Alcaraz ‘el marine’ apea a Opelka en un estreno pulcro
El murciano logra un triunfo aseado frente al sacador estadounidense en un duelo de escaso ritmo: 6-4, 7-5 y 6-4, tras 2h 05m. Se medirá con el italiano Bellucci (65º)


Cuando Carlos Alcaraz irrumpe en la Arthur Ashe, todas las miradas se concentran exclusivamente en el cráneo rasurado del número dos del mundo. Al parecer, fruto de un desliz: su hermano Álvaro no acertó el día previo y hubo desaguisado, de modo que optó por lo radical. Al fin y al cabo, contará luego a los enviados especiales, “si hay un sitio que se asemeja a un corte y un estilo totalmente diferentes como este es Nueva York”. Y una vez pasada la maquinilla al cero para corregir, ideas despejadas y claridad para resolver un estreno que presentaba el riesgo que entraña el cruce con un bombardero de manual, en este caso Reilly Opelka. El estadounidense se inclina mansamente: 6-4, 7-5 y 6-4, tras 2h 05m.
Alcaraz rinde al gigantón (67º del mundo) a base de seriedad y buen hacer, en un capítulo que no permite calibrar la verdadera temperatura de su juego porque apenas hay miga, sino mucho trallazo y la réplica idónea para finiquitarlo sin giros extraños. Lo que procedía. Está satisfecho y se marcha un swing estiloso en el centro de la pista, enganchado al golf como lo está. Al fin y al cabo, el test era exigente y los despegues esconden alguna que otra trampa, pero él sigue sin fallar: son 19 victorias en los 19 debuts en los majors, como en su día lo hicieron Björn Borg y Rafael Nadal. Se las verá el miércoles, por tanto, con el italiano Mattia Bellucci, de 24 años y 65º de la ATP. Superior antes a Juncheng Shang (7-6(0), 1-6, 6-3 y 3-0).
El ritmo de la noche (This is the rhythm of the night) recibe a un Alcaraz eléctrico que durante el sorteo ya brinca y se menea acrobáticamente como una ardilla, en contraste con el estatismo de Opelka; la disposición de uno y otro no engaña. Dos perfiles, dos mundos. Dos formas muy distintas de interpretar la acción. Frente al sugerente abanico del español, el registro único del estadounidense, al que cada vez que abandona las cuatro losetas sobre las que compite le asoman con claridad las costuras. Muchos centímetros, poca imaginación; altura para dar y regalar, 2,11 de tallo, pero escasez en la propuesta. Con ese corpachón, básicamente lo fía todo a su palanca.
Tras un doloroso proceso que le condujo al quirófano para reparar la cadera y la muñeca, va recuperando vuelo en este tenis vertiginoso y minimalista de hoy, en el que el saque es un punto de partida innegociable. Absolutamente esencial. Bien lo sabe Alcaraz, de burdeos y en tirantes, chasis privilegiado y plasticidad en cada una de sus maniobras. Una delicia para la vista. Lo observa en primera línea Feliciano López, estos días comentarista en la ESPN, y el público de los tres anillos que conforme progresa el duelo, monótono, va enfriándose. Más bien pastoso. Sin ritmo, previsible. Opelka en línea recta, sin voluntad alguna de debate. Y el murciano va contagiándose.
Sin giros
A excepción de un remate en suspensión de Alcaraz, poquito espectáculo entre el primer y el segundo parcial. Se escapa algún que otro bostezo cuando se ha alcanzado la medianoche. Paradójicamente, el punto más estético se lo adjudica el norteamericano después de un buen intercambio que resuelve con un globo muy delicado. Bravo por él. Sin embargo, la eficacia de Alcaraz continúa imponiéndose. No concede un solo punto al saque en la primera manga y a la quinta opción, muerde. Suficiente para marcar terreno y bien resuelta la única situación de apuro en la continuación, desbaratando el 15-40. Se mantiene firme, sigue tanteando. Y suelta otro zarpazo.

Desde uno de los palcos de celebridades, el golfista Rory McIlroy saluda pulgar arriba y Maria Sharapova departe en la cabina con John McEnroe, profundo admirador de Alcaraz. A la noche le falta picante, huele a sándwich y Olivia, social media de un periódico local, aprueba el rapado del vencedor: “Like David Beckham”. Nacían los 2000 cuando el futbolista inglés irrumpió en Old Trafford con un corte rompedor, y sorprende ahora este otro marine que también arrastra a la masa juvenil y marca tendencia. En Nueva York gusta lo atrevido y esa osadía dentro y fuera de la pista enganchó desde el principio a la grada neoyorquina, proclive siempre a la fiesta.
Esta vez, la apariencia de Alcaraz le roba el protagonismo al desarrollo, sin giros ni grandes chispazos a excepción de un pasante cruzado en una reacción defensiva que pone a la gente en pie. Con él sobre la pista, siempre hay alguna píldora para guardar. No obstante, en esta ocasión prevalece lo aseado del episodio: decisión al resto, firme al saque —86% con primeros— y pocos errores (17). Por parte de Opelka, rutina en los saques directos (14), desajustes (9 dobles faltas) y poquita fe. En ningún instante ha logrado incomodarle de verdad. En consecuencia, un estreno que se antojaba peligroso queda reducido a un mero ejercicio de efectividad con un protagonista inesperado: el pelo.
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