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Columna
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La colina de Watership

Desde que el clima es también política, no se puede hablar del tiempo en una cena familiar

Fotograma de la película de animación 'Watership down' (1978) estrenada en España con el título 'Orejas largas'.
Jimina Sabadú

Con el noroeste de España en llamas, con el fuego cayendo hacia el sur como un rayo, con focos en el oeste, grandes superficies quemadas en el sur, y una buena parte de Europa ardiendo, un miedo atávico nos visita por las noches, y nos pone en guardia para proteger nuestro hogar. A finales de los ochenta se lanzaron las campañas de Todos contra el fuego, unidas por una canción pegadiza que nuestros famosos presentadores interpretaban en medio de diversos pinares. ICONA se había encargado de hacer estas campañas antes de dar con la canción. Habían empezado a hacerse en 1976. En los ochenta, se lo juro, hacía mucho menos calor. No es una teoría. Desde que el clima es también política, no se puede hablar del tiempo en una cena familiar. No se puede hablar de casi nada ya.

Mientras todo arde me acuerdo una y otra vez de una película de animación que se estrenó en España, con más pena que gloria, en 1984. Reunió a algo menos de veinte mil espectadores en las salas, más los que se decidiesen a verla en VHS o Beta. Tuvo algún pase televisivo, y nada más. La novela en la que se basaba sí ha tenido varias ediciones en español, pero ninguna con ventas reseñables. Watership down es el título de la novela y de su adaptación cinematográfica. En España, la película se llamó Orejas largas. Una película adulta que pueden ver los niños. Orejas largas es oscura, desesperanzada. Utiliza el realismo como herramienta para hablar de los conflictos inevitables. El aumento imparable de la población de conejos hace que estos se vean abocados a la muerte y a la destrucción. El conejo Fiver tiene una tétrica visión, y trata de convencer a sus congéneres de abandonar el sitio donde viven, solo para encontrar situaciones más duras y violentas. Desde fuera vemos que su huida es a ninguna parte. Los peligros están sobre la superficie (los granjeros, los perros) y también bajo la misma (la madriguera abandonada). Nosotros sabemos, y la propia narración sabe, que son demasiados. Con un final cuasi bíblico (un lugar de paz y armonía), ver Watership down es entrar en un mundo de inseguridad, miedo, y perpetua huida. Exactamente lo que sería nuestra existencia si no nos hubiéramos metido en una enorme jaula de desquiciante comunidad. Ante el miedo al fuego les recomiendo ver Orejas largas. No van a sentirse mejor, pero sí más ubicados.

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Sobre la firma

Jimina Sabadú
Columnista en la sección de Televisión. Ha colaborado en 'El Mundo', 'Letras Libres', 'El Confidencial', en programas radiofónicos y ha sido guionista de ficción y entretenimiento. Licenciada en Comunicación Audiovisual, ha ganado los premios Lengua de Trapo y Ateneo de Novela Joven de Sevilla. Su último libro es 'La conquista de Tinder'.
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