La buena educación

Empieza a ser raro que pase un día sin que no aparezca en la prensa alguna noticia sobre alguna ley destinada a regular y sancionar comportamientos molestos de los ciudadanos. Leyes antitabaco, antibotellón; leyes contra vecinos ruidosos, contra las cacas caninas, contra la mala costumbre de utilizar la vía pública como un urinario... No sé si la necesidad de legislar en materia de convivencia se debe a que, a fuerza de reclamar nuestros derechos, nos hemos olvidado de nuestros deberes, a que hemos sustituido la buena educación tradicional por la corrección política, y a que el respeto y tolerancia a los que son diferentes nos ha hecho olvidar que también son merecedores de ello los que son iguales.

Esta mañana, en un autobús público, un adolescente dormía a pierna suelta ocupando dos asientos con la música a todo volumen y otros dos iban charlando animadamente sentados mientras una embarazada iba de pie junto a ellos. Ha sido un señor mayor el que le ha cedido el asiento. Es muy posible que estos chicos sean antibelicistas, antirracistas, que se tomen muy en serio el reciclaje en casa y que no les parezca bien que alguno de sus compañeros fume, porque en casa y en el colegio, desde pequeños, se les están inculcando esos valores, pero ¿quién les ha dicho alguna vez que en un autobús hay que cederle el asiento a un anciano o a una embarazada? ¿Quién les ha dicho cómo hay que sentarse o cómo llevar la mochila para evitar golpear a los demás? ¿Quién les ha dicho que no se puede hablar a gritos? ¿Quién enseña ahora eso que tradicionalmente se llamaba buena educación.