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11 playas españolas libres de lgtbifobia

Desde entornos urbanos, como Sitges o Torremolinos, hasta lugares recónditos, como el arenal de Parreño. En los miles de kilómetros de costa española hay muchos reductos abiertos y diversos

Playas para hombres gays

A lo largo de los 8.000 kilómetros de costa española son numerosos los reductos playeros para bañistas LGTBIQ+, lo mismo en entornos urbanos ya consolidados, como Sitges o Torremolinos, que en escenarios salvajes, generalmente de gran belleza. Sin duda, junto al mar se viven experiencias y se celebra la diversidad en todas sus formas. Contadas son las playas de tradición nudista en las que falte un sector propicio al encuentro, discretos enclaves para tomar el sol, alejados de los centros, rodeados de naturaleza o con áreas históricas.

Del último Mapa Arcoíris europeo se desprende que España es el quinto país del continente con las mejores condiciones para las personas LGTBIQ+, lo que contrasta, en general, con la escasa información relativa a las playas libres de homofobia: un trozo de realidad muchas veces no expresada o incluso ocultada.

1. Adiós al Chiringay de Es Cavallet, paraíso ibicenco en Sant Josep de Sa Talaia

Esta playa de Es Cavallet, simétrica a la de Ses Salines y menos explotada que esta, ocupa la punta meridional de la isla de Ibiza, escenario donde se estira el tren de de dunas más valioso del parque natural de las Salinas de Ibiza y Formentera. Por sus dimensiones —1.240 metros de largo— y su maravilloso ecosistema, el nudismo se practica históricamente en Es Cavallet (El Caballito, en español). Para encontrar plaza en los aparcamiento es preciso madrugar, o bien ir en bicicleta o tomar el autobús público 11. Un vallado perimetral defiende este sistema dunar muy consolidado. Podemos recorrer la playa por la orilla o resguardados del sol por el sendero que, en paralelo al mar, atraviesa el bosquete de pinos y sabinas.

Es Cavallet, simétrica a la de Ses Salines y menos explotada que esta, ocupa la punta meridional de la isla de Ibiza.

A unos 300 metros sobrepasado el restaurante El Chiringuito, de alta cocina mediterránea (y precios en consonancia), encontramos en la orilla una amplia zona swinger. A unos 20 minutos de los aparcamientos llegamos, en un marco virginal, al mítico Chiringay, abierto en 1973 y que tiene previsto cerrar al concluir esta temporada.

En este pulcro local de buena música y mejor ambiente internacional, se agradece el rango de precios de sus carnes y pescados, lo mismo que sus cócteles a ritmo de música house. Pese a la inmediatez del aeropuerto, el ruido del tráfico aéreo pasa inadvertido junto a las dunas de arena fina, perfectas para asolearse distrayéndose el bañista con el incesante ir y venir del tráfico marítimo entre Ibiza y Formentera; los barcos más potentes causan a veces micromaremotos que causan regocijo entre los bañistas.

Antonio Balibrea director del Ibiza Pride, sugiere a los visitantes una ruta poco trillada. “Se trata de cruzar transversalmente la punta desde el Chiringay y aparecer, tras 15 minutos de paseo, en la otra vertiente, en la remota y escondida cala Pluma, con un ambiente alternativo muy idiosincrásico de Ibiza.”

Cualquiera que ponga las antenas en la isla Pitiusa sabe que el hotel The Purple es referencia gay en Sant Antoni de Portmany. En Eivissa capital, las calles de la Virgen (en fase de dinamización por parte del Ayuntamiento) y Alfonso XII reclaman también la atención LGBTIQ+, en especial con la reapertura del Lolas Club, que alberga fiestas como Kluster. Bares de copas dignos de tener en la agenda son el Sunrise y el Dado Bar. La Troya, una de las fiestas LGBTIQ+ más conocidas y longevas a nivel mundial, se celebra este 2025 todos los miércoles en el club Playa Soleil, con la participación de Baby Marcelo.

2. Cita en los kioskos 5 y 6 de Maspalomas, en San Bartolomé de Tirajana (Gran Canaria)

Esta playa, declarada reserva natural especial, nos reconcilia con Maspalomas, localidad en la que desde hace tres décadas la homosociabilidad ha alcanzado rango mundial hasta convertirse en la playa con mayor impronta gay de la Unión Europea. Un 15% del turismo que llega a Gran Canaria pertenece al colectivo LGBTIQ+, liderado por los hombres gais.

