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Morirse en España cada vez es más caro

El coste de los servicios fúnebres no suele bajar de los 3.500 euros. La competencia en el sector es baja al estar controlado por un puñado de funerarias propiedad de las grandes aseguradoras

NEGOCIOS 10/08/2025 COVER
Sandra López Letón

Miles de empresas y empleos se sostienen gracias a una certeza: usted se va a morir. Una verdad inapelable que golpea a más de 400.000 personas cada año en España. Ellos, o sus familiares, han pagado su último viaje con creces, probablemente a través de un seguro de decesos. No hay que olvidar la fuerte implantación que tiene este producto, conocido popularmente como el seguro de los muertos: el 46% de la población española tiene cubierto su sepelio a través de una póliza que abona durante una media de entre 40 y 50 años, según el servicio de estudios del sector asegurador ICEA.

Los primeros números antes de entrar en detalles: morirse en España tiene un coste que difícilmente baja de 3.500 euros. Un servicio funerario habitual comporta una media de 3.700 euros, de acuerdo con un estudio elaborado por la OCU en 2023. Pero puede variar sustancialmente dependiendo de la localidad: “En una ciudad son unos 4.500 euros y en un pueblo alrededor de 2.700”, según los cálculos de la aseguradora Santalucia. Y, por supuesto, de los extras que los familiares quieran incluir, algo que puede elevar la factura hasta 12.000 euros o más.

El descanso eterno es el pilar de una industria con solera en España de la que viven funerarias y aseguradoras y cuya demanda es estable. Porque si algo caracteriza al sector de las pompas fúnebres es su carácter anticíclico —la muerte no entiende de crisis económicas o del contexto geopolítico—. Las primeras, las funerarias, facturaron 1.679 millones de euros en 2023, un 1,58% más respecto a 2022, un crecimiento modesto, pero sostenido, de acuerdo con la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef), que agrupa a empresas que prestan más del 70% de los trabajos fúnebres en España. Las segundas, las aseguradoras, ingresaron 2.835 millones (incluyendo coberturas complementarias), un alza del 5,5%, según ICEA.

En los próximos años, la industria mortuoria se va a ver beneficiada del aumento del negocio debido a la evolución de la pirámide poblacional (hay más muertes que nacimientos), aunque está inmersa en un reto gigante: el de reinventarse. Dominada durante siglos por tradiciones y ritos heredados, ahora se adapta a un nuevo mundo en el que hay otros modelos de familia y una gran diversidad cultural y religiosa. Se enfrenta a un demandante que busca servicios más sostenibles y personalizados, no predefinidos; que quiere rituales menos solemnes y más simbólicos, y que se decanta por las incineraciones en detrimento de los entierros. Y a un “consumidor exigente, informado y sensible al coste”, dice Marc Vallhonesta, fundador del comparador Funos.

La forma de despedirse, de llorar y de dejar rastro ha cambiado, se celebra más la vida y menos la muerte, y eso se refleja en el auge de ciertos servicios que han recalado en el mercado: salas inmersivas en los tanatorios con proyección de imágenes, aromas y música; testamentos digitales; ceremonias al aire libre (bodegas o bibliotecas…); cementerios marinos; joyas con los restos cremados y diamantes obtenidos a partir del cabello; ataúdes y urnas biodegradables…

Cementerio de San José (Pamplona), el pasado Día de Todos los Santos.

La industria es hoy el resultado de un significativo proceso de concentración en el que un puñado de grandes funerarias, propiedad a su vez de compañías aseguradoras, han absorbido a un buen número de operadores locales. “En las últimas dos décadas, las grandes se han hecho con el 33% de las pequeñas y medianas funerarias”, indica Marcelo González, presidente de la Asociación Nacional de Funerarias Ágora (Anfa).

