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Los locutorios telefónicos son el negocio con mayor presencia en Ciutat Vella

Las tiendas tradicionales recelan del auge de una actividad comercial 'distinta'

Blanca Cia

Los negocios regentados por inmigrantes en Ciutat Vella de Barcelona -distrito en el que el 20% de la población es de origen extranjero- se han triplicado en los últimos cinco años. La mayor progresión se ha producido desde 1999. Este incremento se registra en dos áreas del distrito: Raval y Casc Antic. Carnicerías, supermercados, tiendas de todo a cien, peluquerías y, en especial, locutorios están sustituyendo al comercio hasta hace poco tradicional del barrio, que casi ha desaparecido de las calles Sant Pau, Hospital y Princesa y empieza a ser minoritario en otras como Joaquín Costa.

Competencia desleal y falta de control son acusaciones a las tiendas de inmigrantes

Mientras que los inmigrantes defienden su derecho a dedicarse al comercio y a los negocios, cada vez son más las voces que piden a las administraciones, en especial al Ayuntamiento de Barcelona, que controle más la legalidad de algunas actividades, en particular la de los locutorios.

Un estudio realizado por la Fundación Cidob muestra que la evolución de actividades empresariales en Ciutat Vella desde 1999 se ha incrementado por encima del conjunto de Barcelona. En concreto, el aumento del número de licencias de Ciutat Vella fue del 4,5% frente al 2,4% en el resto de la ciudad. Según el citado trabajo, buena parte de ese incremento procede del sector comercial. Ese análisis se constata a simple vista, paseando por las calles.

Ese trabajo cifra en 135 los espacios comerciales regentados por extranjeros en el conjunto de Ciutat Vella en 1996. Tres años más tarde eran 168 y en cifras de este año el número de licencias es de 364, aproximadamente. Esa progresión, además, se ha producido de forma más acentuada en todo el barrio del Raval y el Casc Antic. Los ejes del comercio de inmigrantes ya estaban bastante definidos en 1996: calle de Princesa, Sant Pau, Hospital y Nou de la Rambla, básicamente. Cinco años más tarde, las tiendas regidas por inmigrantes en estas zonas se ha incrementado notablemente al ritmo de dos circunstancias de corte urbanístico: la apertura de la rambla del Raval y el cierre del mercado de Santa Caterina.

En el primer caso, los comercios se han extendido a buena parte de las calles que van hacia la ronda de Sant Antoni y la de la Universitat y algunas, como Joaquín Costa, han cambiado prácticamente de paisaje. Lo mismo ha ocurrido en la totalidad de la calle del Hospital y la de Sant Pau, en las que la mayoría de las tiendas son propiedad de ciudadanos de origen paquistaní.

Pequeños supermercados, carnicerías, peluquerías y tiendas de ropa y de todo a cien conforman la mayor parte de la actividad comercial de Ciutat Vella. Aunque el número más abultado es el de los locutorios telefónicos: 36 sólo en el Raval.

En el eje de la calle de Princesa, los comercios regentados por inmigrantes -en esta zona el colectivo de los dominicanos es cada vez más importante- se ha extendido a la calle de Carders y los alrededores del futuro mercado de Santa Caterina. Precisamente a finales de 1998, el desmantelamiento del viejo mercado marcó el inicio de cierta decadencia del barrio por el imparable cierre de los comercios de los alrededores del mercado.

El aumento de una actividad comercial distinta genera, cuando menos, recelos y rechazo por parte del resto de negociantes de Ciutat Vella. Las quejas son dos: competencia desleal de los supermercados regentados por inmigrantes porque abren hasta entrada la noche y en días festivos, y falta de control de la actividad que se desarrolla en los locutorios, donde, además de llamar por teléfono, se envía dinero al exterior y se venden bebidas y bocadillos.

Desde el distrito se alega que no pueden prohibir a la población inmigrante que abra negocios y comercios si solicita la licencia de actividades. El problema consiste -y eso lo reconocen los responsables municipales- en el control de lo que ocurre en el interior de los establecimientos. Por ejemplo, se reconoce que hay al menos una veintena de locutorios en situación irregular y la Administración se defiende afirmando que, en ocasiones, la Guardia Urbana ha precintado los locutorios hasta tres veces, precinto que ha sido roto en otros tantos momentos. Como en todo acto administrativo, los afectados se defienden y recurren contra las resoluciones. 'El resultado es', justifican técnicos del distrito, 'que a veces puede pasar un año antes de que el cierre sea efectivo'.

Desde enero a septiembre de este año se han realizado 537 inpecciones en el Raval, la gran mayoría (426) a comercios, categoría que engloba a los locutorios. De todas las inspecciones, se abrieron 126 actas o expedientes, 24 acabaron en precintos y otros 4 están en trámite de clausura.

En el caso de los locutorios, el barrio del Raval marca el récord: 15 en la zona norte, 14 en el área central y 7 en el sur. Por nacionalidades, el negocio está dominado por paquistaníes, el segundo colectivo de inmigrantes de Ciutat Vella.

Frente a los recelos de vecinos -algunos afirman que todo el Raval se traspasa- y asociaciones, los inmigrantes defienden su derecho a salir adelante con sus negocios. Mohamed Chair, portavoz de la asociación Ibn Batuta, es de los que niegan que los comercios de inmigrantes tengan otras condiciones. 'No es verdad que no paguen los impuestos', sostiene para, acto seguido, defender que los inmigrantes tienen los mismos derechos 'que los de aquí' para hacer negocios.

Algo se mueve

Preocupación y ganas de cambiar el Raval, el barrio que hace 40 años absorbió la llegada de los inmigrantes nacionales y que ahora no puede engullir la otra gran oleada. Ésos parecen ser los principales ingredientes de un plato especial que se está preparando entre instituciones, operadores muy diversos y enamorados del barrio, reunidos en la Fundación del Raval. Los impulsores de la idea son muchos: el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, los restaurantes Casa Leopoldo y Núria, el Liceo, el mercado de la Boqueria, empresarios, algunas asociaciones de vecinos y también asociaciones de inmigrantes, como Ibn Batuta y el Centro Islámico. La idea nació hace meses y ahora se están buscando apoyos para que la fundación sea una realidad y pueda ser el instrumento que sume esfuerzos de un sinfín de asociaciones y entidades. Hay muchas propuestas y todas tienen como objetivo lograr que la inmigración deje de percibirse como un problema. Por ejemplo, se quiere promover escuelas de artes y oficios que faciliten la formación necesaria al colectivo de extranjeros. En el fondo, la idea de la fundación es una llamada de atención a las administraciones, que no están dando la respuesta esperada a las necesidades del corazón de la ciudad.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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