Algunos bañistas se acomodan en el lujoso sector de hamacas y sombrillas anejo al histórico faro de Maspalomas, en tanto que otros prefieren el baño en la profusión de olas muertas que se extiende al otro lado de La Charca, laguna de acentuada biodiversidad. En este playón, repleto siempre de caminantes, el público LGBTIQ+ ha encontrado un ecosistema perfecto a la altura de los kioskos 5 y 6, con tumbonas y animación. Maspalomas no fue fruto de una campaña publicitaria, sino que surgió de forma espontánea a lo largo de décadas de afluencia gay internacional junto a un campo dunar de 409 hectáreas y bajo una temperatura envidiable. Además, el kiosko número 7 es un territorio propicio para ligotear.

Del 18 al 20 de julio se celebrará el Maspalomas Costa Canaria Soul Festival Soul, y del 10 al 16 de noviembre, tendrá lugar el Winter Pride.

A la orilla acuden clientes alojados relativamente cerca, tal que Los Almendros Bungalows Resort o los hoteles Axel o el Ritual. Es tendencia que muchos hoteles familiares de Maspalomas se estén acogiendo poco a poco al concepto de gay-friendly.

Cerca está el Yumbo Centrum, importante centro comercial LGBTIQ+ a nivel mundial, eje del mundo gay de Canarias, donde los drag shows o los festivales fetiche son moneda corriente. Cualquier visitante disfrutará con una primera copa en el Mykonos Gay Club y, seguidamente, en la discoteca Mantrix.

Del 18 al 20 de julio se celebrará el Maspalomas Costa Canaria Soul Festival Soul, y del 10 al 16 de noviembre, tendrá lugar el Winter Pride.

3. En tren a El Bajondillo más gay de Torremolinos, en Málaga

En Torremolinos hay una convivencia sana entre más de 130 nacionalidades diferentes y cualquier orientación sexual. Para conocer este alegre mundillo sin atascos ni problemas de aparcamiento (algo consustancial con la Costa del Sol, más aún en verano), Antonio Domínguez, propietario tanto del Edén Beach Club, como del Edén Night Club, aconseja usar la línea C-1 (cercanías Málaga), puesto que los principales atractivos LGBTIQ+ se hallan a corta distancia de la estación Torremolinos Centro.

Antonio Domínguez es propietario tanto del Edén Beach Club en Torremolinos.

Para salvar los 40 metros de desnivel hasta el mar, aparte del ascensor (50 céntimos), podemos zigzaguear por la simpática Cuesta del Tajo. En la zona de El Bajondillo se encuentra el Ritual Torremolinos, uno de los hitos hoteleros referidos al público gay. Su lema “Déjanos hacerte feliz” se explicita en el roof top bar, con piscina infinita nudista, así como en sus fiestas y sus divertidas cenas con espectáculo. El Ritual será la sede de varias fiestas del festival del osos Mad Bear, que se celebrará del 8 al 18 de agosto.

La historia del movimiento en la Costa del Sol no se entiende sin el Edén Beach Club. Desde hace 13 años reina por derecho propio con su bandera arcoíris, sin olvidar una disposición hetero-friendy. De la sombra se encargan palmeras, la nueva pérgola con techo balinés y sombrillas balinesas; sus hamacas y camas balinesas, atendidas por camareros, se encuentran entre lo más demandado de Torremolinos en verano. La reserva de la mesa se tiene que realizar en persona, si se quiere probar sus brochetas de pollo, sus pokés o su tataki de atún. También hay servicio de masaje. Importante: reservar con mucha antelación.

Mientras la música suena, en el bar de cócteles no falta el vodka en el Cosmo-Edén —una variante del Cosmopolitan— ni en el Moscow Mule. Junto al chiringuito está Edén The Shop. La noche más desinhibida se concentra, desde hace décadas, en los bajos comerciales de la urbanización de La Nogalera, referencia arquitectónica firmada por Antonio Lamela. Tanto Marta, cariño by Ritual como la discoteca Aqua mantienen el nivel nocturno.

