Anatomía de un extraño conservador
Nick Cave (Warracknabeal, Australia 1957) está de buen humor. Sentado en el sofá de un club privado en Hove, charla, bromea y comenta lo soleado que ha amanecido el día con la camarera que le sirve té. Se hace raro ver a esta suerte de príncipe de las tinieblas moverse cómodamente en una situación tan doméstica. Pelo artificialmente negro peinado hacia atrás, bigote a lo Zapata, perfectamente recortado. Va vestido como un cruce de predicador y chulo putas: traje oscuro con chaleco, camisa abierta de la que cuelgan unas gafas de sol estilo años setenta, y cadena de oro. Dos enormes anillos —uno con una piedra negra y otro, roja— en la mano derecha y una simple alianza en la izquierda. "Aquí celebré mi 50º cumpleaños. Por eso les conozco y puedo entrar sin ser miembro. Un lugar muy conservador", dice levantando las cejas.Lo es. Hay típicos caballeros británicos que interrumpen su lectura de The Daily Telegraph para dar los buenos días y un retrato de la reina presidiendo el salón. Cave está afincado en Hove, un respetable pueblo de la costa sureste inglesa, contiguo a Brighton. Paseando por sus calles llaman la atención las abuelitas haciendo la compra y las elegantes mansiones blancas de la época georgiana. Muy distinto de los escenarios tenebrosos que Cave crea en sus obras. "¿Qué importa dónde viva? No importa. Vivo aquí porque tengo el mar cerca y porque me proporciona anonimato. Es una vida pequeña, en el sentido en el que todos me conocen y yo les conozco. Nadie me molesta". Cada día sigue la misma rutina. Se levanta y se viste con un traje hecho a medida, deja su casa y camina por el paseo marítimo hasta su estudio, amueblado con una mesa, un piano, obras del pintor inglés esquizofrénico Louis Wain —conocido por sus pinturas de gatos— y montañas de libros. Allí es donde trabaja enfebrecidamente hasta las cinco de la tarde, hora en la que vuelve a casa con su familia."Esta rutina me viene de manera natural", explica. "Siempre lo he hecho. Pero fue hace unos diez años cuando decidí tener una oficina fuera de casa. Empecé a vivir con una mujer, y yo no puedo trabajar con una puta mujer alrededor. Tengo que estar constantemente concentrado y no puedo escuchar cosas del tipo: '¿Quieres una taza de té, cariño?".Ríe con carcajadas cavernosas, satisfecho con la incorrección política que acaba de cometer. No aparenta sus 50 años, pero cuando ríe se convierte en alguien todavía mucho más joven: medio niño, medio demente. Parece que le divierte jugar con su fama de misógino romántico, alguien que compone delicadas canciones de amor como The ship song, y también odas al asesinato de mujeres, como en Where the wild roses go. Cave está casado con Susie Bick, una ex modelo a la que describe como "La mujer más hermosa que he visto en mi vida". Sellaron sus votos un día de eclipse de sol hace nueve años y tienen dos hijos gemelos. Lleva una estable vida familiar, con sus particulares preocupaciones paternales: "Tengo auténtico miedo de que mis hijos se conviertan en ingleses" (además de los gemelos Arthur y Earl tiene otros dos, los adolescentes Jethro y Luke). "No tendríamos tiempo suficiente para que explicase qué es lo que no me gusta sobre el país. Es una de las naciones más racistas y aborrecibles del mundo. Sé que soy yo el que puedo sonar racista, pero que se jodan. Aunque debería callarme, porque sí conozco a algunos ingleses buenos". Una pena, porque es bastante entretenido ver a Nick Cave soltando sapos y culebras por la boca. Cave ha publicado nuevo disco con su banda The Bad Seeds. Se llama Dig, Lazarus, dig!!! (¡Cava, Lázaro, cava!) y toma el título de una de las historias del Nuevo Testamento que más impresionaron a Cave cuando era niño. En él hay sus habituales referencias bíblicas e historias de vaqueros, pero menos violencia explícita, recita más que canta versos crípticos sobre paisajes lunares, pensamientos insomnes y almas perdidas, como un Lázaro al que nadie preguntó si quería ser resucitado y se ve vagando por calles de Nueva York. "Mis letras siempre han