Ir al contenido
_
_
_
_

El cuidado a dependientes: entre la vocación y la precariedad laboral

La demanda de cuidadores profesionales es cada vez mayor, pero las condiciones económicas y laborales ahuyentan a los jóvenes

Gente mayor en el parque del Retiro, en Madrid.
Nacho Meneses

En España, el sector de los cuidados a personas dependientes atraviesa una crisis silenciosa pero urgente: faltan profesionales cualificados y, a la vez, la demanda no deja de crecer. El envejecimiento acelerado de la población —una de cada tres personas tendrá más de 65 años en 2050, según el INE— tensiona un sistema que no logra cubrir las necesidades básicas de atención. Una escasez que responde a causas múltiples: condiciones laborales poco atractivas (sueldos bajos, jornadas largas, contratos temporales); una baja consideración social del trabajo de cuidados —asociado aún al ámbito doméstico y femenino— y una formación profesional que, aunque existe, no siempre se adapta a las realidades del día a día en residencias, centros de día o atención domiciliaria.

Para los expertos, el problema no es solo de cantidad, sino de cualificación: cada vez es más necesario un perfil técnico, humano y especializado, capaz de acompañar (y esa es una palabra clave) todo lo que implica una situación de dependencia e incluso procesos complejos como la demencia, el alzhéimer, la discapacidad o el final de vida.

Es, desde luego, una profesión vocacional, pero a veces eso no es suficiente. Alexandra Cortés (47 años) terminó en 2021 el Grado Medio de Atención a Personas en Situación de Dependencia en el Centro Integrado de FP Son Llebre, en Marratxi (Baleares). Por aquel entonces regentaba (aún lo hace) una tienda de recuerdos en Mallorca, y aunque le ofrecieron trabajo, su situación personal le impidió aceptarlo: “Económicamente no está muy bien pagado; son sueldos bajos, y una persona que tiene una familia que mantener no se lo puede permitir”, explica en conversación telefónica. “Me compensaba personalmente, porque como persona crecí un montón, pero es una profesión poco reconocida o valorada”, añade. Ella continuó formándose (hizo un Grado Superior en Integración Social), y sigue sin tirar la toalla, esperando que en un futuro sí pueda dedicarse a ello.

Una formación diversa pero insuficiente

El itinerario formativo para quienes desean trabajar en la atención a personas en situación de dependencia se articula hoy en distintos niveles, aunque no siempre con la coherencia ni la flexibilidad necesarias. La vía más reconocida es el ya mencionado ciclo de grado medio de Formación Profesional, que capacita para trabajar en residencias, domicilios, centros de día o instituciones sociales. Un título que incluye módulos sobre apoyo domiciliario, atención higiénica y psicosocial, teleasistencia o apoyo a la comunicación, pero muchos profesionales señalan que no siempre ofrece suficientes prácticas reales ni aborda con profundidad aspectos como la salud mental, las demencias o los cuidados paliativos.

Además, el sistema incluye certificados de profesionalidad, gestionados por el SEPE y las comunidades autónomas, como el de Atención Sociosanitaria a Personas Dependientes en Instituciones Sociales o el de Atención Sociosanitaria en el Domicilio. Aunque son una herramienta clave para la cualificación de personas sin formación previa, su aplicación es desigual según el territorio y en ocasiones carece de continuidad formativa.

La reciente Ley de Formación Profesional ha introducido una nueva clasificación por grados —de la A a la E— que busca ordenar esta oferta: desde microformaciones (grado A) hasta los ciclos de FP (grado D) y cursos de especialización (grado E), permitiendo a cada persona avanzar progresivamente a lo largo de su trayectoria profesional. Sin embargo, el despliegue real de este modelo aún está en marcha, y muchos centros reclaman una mayor coordinación entre los itinerarios formativos, el mercado laboral y las nuevas demandas del cuidado.

Acompañamiento más allá de la asistencia

Para Roberto Pascual, el ciclo de grado medio de FP fue un puente para luego estudiar Educación Social en la Universidad de las Islas Baleares. Pero también, cuenta, le sirvió para empatizar con las personas dependientes: “Sabía de ellas, claro, pero no era consciente de lo que implicaba su situación. Hay que ir más allá del asistencialismo y acompañar a la persona, porque llega un momento en el que te pones a pensar en cómo te gustaría que te cuidaran a ti”. Y, como Cortés (compañera de estudios), reclama que se mejore su visibilidad y valoración social.

Atender a una persona dependiente exige estar en posesión de un amplio abanico de competencias técnicas y emocionales que garanticen un mantra esencial: la atención centrada en la persona. “Están, por supuesto, las relacionadas con la atención física de la persona dependiente (desplazamientos y/o cambios posturales, higiene, administración de medicamentos, la comunicación o el apoyo en la alimentación, entre otras), pero también las competencias relativas al acompañamiento emocional y psicosocial, la ayuda en la gestión y la organización del entorno y la coordinación con otros servicios” implicados en la atención a la persona dependiente, recuerda Margalida Poquet, directora del CIFP Son Llebre.