4. Bajo el influjo de la montaña Roja en La Tejita, en Granadilla de Abona, Tenerife

La visibilidad LGBTIQ+ del sur grancanario no encuentra, ni por asomo, su correlato en el sur de Tenerife, donde escasean las banderas arcoíris. No obstante, la preciosa playa de La Tejita, de larga tradición nudista, sigue siendo cita en medio de una aparatosa naturaleza litoral, a los pies de la icónica montaña Roja, que desprende una magia y una energía muy especial. En la parte trasera queda a la vista el aeropuerto Tenerife Sur.

Al ser una zona recorrida encarnizadamente por los alisios, lo suyo es visitar esta playa por los extremos. Al poco de salir del aparcamiento principal, a mano derecha, entre los arbustos, existe una zona de cancaneo. Después, a unos 400 metros, llegamos a la zona de hamacas y sombrillas, donde alternan con naturalidad textiles y nudistas. A los pies de la montaña Roja, declarada reserva natural especial, se acuesta una bella caleta arenosa, nudista y en buena parte gay. Se accede junto al búnker, por una suerte de pasarela a modo de puente.

La preciosa playa de La Tejita (Tenerife), de larga tradición nudista, sigue siendo cita en medio de una aparatosa naturaleza litoral.

Hasta hace unos años, se podía bordear la montaña por su base —cuando desaparece la arena y solo quedan charcos, por lo que es una zona bastante tranquila— sin mayor problema. Últimamente, la zona esta marcada como “peligrosa por los derrumbes”, así como por la posibilidad de quedar atrapados por la pleamar.

Al lado contrario de la montaña Roja, en la cala del Chinchorro, destaca, al atardecer y a sotavento, el chiringuito Pirata, abonado al buen rollito que genera Cristo Manuel González, oriundo de Granadilla de Abona. No se trata tanto de contemplar la caída del sol cuanto de disfrutar de su reflejo en la escarpada montaña Roja, cuando adquiere ese tinte rojo encendido que le da nombre. Y lo haremos degustando ceviche o pollo Pirata, entre Mojitos. A 400 metros, en el centro comercial La Tejita, el Salvaje propone música en vivo, fiestas y espectáculos de drag queen.

5. l’Home Mort, en Sitges (Barcelona), un clásico peninsular

l’Home Mort es una de las playas nudistas y abiertamente gais más veteranas de la costa europea. El cofundador de la asociación Gay Sitges Link (transformada en Colors Sitges Link), Brandon Jones, autor del documental Más de 100 años en la historia gay de Sitges, rememora la llegada al pueblo del pintor Santiago Rusiñol y su círculo de amistades artísticas y bohemias —muchas de ellas de orientación homosexual o bisexual— como Falla, Dalí o el director de los ballets rusos, Diáguilev; hasta García Lorca fue invitado a bajar para aplaudir los atardeceres.

Hoy encontramos en Sitges tres playas de ámbito LGBTIQ+: la muy popular Balmins, la Bassa Rodona y la que nos ocupa, la playa de l’Home Mort, en un sector virgen de costa. La prohibición de aparcar en la antigua discoteca L’Atlàntida obliga a quienes deseen disfrutar de l’Home Mort a dejar el coche algo lejos, en la urbanización Jardines de Terramar. De ahí que muchos opten por aparcar en los alrededores del hotel Eurostars Sitges, por ejemplo, en la avenida Camí de Miralpeix, y bajar a pie por caminillos de tierra.

En Sitges tres playas de ámbito LGBTIQ+: la muy popular Balmins, la Bassa Rodona y la playa de l’Home Mort (en la imagen).

Nada tan característico en la costa catalana como la presencia del ferrocarril junto al mar. Pero es importante al acercarse a las vías retirar los auriculares, puesto que se han registrado varios atropellos por no oír la llegada del tren. Después bajamos a la playa de l’Home Mort, donde el nudismo gay es frecuente en sus 150 metros. No extender la toalla hasta conocer la siguiente cala, la Desenrocada o Dels Gegants, también de piedrecillas, erróneamente señalizada en Google Maps como “Playa del Muerto”.

Sitges no es un destino precisamente barato, pero los locales de ambiente nunca flojean. Hoteles con propietarios gais son, entre otros, Parrots y Alexandra Sitges. Entre las novedades destacan las fiestas que organiza la discoteca Scandal.

La Calle del Pecado alude a los biquinis y a la liberalidad que trajo el turismo masivo en los años sesenta. Al lado, en la calle Joan Tarrida, lo que era el bar XXL ahora se ha convertido en un local de cruising bajo el nombre de Industry. Cerca hay dos bares de música y baile: el Bellagio y el Moulin Rose.