sido muy claras. Ahora me he permitido ser un poco más abstracto y oscuro. Utilizando una frase hecha inglesa: "Me he permitido hacer una digresión". Su inspiración vino sobre todo de la literatura: "Soy más propenso a robar algo de una novela que de una canción. Bromeo, pero de hecho sólo escucho música instrumental. Jazz, Miles Davis, Sun Ra ( ) La música sin la narrativa escrita de la voz es mucho más misteriosa y abstracta y pura". Nick Cave habla. Vaya si habla, repitiendo frases que le gustan e irguiéndose en su asiento cuando algo le interesa. Pero no le gusta que le hagan explicarse. "No quiero hablar sobre eso", responde a una pregunta acerca de la religión —una temática recurrente en toda su trayectoria—. ¿Es porque es creyente? "No soy cristiano, nunca he sido cristiano y nunca he estado implicado en la Iglesia o en algún tipo de religión organizada. Por tanto, ¡no!", ruge. Pero en su obra se puede intuir una imaginería sangrienta similar a la católica. Ante la pregunta se le frunce el ceño: "Siempre me ha gustado el uso tan libre de la sangre en las iglesias españolas", contesta riendo. "Me gusta el aspecto visual lleno de sangre y vísceras de la religión, pero no la de los que se inmolan. Prefiero no hablar sobre ello porque en general las religiones han sido responsables de mucha mierda, muchos horrores en el mundo. Pero sí, tengo ciertas creencias", concede. En lo que verdaderamente cree Cave es en el poder redentor del arte. A los 19 años recibió la noticia de que su padre había muerto en un accidente de tráfico mientras estaba detenido en la comisaría por un delito menor. A partir de entonces, no paró de escribir. Después de dejar su Australia natal tuvo una existencia errante por Londres, Berlín y Brasil: "Soy el eterno gringo", dice. Vivió en extrema pobreza cuando se mudó a Inglaterra. Arrastró una adicción a la heroína hasta que se rehabilitó hace más de quince años. Pero incluso en situaciones límite consiguió salir a flote gracias a su dedicación obsesiva por crear. Escribió su novela Y el asno vio un ángel en el Berlín posterior a la caída del Muro, con Cave hasta arriba de speed, viviendo de prestado: "No dormía. Trabajaba y trabajaba hasta que caía inconsciente, explica. Y siempre se ha preocupado por cuidar con mimo el misterio de su talento. "Mi musa viene a mí con el regalo de una canción y a cambio la trato con el respeto que se merece. En este caso, no hacerla pasar por las indignidades del juicio y la competición", escribió en una carta de rechazo a varias nominaciones para los premios MTV. Un honor por el que otros hubieran vendido su alma. Hoy divide sus días de trabajo entre la música y el cine. Actualmente está escribiendo la banda sonora para La carretera, una adaptación cinematográfica del libro de Cormac McCarthy (uno de sus autores favoritos) dirigida por John Hillcoat. Cave había trabajado con Hillcoat anteriormente, escribiendo el guión del western autraliano La proposición. Animado por Rusell Crowe, Cave también estuvo trabajando en un guión para Gladiator II. En su versión, el gladiador vuelve a la vida, y termina implicado en Vietnam y el Pentágono. Obviamente, el proyecto no salió adelante. "El fiasco de Gladiator desencadenó todo tipo de peticiones cinematográficas extrañas. Pero, sinceramente, no tengo demasiado tiempo para eso. Ridley Scott me pidió que preparase el guión para Meridiano de sangre de Cormac McCarthy, pero no acepté". Esta vez, Cave se muerde la lengua antes de que la sangre llegue al río: "Es que adoro ese libro y bueno, mejor dejémoslo aquí".
"Tengo auténtico miedo de que mis hijos se conviertan en ingleses. Es una de las naciones más racistas y aborrecibles. Sé que soy yo el que puede sonar racista, pero que se jodan"
"No puedo trabajar con una mujer alrededor. Tengo que estar concentrado"
Dig, Lazarus, dig!!! se publica el 4 de marzo en Mute /EMI. Nick Cave actuará el 25 de abril en Barcelona (Sala Razz 1), dentro del Leave an Impressión Festival. www.nickcaveandthebadseeds.com

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