Cinco grupos funerarios —Mémora, Albia, Enalta (hasta febrero de 2024 era Funespaña), Servisa y Grupo ASV— tienen una cuota de mercado de entre el 30% y el 35%, de acuerdo con Aurelio Sánchez, presidente de la Asociación de Empresas Funerarias (Esfune). Las cinco pertenecen a compañías de seguros: Occident (antigua Catalana Occidente) es dueña de Mémora desde 2023; Santalucia lo es de Albia, Mapfre es matriz de Enalta, Ocaso de Servisa y Seguros Meridiano es propietaria de ASV. “La integración de empresas funerarias en grupos aseguradores es una práctica habitual en el mercado español y responde a la necesidad de ofrecer un servicio integral”, justifican en Santalucia.

Es cierto que la existencia de grandes compañías ha permitido la profesionalización y modernización de sus estructuras, pero ejerciendo en ocasiones una posición de dominio en un mercado que sigue estando muy atomizado. En él todavía operan cientos de pequeñas y medianas empresas de carácter familiar, fundamentales en áreas rurales y municipios pequeños, que, a la vez, tratan de sobrevivir al siempre complicado —en este sector más si cabe— relevo generacional. “Las pymes funerarias y microempresas (863) representan el 80,20% del sector y tienen el 19% de cuota de mercado. Son las más perjudicadas por el proceso de concentración y, en consecuencia, esto supone un perjuicio para el usuario final, que se ve privado del funerario conocido, excepto en las grandes ciudades”, denuncia Marcelo González, de Anfa.

Problemas de elección

Aurelio Sánchez habla abiertamente de “cártel funerario” que provoca una “falta de competencia real, ausencia de libertad de elección de funerarias a los familiares y un encarecimiento de los precios”. Esfune estima que en un 70% de defunciones los familiares tienen problemas para escoger libremente la funeraria, a pesar de que el sector se liberalizó en 1996 bajo el mandato de José María Aznar (PP). El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) impulsó una reforma del Proyecto de Ley de Servicio Funerarios, que no salió adelante por la disolución de las Cortes en 2011. “Tenemos intención de solicitar al Gobierno que se recupere el proyecto”, dice Sánchez.

Lo cierto es que las aseguradoras están obligadas legalmente a informar a las familias de su derecho a seleccionar al proveedor funerario. El mensaje de Mémora es contundente: “Tanto el asegurado amparado por una póliza de decesos como su familia conservan en todo momento la libertad de elegir la funeraria que deseen para la prestación del servicio, independientemente de si esta pertenece o no al mismo grupo empresarial”. Desde la patronal funeraria aseguran que se trata de “casos aislados y puntuales” y subrayan que son los primeros en denunciarlo. “Tiene que ser un mercado limpio y libre”, dice Alejandro Quinzán, secretario general de Panasef.

El sector lleva tiempo bajo la lupa de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que ha analizado 26 operaciones en los cinco últimos años con el objeto de determinar si podían afectar negativamente a la competencia. “Nos preocupan especialmente aquellas que implican relaciones verticales con el sector asegurador”, indica por escrito la CNMC, que ha impuesto sanciones a algunas grandes funerarias.

El intento de integración (fallido) más sonado se dio en 2021, cuando Santalucia quiso comprar Funespaña (ahora Enalta), de Mapfre. La CNMC autorizó la operación, pero con condiciones: Mapfre debía renunciar al 25% de la sociedad resultante “para evitar situaciones que refuercen su posición en el mercado”. Desde Santalucia confirman que “la operación mercantil planteada en su día no se contempla en la actualidad”. Aquel movimiento podía haber dado lugar a un gigante, pero de este modo el cetro está en manos de Mémora, que nace en 2007 tras la unión de la estadounidense Service Corporation International y Eurostewart, y posteriormente Intur. En febrero de 2023, Catalana Occidente completó la adquisición de Mémora, anteriormente propiedad del fondo de pensiones Maestros de Ontario. Actualmente, realiza más de 62.000 servicios funerarios al año a través de 194 tanatorios, 57 crematorios y 97 cementerios.

Porque si algo tiene España son lugares para la muerte. En el país operaban 1.076 empresas de servicios fúnebres en 2023, un 3,7% más que en 2022. Empleaban a 12.889 personas, un 35% mujeres, y gestionaban más de 2.500 tanatorios y 537 crematorios, según Panasef. Las funerarias, especialmente las grandes, han construido en los últimos años un buen número de instalaciones, hasta el punto de que la oferta de crematorios multiplica por tres la demanda. “España tiene casi el 45% de los hornos de toda Europa, más que cualquier otro país europeo”, dice Marc Vallhonesta.