6. Las dunas de Liencres, en Piélagos, Cantabria

Aunque la climatología no ayuda mucho al hedonismo al aire libre en la Costa Norte, en Cantabria hay pequeños rincones arenosos LGBTIQ+, como El Puntal (Ribamontán al Mar), Somocuevas (Píélagos), La Arena (Arnuero) o Helgueras (Noja), aunque ninguno se acerca ni de lejos a la capacidad de convocatoria playera que ejerce Liencres (Piélagos). Las dunas de Liencres, que siempre hay que respetar y nunca pisar, están catalogadas como parque natural.

Este paraíso costero es el resultado de la lucha en equilibrio permanente entre los sedimentos arrastrados por el río Pas y los vientos marítimos dominantes, que se encargan de transportar la arena hacia tierra, otorgando a la playa de Valdearenas su perfil amurallado característico. Además, está incluida en el catálogo Global Geosite, que incluye lugares de interés geológico de relevancia mundial, razón del futuro geoparque Costa Quebrada. En Valdearenas despunta su intenso oleaje y sus peligrosas corrientes, la fuerza del viento, el suave desnivel de entrada y los memorables atardeceres con la isla de la Conejera al fondo.

Las dunas de Liencres, que siempre hay que respetar y nunca pisar, están catalogadas como parque natural.

Cuanto más se camina hacia el extremo del tren dunar mayor es la presencia nudista. Donde acaban las dunas, a unos dos kilómetros del aparcamiento, ya no impera la sensación de parque urbano; allí tocamos El Puntal que la corriente de deriva litoral alarga año tras año.

El veterano bar-restaurante Cota Zero, situado a pie de playa, es punto de reunión. En el casco urbano de Liencres, muchos clientes se apuntan a los mojitos durante las sesiones de DJ en el Pub Amarillo Limón. Otros marchan a Santander para, después de cenar, tomarse una copa en el bar Canela, o asistir a las ocurrentes actuaciones del Covers, como la de la drag queen Mia Moi. Hasta las 4.00 de la mañana abre al Haddock Bar y dos horas más tarde lo hace la discoteca Queen.

7. Atardece en la cala Cantalar de Alicante

“El cabo de las Huertas, en Alicante capital, fue desde siempre un escenario nudista y de socialización gay por lo remoto de su ubicación, hasta que las urbanizaciones desvirtuaron en parte su belleza”, comenta uno de sus usuarios, José Ramón Samper, coordinador del colectivo Alicante Entiende. Acudir a la vertiente meridional del cabo de las Huertas a la cala Cantalar entraña un diálogo con aguas de estupenda calidad (llevar gafas de buceo porque los peces rodean literalmente al bañista) en un marco de poca arena y grandes losas pétreas que dan al mar y que no piden, exigen calzar escarpines.

La cala Cantalar entraña un diálogo con aguas de estupenda calidad.

El coche debe quedar aparcado en la confluencia de la calle Tridente con la avenida Costa Blanca, aunque, quien prefiera desplazarse en transporte público, dispone de la parada Tridente de las líneas de TRAM (tranvía) L4 y L5 y de la línea 22 de bús público.

Al ser zona de cruising, llama la atención el paso constante de senderistas procedentes de la playa de La Albufereta y que bordean después la cala de las Palmeras, de tradición nudista heterosexual, hasta doblar el cabo. La luz del sol poniente es formidable por la manera en que arranca destellos rojizos a las montañas, con ese jugueteo visual con que se perfila el skyline alicantino y el cabo de Santa Pola.

Para probar los arroces alicantinos en la playa de San Juan, nada mejor que un antiguo chiringuito reconvertido en restaurante, Casa Julio. Los bañistas de Cantalar acuden después a beber y escuchar música en el Caníbal Lounge Pub y a “bailar, reír y marujear” en el Menuda Lagarta, según se anuncia. Muy de moda está el Cienfuegos, tras el que la discoteca El Refugio sirve para rematar la noche dándolo todo.

