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Blogs / El Viajero
El blog de viajes
Por Paco Nadal

Nueva vida en el Monasterio de Piedra, un oasis de agua y verdor en Zaragoza

Tras cinco meses cerrado para reparar los destrozos que causó la dana, el espacio natural más visitado de esta provincia aragonesa reabre con más vigor y nuevas dependencias para los visitantes

Ruinas de la iglesia cisterciense del Monasterio de Piedra, en la provincia de Zaragoza.
Paco Nadal

Juan Federico Muntadas Jornet fue un visionario. Heredó de su padre unas tierras fértiles y con agua en abundancia, unos bosques y unas piscifactorías al sur de la provincia de Zaragoza. En medio de todo eso había un monasterio medio en ruinas. Pero en vez de poner en cultivo las tierras, obtener la leña de los bosques, extraer los recursos piscícolas y cinegéticos de la finca y vender los sillares del convento como piedra para la construcción, se le ocurrió darles un uso distinto: dedicar la finca al turismo. Así, a priori, puede parecer que la idea no era ni tan original ni tan peculiar. Pero si situamos la acción en 1850, entonces sí hay que reconocer que Muntadas era un iluminado.

La finca en cuestión es lo que hoy conocemos como el Monasterio de Piedra, un parque natural en torno a las cascadas y pozas que forma el río Piedra, al adentrase en una hoz calcárea en el municipio de Nuévalos, y un antiguo monasterio del Císter del siglo XIII completamente reacondicionado como hotel. Un oasis de agua y verdor en medio de los resecos campos del suroeste zaragozano.

Muntadas —literato, filósofo, piscicultor y político, pero sobre todo alguien con una sensibilidad naturalista adelantada a su tiempo—, habilitó senderos, creó miradores y plantó árboles ornamentales al estilo del Romanticismo europeo. También adaptó las celdas de los monjes como alojamiento para que pudieran visitar el lugar sus amigos escritores, intelectuales y empresarios, que además eran los pocos que se podían permitir el lujo de hacer turismo en la segunda mitad del siglo XIX. Fue el embrión del actual hotel.

Vista aérea de la piscifactoría del Monasterio de Piedra.

Hoy, el Monasterio de Piedra, con 300.000 entradas anuales, es la segunda atracción turística más visitada de la provincia de Zaragoza, después de la basílica del Pilar, y uno de los parajes naturales más sorprendentes de España. Y está, además, de reapertura.

Septiembre de 2024 fue muy tormentoso en la comarca. Los días 2, 3 y 5 se produjeron lluvias torrenciales que dejaron empapado el terreno y llenos a rebosar los acuíferos. Los expertos del parque sabían que se venía otra crecida, el subsuelo no podría absorberla y discurriría en forma de escorrentía. Y lo peor que podía pasar, pasó. El 30 de octubre, la misma dana que produjo la tragedia de Valencia, descargó sobre el valle del río Piedra tal cantidad de agua que el caudal pasó de un 1 m³/s, que es el habitual, a 95,9 m³/s, la mayor crecida desde que hay registros. Una riada devastadora que se llevó por delante puentes, senderos, muros, vallas, señalización, pasarelas y mobiliario. El agua estancada en las zonas llanas llegó a alcanzar 3,5 metros de profundidad. Toda una demostración de la fuerza de la naturaleza.

El Monasterio de Piedra.

El pasado 22 de marzo, tras casi cinco meses de obras y reparaciones, el parque-jardín histórico que ideó aquel visionario hace 175 años reabrió sus puertas. El hotel nunca cerró, pero sin el motor del parque natural, el alojamiento y toda la comarca de Calatayud estuvieron cojos todo ese tiempo. La entrada cuesta 19 euros y da derecho a permanecer dentro del parque todo el tiempo que se quiera, aunque el recorrido circular completo y de forma pausada lleva unas dos horas y media o tres.

En torno al claustro se disponen las estancias monacales: Sala Capitular, Cillería o almacén, Cocina, Refectorio y Calefactorio.

Se sigue entrando, como siempre, por el paseo de la Olmeda. En el parque hay 50 especies de árboles y arbustos autóctonos que forman un bosque de ribera de los que ya quedan pocos, un biotopo singular de frontera entre la vegetación esteparia del sur aragonés y la vegetación mediterránea propia de ríos con caudal permanente. El sendero señalizado pasa por una nueva zona ajardinada con especies silvestres de bajo requerimiento hídrico y prosigue hasta el mirador de la Puerta, junto a uno de los torreones de la muralla medieval que cercaba el monasterio cisterciense. Es el punto más alto del recorrido y desde donde se tiene una vista privilegiada de todo el parque histórico, con el campanario del recinto conventual sobresaliendo sobre la canopia.

El lago en el parque-jardín histórico del Monasterio de Piedra.

Luego se desciende hacia la pradera conocida como el Vergel de Juan Federico Muntadas para ver dos imponentes cascadas, la de la Trinidad y La Caprichosa, de 32 metros de altura, cuya forma y caída han variado tras la dana. Después de pasar por las antiguas piscifactorías, que fueron el Centro de Acuicultura Nacional del que salieron muchos embriones de truchas, salmones y salvelinos para repoblar ríos de toda España, se llega a la Cola de Caballo, su cascada más espectacular: 56 metros de caída a plomo en los que el río Piedra se pulveriza formando un entorno húmedo y atronador.

Se pasa luego por el lago del Espejo, una cubeta de agua transparente de 7.000 metros cuadrados de superficie encaja entre altas paredes que curiosamente no alimenta el río, sino que se nutre de manantiales subterráneos, y de allí se asciende hasta un mirador que permite ver la Cola de Caballo desde arriba.

Un sendero que dirige a una de las cascadas del jardín del Monasterio de Piedra.

Para comer hay un restaurante a la entrada y otro en el interior del hotel, que cuenta con 62 agradables habitaciones. Y un atractivo más en este paraje declarado Bien de Interés Cultural: con la entrada se puede visitar también el claustro y otras dependencias del monasterio.

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Sobre la firma

Paco Nadal
Soy periodista de viajes, que no influencer. He hecho del viaje una forma de vida nómada… Y soy feliz así. Viajo por todo el mundo con mis cámaras y mis drones filmando documentales desde los que intento mostrar que el mundo, pese a todas nuestras agresiones, sigue siendo un lugar bellísimo y lleno de gente maravillosa.
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