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Jeromin Zettelmeyer: “Si EE UU sigue ejerciendo un liderazgo coercitivo, Europa pasará al bloque de los no alineados”

El responsable del “think tank” europeo Bruegel subraya que Washington, bajo la Administración de Trump, se ha convertido en un socio no fiable y eso refuerza los lazos de China con Latinoamérica, África y Asia

Alicia González

Bruegel, el think tank europeo que dirige Jeromin Zettelmeyer (Madrid, 61 años), acaba de publicar un informe sobre los riesgos y escenarios de los movimientos geopolíticos en el ámbito global. En ese informe, el propio Zettelmeyer apuesta por un mundo dividido en tres bloques, dominado por la rivalidad entre China y EE UU. “Lo más interesante es analizar dónde estará Europa. Nunca va a estar en el bloque de China, pero no necesariamente estará en el de EE UU. Si Washington sigue ejerciendo un liderazgo coercitivo, terminaremos en el campo de los no alineados, junto con la India y la mayoría de los países en desarrollo. Depende de EE UU”, aseguraba el economista en un reciente viaje a Madrid para celebrar el 20º aniversario de Bruegel.

Pregunta. ¿Es la política de Trump la que empuja a algunos de sus aliados tradicionales en brazos de Pekín?

Respuesta. Lo más destacado de momento ha sido la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO, en sus siglas en inglés) con la fuerte carga simbólica de ver al líder indio, Narendra Modi, junto a Xi Jinping, Vladímir Putin y Kim Jong-un. Eso no establece una alianza, pero sí es preocupante. Aunque la India seguirá en el bando de los no alineados, sigue teniendo disputas fronterizas con China y no ha desarrollado una base manufacturera que le permita competir con Pekín. En el caso de África y Latinoamérica, hay países con importantes vínculos con China, a través de la Nueva Ruta de la Seda, pero otros se han visto afectados por ello, como Ecuador, Perú, Surinam… Son países que pueden verse empujados a reducir su dependencia de EE UU, vista la experiencia con los acuerdos de libre comercio en la región, pero eso no les empuja directamente al campo chino, cuyo principal vínculo es una posición contra Occidente. La mayoría de los países no está ahí.

P. Europa sí tiene vínculos de seguridad.

R. Por eso la OTAN nos dará una pista. Si la Alianza se mantiene a flote, Europa seguirá en el campo de EE UU. Al mismo tiempo, si la UE refuerza su autonomía en la OTAN, como pide Washington, eso le dará más independencia en áreas como el comercio y ahí acercaremos posiciones con países que defiendan un comercio libre basado en reglas, la base de nuestro modelo.

P. ¿Cree que el cambio en EE UU es irreversible?

R. EE UU se ha vuelto un país no fiable. Y para volver a serlo no basta solo con que una nueva Administración demócrata rechace el enfoque de las políticas impulsadas por Trump, sino que tiene que hacerlo también una gran mayoría del Partido Republicano. De lo contrario, seguiremos en la misma situación en la que nos encontramos desde el 6 de enero de 2021.

P. ¿Cómo influye el exceso de capacidad china en la configuración de este nuevo orden?

R. Se trata de una historia compleja que tiene que ver con los subsidios, pero también con una política industrial inteligente, que ha fomentado la innovación y ha reducido mucho los costes marginales. También tiene un componente muy positivo globalmente, por ejemplo en lo relacionado con tecnologías baratas y limpias. Los paneles solares chinos, muy baratos, tal vez sean una de las pocas cosas que nos dan esperanza en la transición climática. No todo es malo, es lo que quiero decir. Al mismo tiempo, no creo que este fenómeno pueda durar, porque el grado de competencia china y su nivel de producción son demasiado grandes, habrá algún tipo de sacudida.

P. ¿Y si no sucede?

R. Ha quedado claro que la ecuación no pasa por que ellos produzcan bienes, y nosotros, servicios, porque un régimen autoritario como el chino va a explotar esa dependencia. Ahí probablemente necesitemos aranceles, como ya sucede en sectores como el automóvil, e imponer condiciones a la entrada de inversión extranjera china en la Unión.

P. En esas condiciones, ¿la sobrecapacidad china puede condicionar los bloques geopolíticos?

R. Sí, especialmente en países donde no hay industria, que abren su mercado a productos chinos muy baratos, que ellos mismos podrían producir, a cambio de que China les construya infraestructuras. La Nueva Ruta de la Seda iba en esa dirección, pero no ha acabado de funcionar porque la retribución exigida por Pekín para construir las infraestructuras era demasiado elevada y los países tenían problemas con los pagos. Si Pekín cambia su política y presta un apoyo fiscal genuino a esos países, entonces sí. Pero no en el ámbito militar.

P. La SCO va precisamente en esa dirección y está traduciendo alianzas comerciales en alianzas militares o políticas.

R. Eso solo sirve para países que no tienen ni la ubicación geográfica ni la ambición de desarrollar una política exterior o de seguridad que pueda entrar en colisión con China, por ejemplo, sobre Taiwán.

P. ¿Ahí qué puede ofrecer la UE?

R. Europa necesita luchar por esos países porque los necesitamos, en primer lugar, los necesitamos y también a China para descarbonizar la economía global, y en segundo lugar porque es la manera de reducir precisamente la dependencia de China en materias primas críticas y en otros bienes intermedios. Nuestra baza pasa por ser más generosos con estos países en su industrialización e importar de estas economías aquellos bienes que son intensivos en una energía que no tenemos en el continente. Tejer nuestras propias alianzas.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.
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