8. Encuentro urbano y gay en la Mar Bella de Barcelona

Este paseo marítimo de Barcelona está rodeado de un arenal con casi tres décadas de hábito nudista. La seña de identidad de la Mar Bella es la íntima duna con cañaveral y zócalo de piedra apantallando la zona de baño. “Es un vestigio (muy bien cuidado, todo sea dicho), de los cordones dunares que recorrían estas costas catalanas, apunta Israel Flores, copropietario del chiringuito Begay. “Además, la Mar Bella es la única playa que conserva su identidad de barrio (algo que perdió la Barceloneta), en este caso, del Poblenou”, añade. Detrás de la playa hay un skatepark y más allá el arbolado del parque del Poblenou, en tanto que de la base náutica suelen verse zarpar navegantes en paddle surf y vela ligera.

Desde 2014, el chiringuito Begay, que ostenta el certificado Biosphere de sostenibilidad y cuidado medioambiental, se encarga de proporcionar un animado día de playa bajo la enseña arcoíris, con hamacas y sombrillas que exigen, a quien quiera reservar una, no llegar más tarde de las 9.30. Aparte de la cola de la comida para llevar, también habrá que esperar para encontrar mesa y así degustar la cocina de verano, sencilla a la fuerza, toda vez que en los chiringuitos de la capital catalana no se permiten freidoras ni fogones. Hay para elegir: desde steak tartar a sándwiches de tres pisos y hamburguesa de la casa; o el poke, tan a la moda. Todo regado con piña colada y mojitos, y amenizado con música house y clásicos, hasta que se echa el cierre a medianoche. La sostenibilidad gastronómica, la prohibición de fumar, el respeto que pide el cartel “A la platja respeta” no quita el divertimento garantizado. “Aquí nadie se va sin ligar” comenta divertido un bañista.

Como es lógico pensar, Begay se convierte en una extensión oficiosa del Circuit Festival, de gran repercusión internacional, orientado al público LGBTIQ+, y que este verano se extiende del 9 al 17 de agosto. Otros sacan partido a los 13 locales del grupo Believe, con las drag queen que cada noche amenizan el Believe Club; bien en LaCarrà, bar tributo a la cantante italiana, cuando no en el Titanic, orientado a la clientela lésbica.

9. Racó del Conill, en La Vila Joiosa (Alicante), a espaldas de la vorágine de Benidorm

En valenciano, anar en conill significa estar desnudo, algo compatible con la naturaleza costera resguardada visualmente de Benidorm por la montaña que soporta la torre vigía del Aguiló.

Al Racó del Conill se recomienda llegar a pie desde la playa de Torres por un sendero de costa acantilada virgen de unos tres kilómetros; la mayoría, no obstante, emboca con el coche el camino rural que arranca cerca del Casino Mediterráneo. Antes de la pendiente de bajada (cuyo embrague habrá que castigar al regreso), podemos detenernos en un mirador.

Al llegar al amplio aparcamiento (no dejar objetos de valor), lo suyo es aparcar enseguida y regresar a pie unos metros para enlazar con el sendero oficial que conduce en 20 minutos a la torre del Aguiló.

Al Racó del Conill se recomienda llegar a pie por un sendero de costa acantilada virgen de unos tres kilómetros.

Este dúo de preciosas caletas de piedrecillas, que cumple las normas ISO 14001 —estándares internacionales para la calidad— y 9001 —estándares internacionales para la gestión ambiental—, es de honda tradición nudista y, por la calidad cristalina de sus aguas, apto para la práctica del buceo. (Aunque en los últimos años el textil ha ganado mucho peso y hay veces que está saturada).

Se ve a muchos fotografiando el amanecer o el atardecer, y los hay que se quedan para ver las estrellas. “El ambiente, más bien cosmopolita, impera siempre: discreto de día y más descarado por la noche”, apunta Paco Llorca, presidente del colectivo Vila-Diversitat. “Acuden personas de todas las edades y nacionalidades y no faltan los que se pierden por la noche adrede camino de la torre del Aguiló. Se echa en falta que todos, no solo unos cuantos, se hagan responsables de sus desperdicios”, comenta.

En el flamante chiringuito Racó Conill Food, Drinks & Beach suena deep house, se devoran sándwiches de pastrami, relish de pepinillos y queso ahumado y ondea la bandera arcoíris, como local gay friendly que es, sede de fiestas organizadas en colaboración con el Benidorm Pride Festival. Los viernes y sábados pinchan DJs y los domingos se programan actuaciones musicales y alguna que otra performance.

En Benidorm encontramos el mítico Sensations y el People Pub Benidorm, con actuaciones, además del Bears Bar Benidorm. El público más talludito se cita en el club disco New Incógnito.