Un coche fúnebre en un cementerio de Cádiz.

Ajustar el presupuesto

Precisamente, el auge de las cremaciones, en detrimento de los entierros, es uno de los cambios a los que se está adaptando la industria funeraria. El porcentaje de incineraciones se situó en el 47,7% en 2023, tres puntos más que el año anterior. “En algunas grandes ciudades supera el 70%”, dice Quinzán. En los países nórdicos, germanos y anglosajones esta opción es predominante y en España gana peso, entre otras consideraciones porque es más económica. En Funos aportan cifras: en caso de entierro, un ataúd de gama media cuesta entre 800 y 1.200 euros y entre 3.000 y 10.000 euros si es de calidad alta o de lujo. Hay que disponer de nicho, tumba o cualquier tipo de sepultura porque, en caso contrario, la factura engorda: alquilar un nicho cuesta entre 150 y 300 euros. Por contra, la incineración sale por unos 600 euros, incluida una urna de unos 100 (aunque existen de más de 1.000 euros).

Otro cambio. Las familias son más exigentes que antaño. “Se observa una tendencia cada vez mayor a la planificación de los gastos del sepelio, solicitando presupuesto previo”, cuenta el presidente de Anfa. Cada vez se contratan menos a las funerarias de referencia que encuentran en hospitales o residencias en el momento de la defunción y se buscan alternativas. “El ahorro puede ser de más del 50%”, señala el fundador de Funos, comparador que accede a precios negociados con descuentos de hasta el 50% y ahorros medios de 2.000 euros.

Además, están aumentando las despedidas low cost, constata Vallhonesta. Se caracterizan por prescindir del velatorio (unos 600 euros), eliminar o reducir el tiempo de la ceremonia religiosa o laica (desde 300 a 700 euros), las flores (una corona cuesta entre 200 y 350 euros) y los extras, como recordatorios o esquelas en periódicos. No obstante, Josep Ventura, consejero delegado en Áltima, aconseja pensarse dos veces la decisión de saltarse el paso del velatorio y la ceremonia. “Son rituales para afrontar el duelo de manera saludable y está demostrado que no hacerlo tiene costes para la salud pública”, indica Ventura, al frente de una compañía que nace de la unión de tres empresas familiares (las familias Fenés, Ventura y Viñas) y lidera el sector en Cataluña.

A pesar de lo voluminoso de las cifras, en España el servicio funerario no es mucho más caro que en otros países europeos. “El precio es entre un 15% y un 20% más bajo que en el resto de Europa”, afirma Quinzán. Además, las empresas no están aplicando grandes subidas de precios cada año: “El IPC, como mucho”, señala Ventura. “En los últimos años, el incremento medio anual de los precios funerarios ha sido moderado, por debajo del IPC en muchos casos”, añaden en Santalucia.

Hay que tener en cuenta que se trata de un sector muy intensivo en personal, con turnos de 24 horas al día los siete días de la semana. “Participan hasta 10 agentes económicos”, recalca Quinzán. Y el IVA es del 21% —solo las flores tienen el 10%—, de los más altos de Europa. “En muchos países, como Francia, Portugal o Italia, se aplica un impuesto reducido (entre el 5% y el 10%) o están exentos. El tributo supone más de 300 millones anuales en recaudación para el Estado y un sobrecoste de unos 750 euros por familia”, calcula Vallhonesta. Esta es una de las demandas tradicionales del sector, que ha solicitado al Gobierno bajarlo al 10%.

Seguro de los muertos

La funeraria es el final de la historia. Todo empieza antes, en vida, puesto que los españoles costean su sepelio durante décadas. La gasolina que mueve todo el engranaje de esta industria, al menos hasta ahora, está en las aseguradoras. Y más concretamente en el seguro de decesos, cuya facturación en el primer trimestre de 2025 creció un 3,92%, de acuerdo con ICEA. Las principales compañías en esta rama son Santalucia, Ocaso, Mapfre, Occident y SegurCaixa Adeslas.

