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La rehabilitación energética se atasca: España necesita triplicar las casas que renueva para cumplir los objetivos climáticos

El país avanza más despacio que otros socios europeos en la transformación del parque residencial para llegar a las cero emisiones en 2050, según un informe de ING y Guidehouse

Obras de rehabilitación de vivienda, en una imagen de archivo.
José Luis Aranda

Un parque de casas obsoleto que se renueva a duras penas. Es la foto general de la rehabilitación energética en España, uno de los países que avanzan más despacio para cumplir con los objetivos climáticos comunitarios en materia de vivienda. La idea de Bruselas es que los edificios, que son responsables del 34% de las emisiones contaminantes, deben alcanzar la neutralidad climática en 2050. Y por el camino aparece como meta volante el año 2030, cuando los gases de efecto invernadero vinculados al sector residencial deberían haberse reducido un 55% respecto a los niveles de 1990. Pero el continente difícilmente lo logrará: de seguir la senda actual, el patrón de consumo de energía a mediados de siglo se desviaría en más de un 50% del escenario de cero emisiones.

Todos los datos e hipótesis del párrafo anterior salen de un estudio, que se presenta este miércoles y al que ha tenido acceso este diario, encargado por ING a la consultora internacional Guidehouse. Partiendo de fuentes públicas y privadas, los expertos han examinado la marcha de los objetivos climáticos declarados por la UE en materia de vivienda. Y se detiene a analizar, además, el caso de España y de otros cuatro países (Alemania, Bélgica, Países Bajos y Polonia).

España, pese a tener evidentes ventajas, es el país que va más rezagado. El informe estima la tasa de renovación anual en el 0,8% (respecto de la superficie total), cuando para obtener un impacto significativo en los objetivos climáticos esta debería situarse en 2030 en el 2,2%. O en un 3% para lograr las cero emisiones veinte años más tarde. Es decir, entre el triple y el cuádruple de la velocidad actual. Aunque la actividad es algo mayor, la situación es similar tanto en el conjunto de la UE como en los otros cuatro ejemplos estudiados, todos con una tasa que ronda actualmente el 1%. Un problema común a todos los países es que la inmensa mayoría de obras que se acometen son de bajo impacto, mientras son muy pocas las intervenciones profundas (las que reducen el consumo energético en al menos un 60%).

Un factor ayuda para España es que el clima ayuda a contener las emisiones vinculadas a vivienda. El motivo es que la calefacción es una gran fuente de contaminación mientras que la refrigeración, normalmente dependiente de energía eléctrica que puede proceder de fuentes renovables, plantea un menor desafío. Pese a ello, el documento deja patente que un 80% de los sistemas de calefacción en España dependen del gas y por tanto son emisores. De hecho, casi el 60% de la energía que consumen los hogares españoles es para calentar la casa o el agua corriente. Por eso los expertos proponen, entre los primeros pasos para encarrilar la situación, actuar sobre los cinco millones de viviendas que hay en las regiones españolas más frías, sustituyendo las calefacciones actuales y los sistemas para calentar el agua por bombas de calor u otros sistemas no emisores.

Por el contrario, uno de los problemas que encuentra el estudio es que el parque español de vivienda, donde al estallido de la burbuja inmobiliaria de principios de siglo le siguió un déficit constructivo que se prolonga ya más de 15 años, es muy antiguo. Eso hace que seis de cada diez casas que existen se edificaran cuando no había ningún tipo de normativa de eficiencia energética. Y nueve de cada diez son anteriores al Código Técnico de la Edificación, vigente desde 2006 y que pone, entre otras cosas, requisitos mínimos sobre envolventes y asilamientos para que los edificios sean más resilientes a los rigores climáticos.

El reto es acondicionar todos esos edificios que ahora mismo suponen un derroche de energía y de emisiones. Por ello el informe, titulado Un viaje colectivo hacia la descarbonización de las vivienda, pide incrementar la concienciación ciudadana, pero también más ayudas públicas e impulso político a las rehabilitaciones, además financiación suficiente (un asunto en el que ING, como toda la banca, tiene intereses evidentes).

La Comisión Europea calculó que, solo en la actual década, haría falta invertir unos 275.000 millones para cumplir con los objetivos de 2030. Pero no todo es cuestión de dinero. Los expertos, que identifican hasta 12 actores clave en el asunto (desde los propietarios de vivienda hasta las compañías eléctricas), concluyen que “la descarbonización del parque residencial solo será posible si se articula un enfoque coordinado”. Y dadas las cifras de renovaciones actuales, todo apunta a que esa implicación de todos los que deberían participar de la rehabilitación energética no se está consiguiendo.

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Sobre la firma

José Luis Aranda
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS, diario donde entró a trabajar en 2008. Escribe habitualmente sobre temas de vivienda y referentes al sector inmobiliario. Es licenciado en Historia por la Universitat de València y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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