10. Senderismo a la remota playa de Parreño, en Cartagena (Región de Murcia)

Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que el parque regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila incorpora uno de los ecosistemas más valiosos del Levante español por su milagrosa virginidad preservada tan cerca de La Manga del Mar Menor.

El acceso se restringe en verano —pinchar Calblanque, Ordenación de accesos— con lo que es muy posible tener que llegar antes de las 8.00 de la mañana o, si llegamos más tarde, tomar el servicio de lanzadera a las playas, por tres euros. Una vez en la playa de Negrete, tras asombrarnos por el portento natural, enlazaremos con el sendero GR-92 con calzado deportivo, agua abundante y escasa carga playera, salvando en 15 minutos la punta Negrete por la parte superior, a través de un fastuoso costa repleta de plantas ibero-africanas, tras la que aparecen cuatro preciosas caletas engastadas en las estribaciones de la montaña de las Cenizas, de aguas transparentes y arena fina, un cuarteto volcado al imperio de los sentidos. Para desplazarse de una a otra hay que salvar puntas rocosas.

En la playa de Parreño, se halla el arenal más señaladamente nudista y LGBTIQ+ de Cartagena.

Allí, en la playa de Parreño, se halla el arenal más señaladamente nudista y LGBTIQ+ de Cartagena. El viento nunca es cortante; la arena se sacude a pedir de boca sin ser pegajosa, mientras el sol del atardecer consigue unos tonos dorados pintorescos. Como para sentirse un privilegiado... Recordar que en toda esta franja de costa abierta al levante, el baño entraña peligro, por lo que hay que ir con mucho tiento.

En Calblanque abre una casa rural, de nombre Las Jordanas, gestionada por Nacho y Carlos. Limpieza, sostenibilidad y tranquilidad garantizada. Una alternativa en la zona es la estupenda Finca Ocha, de aire ibicenco, dotada con jardín y piscina. Para disfrutar de espectáculos drag queen hay que desplazarse a El Abanico de la Ogra en Cartagena capital.

11. Bajada a Rompeculos, en Mazagón (Huelva)

En los 28 kilómetros de playa onubense comprendida entre Matalascañas (Almonte) y Mazagón, dentro del parque natural de Doñana, se expande una línea uniforme de acantilados de dunas fósiles, muy erosionadas y quebradizas, con diferentes bajadas desde la carretera A-494, una cada seis kilómetros, aproximadamente.

El sector playero conocido, con cuestionable gusto, como Rompeculos, también llamado Médano Blanco, pertenece a Mazagón (mancomunidad de Moguer y Palos de la Frontera) y se encuentra inscrito dentro del monumento natural Acantilado del Asperillo, que fija el canon de playa virgen. A la vista se encuentra la base de lanzamientos del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), el Cabo Cañaveral español.

La toponimia de Rompeculos, que muchos achacaban al hecho de bajar por la pendiente resbalando sobre las posaderas (algo corriente cuando no había pasarela), hace referencia en realidad a los cambiantes bajíos arenosos que traidora y tradicionalmente rompían las popas de las embarcaciones que se acercaban a esta costa.

Mazagón se encuentra inscrito dentro del monumento natural Acantilado del Asperillo, que fija el canon de playa virgen en Doñana. 

Between the Donana Natural Park

Del aparcamiento (tres euros al día) parte una pasarela de madera de dos metros de ancho, con barandilla, que se interna entre la vegetación y atraviesa el escarpe dunar de tonalidades amarillentas y anaranjadas por efecto de la oxidación del hierro. Con sus 20 metros de altura, la duna fósil de Rompeculos sigue produciendo una acusada sensación de altura, festoneada en su base por un zócalo de vegetación regada con agua filtrada de cárcavas y barranqueras. La dificultad del último tramo desaconseja bajar a bañistas que padezcan limitaciones físicas. Y ya estamos en esta salvaje playa rectilínea de honda tradición nudista y en parte disfrutada por público LGBTIQ+.

Los clientes del estupendo parador de Mazagón solo tienen que bajar a la orilla y caminar un kilómetro para alcanzar este sector de arena conocido por Rompeculos, con sus 80 metros de ancho de arena dorada. Los bañistas se sitúan a una distancia prudencial uno de otro, lo que aporta una sensación de encontrarse en una zona solitaria, sin ser desierta.

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