Muchos clientes pagan esta póliza durante 50, 60 o 70 años, cuando el servicio prestado por las aseguradoras está valorado en unos 3.000 euros, según un informe del Defensor del Pueblo, que en 2014 instó a la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones a establecer criterios claros y transparentes con los precios de este producto. “Si se hiciera una simulación, el consumidor vería claramente que igual no le interesa su contratación”, indica Miguel Crespo, abogado del área jurídica de CECU, que reconoce que esta póliza genera bastantes reclamaciones. Ahora bien, quien la tiene contratada exime del pago a sus familiares, a no ser que el coste final del sepelio supere el límite máximo del capital asegurado. Y evita un trámite realmente engorroso: un deceso puede conllevar la gestión de más de 15 documentos, más allá de los certificados médicos de defunción o de últimas voluntades.

Nada menos que 22,2 millones de personas, el 46% de la población, tenían contratado un seguro de decesos al cierre de 2023, según ICEA. Aunque el crecimiento fue modesto —apenas un 0,6% más que en 2022—, mantiene una penetración estable. Además, seis de cada diez funerales que se celebran en España son gestionados a través de una de estas pólizas. Es lógico: los fallecidos de hoy son los nacidos en pleno auge de estos productos.

Pero los años de vino y rosas pueden peligrar. El sector se enfrenta a uno de los desafíos más importantes de su historia: atraer a las nuevas generaciones, en cuya forma de ver la vida y la muerte este seguro empieza a tener un encaje difícil. “Tienen mayor interés por productos flexibles que se adapten a su ciclo vital y demandan prestaciones que impacten directamente en su día a día”, afirman en Santalucia, que tiene una cuota de mercado del 30,31% a cierre de 2024 por volumen de primas emitidas y una facturación de 889 millones, un 4,8% más respecto a 2023.

Por ello, las aseguradoras han incluido prestaciones complementarias. “Esta evolución es clave para conectar con un público más joven y mantener la relevancia del producto en un entorno cambiante,” insisten en Santalucia, con cerca de 2,5 millones de clientes de decesos. Hay mucho dinero en juego. En Mapfre dicen que el seguro de decesos lleva años adaptándose a las nuevas generaciones: estas pólizas “ofrecen diferentes servicios que van más allá de la inhumación o incineración, como asistencia psicológica, borrado de la huella digital, testamento notarial gratis cada año, gestión de herencia y cobro de la pensión o un asistente personal”, indican en Mapfre, que está en el top 3 de aseguradoras en este ramo, con un volumen de primas de 300 millones en 2024 y un crecimiento del 4,9%.

Resulta curioso que el seguro de los muertos solo exista en España y no en ningún otro país de la Unión Europea, por lo que carece de una directiva de referencia. “Según mi criterio es alegal”, lanza el presidente de Esfune. Su origen se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX cuando las cofradías de pescadores gallegos realizaban una colecta para cubrir los costes del sepelio de algún compañero fallecido en el mar. Una fórmula que, lejos de desaparecer, sigue presente a través de las vocalías de decesos, que nacen a mediados de los años 80 del siglo pasado para hacer asequible el servicio funerario entre las personas de bajo poder adquisitivo.

Un ejemplo de su buen funcionamiento son las Vocalías de Decesos en el Vallès Oriental, entidades que gestionan los servicios funerarios en esta comarca de Cataluña. La gestión, gratuita, corre a cargo de los miembros de la asociación de vecinos. Sus tarifas van desde los 9,30 euros al trimestre (para personas de 10 a 40 años) hasta los 21 euros para mayores de 61 años. “Nuestros objetivos son conseguir unas tarifas más competitivas que las que ofrecen las compañías de seguros”, señalan. En definitiva, que morirse no salga tan caro.

