Pongamos en valor el dobles
La competición mixta que despertó recelos iniciales ha contado con muchas más figuras mundiales y ha sido mucho más seguida por los aficionados


Recién comenzado el último Grand Slam del año, el US Open, Carlos Alcaraz y su máximo rival, Jannik Sinner son, como no puede ser de otra manera, los dos tenistas que durante estos días acaparan la atención de los aficionados y de la prensa. Con razón fueron ellos los que disputaron las últimas dos finales de los torneos de esta categoría y quienes, hace algo más de una semana, alcanzaron también la final del Masters 1000 de Cincinnati. Parece poco probable, pues, que algún otro jugador sea capaz de derrotarles.
Los aficionados esperamos no sólo un nuevo duelo entre ellos para comprobar quién será capaz de alcanzar la victoria final, sino también para dilucidar quién será reconocido como el mejor del año. Si bien en la carrera hacia la Copa de Maestros de Turín el jugador español lleva una amplia ventaja, en caso de que fuera el transalpino quien levantara el trofeo y se adjudicara su tercer grande de la temporada, nadie podría discutirle su hegemonía en 2025, más allá de lo que indicaran los números.
Muy distinto es el panorama en el cuadro femenino. La lista de posibles vencedoras parece mucho más extensa y se nos hace más complicado vislumbrar una clara favorita.
Al margen de estas consideraciones estrictamente deportivas ha habido otro hecho que ha reclamado la atención de los aficionados: el adelanto de la competición de dobles mixtos. Como era de esperar —siempre ocurre así cuando una iniciativa nueva desbanca a la anterior—, este nuevo formato no ha estado exento de controversia. Pero yo no sólo aplaudo la iniciativa, sino que pienso que, con matices, sería bueno hacerla extensiva a la competición de dobles.
Hace años sugerí a los rectores del circuito ATP la posibilidad de que la prueba de dobles empezara a disputarse antes que la individual y que finalizara, también, algunos días antes de su conclusión. Propuse, además, que los puntos conseguidos en esta prueba se anotaran también en el recuento individual. A mi parecer, este hecho estaría totalmente justificado. Quien acredita ser un buen jugador por parejas, además de en categoría individual, demuestra una mayor destreza en este deporte.
La finalidad de mi propuesta era clara e iba en varias direcciones. En primer lugar, atajar la queja constante de los organizadores de los torneos por el elevado coste de la competición de dobles y de la poca repercusión y acogida que tiene entre los aficionados y espectadores. Y, en segundo, para dar la posibilidad a los tenistas destacados en la competición individual de participar en ella.
Las competiciones de dobles han ido perdiendo interés, precisamente, debido a la falta de participación de tenistas de renombre en ellas. No hace tanto tiempo que era habitual ver competir a los mejores en ambas pruebas. Y, aunque haya que retroceder algo más, nos conviene recordar lo interesante que era si hasta el mismísimo John McEnroe era número uno del mundo en ambas categorías.
No me cabe duda que esta sugerencia que me he permitido proponer —sin entrar en detalles— obtendría la disconformidad y la oposición tanto de los tenistas destacados en individual como de los especialistas en la competición por parejas. Yo pienso, sin embargo, que cualquier cambio que haga más atractivo el mayor número posible de encuentros sería indefectiblemente beneficioso para nuestro deporte.
De momento, esa competición de dobles mixta que despertó variados recelos iniciales ha contado ya este mismo año con la participación de muchas de las figuras mundiales y ha sido seguida, para deleite de todos, por muchos más aficionados en las gradas y por un mayor número de espectadores.
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