Poquet hace hincapié en la importancia de las llamadas habilidades blandas en el acompañamiento a la persona que se cuida: la empatía, la escucha activa o la capacidad de establecer vínculos seguros son, a su juicio, tan necesarias como el resto de competencias. “Por ejemplo, duchar a una persona pasa por conocer bien las técnicas existentes, pero es imprescindible implementarlas dando seguridad física y emocional a la persona, porque es un acto extremadamente íntimo donde la persona se siente muy vulnerable”.

Un primer plano de las manos entrelazadas de una mujer mayor y su cuidadora.

Esa atención centrada en la persona implica un acompañamiento integral en el que ha de tenerse en cuenta tanto el entorno familiar como el comunitario. Para Amalia Rivas, gerontóloga especializada en el cuidado de quienes cuidan, “es imprescindible abordar su mundo relacional, porque el hecho de ser dependiente no significa que deje de ser persona: sigue teniendo gustos, derechos, relaciones... Hay que estar atento a quién es y cómo es, para poder adaptar tus cuidados a esa persona”. “El cuidador tiene que saber vincular todo eso con las relaciones familiares: hijos, sobrinos, nietos... Son relaciones que hay que fortalecer en beneficio de la persona. Y eso requiere una profesionalización, para saber hacerlo”, añade.

En su vertiente más sanitaria, conviene que el cuidador (o más bien la cuidadora, dada la brecha de género existente) tenga unos conocimientos básicos que le capaciten para hacer frente a las enfermedades que se pueda encontrar, como por ejemplo tensión o diabetes. Y, por supuesto, derivar a la persona a los profesionales sanitarios siempre que sea necesario, “porque, salvo que seas una enfermera, no vas a llegar a ese nivel”.

Cuidando al cuidador

A juicio de las expertas consultadas, el bienestar de quienes cuidan sigue siendo el gran ausente en la conversación pública sobre el sistema de atención a la dependencia. Las jornadas interminables, la alta exigencia emocional y física, los turnos rotatorios y la temporalidad convierten esta profesión en una de las más expuestas al desgaste.

“Existe un alto impacto emocional y físico que es ignorado y no reconocido a nivel institucional”, advierte la directora de Son Llebre, que denuncia la ausencia generalizada de programas de supervisión y apoyo emocional. Se confía demasiado, dice, en la vocación de las cuidadoras, sin dotarlas de herramientas reales para evitar el agotamiento y las bajas por problemas de salud mental. Las soluciones existen, pero requieren voluntad: desde formar en ergonomía y psicosociología hasta implantar grupos de apoyo, programas de autocuidado y medidas organizativas que reconozcan el derecho de quien cuida a ser cuidado.

Rivas, por su parte, subraya que ese acompañamiento es igual de urgente para los cuidadores informales, muchas veces familiares que asumen la tarea sin preparación previa, ni recursos ni orientación. “Hay muchos cuidadores informales que se encuentran con ello de un día para otro, y no saben muy bien ni cómo hacerlo, ni qué hacer, ni mucho menos se sienten acompañados en ese proceso”, señala.

Garantizar cuidados profesionales

Hasta 2008, el trabajo de cuidador en centros sociosanitarios (residencias de mayores, centros de día y otros para personas discapacitadas, en su mayoría) no requería una formación oficial en España. Eso significaba que, en la práctica, muchas personas accedían a estos puestos sin una cualificación reglada, amparadas únicamente en su experiencia previa o en formaciones puntuales ofrecidas por ONGs, ayuntamientos o academias privadas, sin validez oficial ni contenidos homogéneos. Por eso, el perfil más habitual era el de mujeres que venían del ámbito doméstico, con empleos precarios, mal remunerados y sin un itinerario profesional claro.

La aprobación de la Ley de Dependencia en 2006 marcó un punto de inflexión: por primera vez, se reconocía el derecho de las personas dependientes a recibir una atención profesional y de calidad, lo que obligaba al sistema a regular y acreditar las competencias de quienes trabajaban en este ámbito. Una regulación que no llegó hasta 2008, con la creación del certificado de profesionalidad en atención sociosanitaria, que abrió el camino hacia una profesionalización que el sector llevaba décadas esperando y que fue poco a poco implementándose. Así, la posesión del certificado de profesionalidad en atención sociosanitaria a personas dependientes en instituciones sociales —o su equivalente, como el grado medio— es obligatoria en todos los centros residenciales públicos o privados a partir del 1 de enero de 2023.

Por otro lado, los ministerios de Educación e Igualdad trabajan ya en el desarrollo de una nueva titulación de Formación Profesional de grado medio enfocada en la atención a las personas no dependientes. Una capacitación con la que se pretende dignificar y profesionalizar los cuidados dirigidos a menores y personas adultas no dependientes en el domicilio, contribuyendo así a mejorar sus condiciones laborales y reduciendo a brecha de género.

Sin embargo, la titulación ha generado cierta polémica entre los colegios de Enfermería, al considerar estos que podría solaparse con sus propias competencias profesionales. “En mi opinión, esto sucede porque aún no se tiene bien asumido el enfoque de la atención centrada en la persona”, esgrime Poquet. “Sí, se pueden dar situaciones en las que diferentes perfiles profesionales realicen tareas similares, lo que puede dar lugar a malestar (...), pero creemos que la solución pasa por reivindicar la figura profesional del cuidador con entidad propia, dignificándola y exigiendo una normativa más clara y sin ambigüedades”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_