Servicios más personalizados

Homenajes sostenibles bajo el agua. Es una de las tendencias que está transformando el sector funerario. Fundada en Cádiz, Valkyrias del Mar integra las cenizas en arrecifes artificiales a través de unas bioestructuras patentadas que fomentan la biodiversidad marina. Estos arrecifes se sumergen en el mar creando santuarios submarinos hechos con hormigón ecológico y biocompuestos. “Se despliegan a menos de 10 metros de distancia de la costa y a unos cinco o seis metros de profundidad”, cuenta María Dolores Velasco, fundadora de Cenizas en el Mar en 2015 y Valkyrias del Mar en 2022.

La empresa, que presta servicios para funerarias y aseguradoras de decesos, ha cerrado un acuerdo para construir columbarios submarinos en zonas cedidas por los puertos españoles y una concesión administrativa para la explotación de suelo submarino para realizar la instalación de estos arrecifes fabricados con cenizas de cremación frente a la costa de Torrequebrada, en Benalmádena (Málaga). Aún no han sido desplegados. “Empezamos este año”, cuenta Velasco.

“La familia tendrá informes anuales sobre el avance de los arrecifes, para que no pierdan el vínculo”, cuenta Velasco. Estos arrecifes están diseñados para permanecer entre 500 y 2.000 años debajo del mar. El coste de contratar este servicio con una funeraria rondará los 2.600 euros para arrecifes individuales. Otra opción son los columbarios submarinos, que permiten alojar las cenizas en sus cavidades para 15 personas y que cuestan 650 euros.

Este es solo un ejemplo de cómo se está transformando el sector, pero hay más. Crecen los servicios ecológicos y más respetuosos con el medio ambiente que reducen la huella de carbono. “A través de féretros biodegradables o con barnices de base acuosa, sábanas de algodón orgánico, recordatorios en papel reciclable, flores y adornos 100% naturales y libres de plásticos, urnas biodegradables y uso de flotas de coches eléctricos o híbridos”, indican en Mapfre. “El 70% de los féretros que hemos suministrado en 2024 son sostenibles y tienen el certificado ECO”, comentan en Mémora.

Las plantaciones de árboles con las cenizas del fallecido en zonas habilitadas y previa autorización es otro de los servicios al alza, así como tirar las cenizas del fallecido, que están en una urna biodegradable, en el mar con ceremonia en un barco. “Las ceremonias suelen ser con familia, amigos, entre 8 y 12 ocupantes, en veleros o catamaranes. No están en todas las zonas de España. Principalmente se realizan en el Mediterráneo y zona atlántica del sur”, indica Mapfre.

Son cada vez más comunes las ceremonias de despedida fuera de los velatorios: en bodegas, bibliotecas, jardines o escapadas de senderismo. “Es más demandado por familias de fallecidos jóvenes, y más en el norte de España”, Mapfre. Están de moda las joyas con las cenizas: a través de un proceso químico, a presión se compactan las cenizas y se generan diamantes. También se utilizan con frecuencia los relicarios (para guardar pelo o cenizas de los fallecidos). Tienen forma de colgante, con diseños de corazón o lágrima.

Hay más: libros digitales de firmas y recuerdos de los momentos vividos con el fallecido. Incluso ceremonias en streaming para personas que no pueden desplazarse, aunque no todos los tanatorios permiten esta opción.

Cada vez se celebra más la vida del difunto y no se pone tanto el foco en su fallecimiento, con ceremonias mucho más personalizadas. En el tanatorio Áltima Ronda de Dalt, en Barcelona, hay una sala inmersiva llamada Refugio del Alma. Se trata de un nuevo servicio de acompañamiento a las familias en la despedida de sus seres queridos. La sala proyecta imágenes (pueden ser del difunto y de los familiares y amigos), aromas y música. También en la sala de ceremonias de varios tanatorios de Mémora se ofrece el servicio La Ventana del Recuerdo, una proyección audiovisual inmersiva que mediante imágenes, sonido e iluminación permite la máxima personalización de la despedida.

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Sobre la firma

Sandra López Letón
Redactora especializada en el sector inmobiliario, del que informa desde hace más de dos décadas. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en EL PAÍS. Actualmente, escribe en el suplemento de información económica 'Negocios'. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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