóvenes que se dan cuenta de que una vida virtual no puede sustituir al contacto interpersonal íntimo y que la calidad de las relaciones humanas tiene que ver con la verdadera confianza. Necesitamos que los adolescentes puedan comunicar con más libertad sus necesidades para afrontar este reto juntos. Y mientras, ayudémoslos a construir y a sentir esos vínculos más seguros. 

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