Militares republicanos
El pasado día 6 de enero murió mi padre. Sí, ya sé que para muchos, incluso para mí misma, la muerte es tan sólo un mero hecho circunstancial que llega tarde o temprano a todos sin distinción y que al final afecta de pleno sólo a los más cercanos.Sin embargo, este final para mí ha sido también un signo premonitorio: definitivamente va llegando el fin de una época. Mi padre fue oficial de las fuerzas repúblicanas, y como tal estuvo preso y represaliado. Herido de guerra en la batalla del Ebro, emigrante a la fuerza en París, condenado a muerte, a 13 años y al fin solicitante eterno de trabajos dignos aunque fueran para rojos. Es increíble ver cómo él y todos los demás, algunos sin duda más famosos y populares, pero miles anónimos, nunca perdieron la esperanza de ver recuperada la libertad y la democracia en nuestro país, y que a pesar de ser los que más vejaciones habían sufrido montaron una permanente retaguardia en la clandestinidad.
Algunos tuvieron suerte y pudieron ver ante sus ojos una película de acción rápida: 10 años de transición. Pero sobre todo su felicidad llegó a ser completa el día en que los socialistas llegaron al poder por mayoría absoluta: la historia los recompesaba tardíamente, eran los suyos, o los hijos de los suyos, pero eran el fruto de 40 años de resistencia dentro y fuera de España.
Desde luego, hoy podemos decir que el pasado revanchista está más que enterrado y que dentro de algunas décadas, por no decir ahora mismo, la guerra civil española será un capítulo, otro capítulo más, de la historia de España. Lástima que los suyos les hayan puesto tantas trabas a la hora de cobrar sus pensiones o de ser reconocidos como militares republicanos oficialmente. Cuando hablas con los que aún viven sólo saben decirte: deben de estar esperando que estemos todos muertos. Y tienen razón: cada día uno de ellos se va para siempre. Pero el recuerdo y la constancia de sus actos, de todos los que contribuyeron a hacer un país más libre, ese recuerdo para siempre perdurará.-
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