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15 meses de pereza y uno de caída libre en el Real Madrid

La crisis blanca empuja a Xabi Alonso a la agonía, víctima de males que ya sufrió Carlo Ancelotti y de un debilitamiento de su autoridad desde el ‘caso Vinicius’

Xabi Alonso

Carlo Ancelotti tardó muy poco la temporada pasada en alertar a su equipo de ayudantes que no habría nada que hacer si el compromiso defensivo de los jugadores seguía bajo mínimos. No era solo una sensación ni la intuición de un hombre que las había visto de todos los colores, sino una conclusión a partir de los datos que manejaban en el cuerpo técnico. Veía los kilómetros que recorría el equipo en cada partido, los esfuerzos a alta intensidad, los comparaba con los rivales y la lectura era pesimista. No se equivocó.

Se hartó de pedir en público y en privado a los delanteros un mayor sacrificio hacia atrás, pero sin éxito. Vinicius, señalado el sábado por una parte destacada del Bernabéu, difunde entre las gentes del fútbol que él no está para correr. Y a Mbappé, cuyos goles son imprescindibles hasta contra el Talavera, nunca se le pasó por la cabeza esa idea.

Dieciséis meses después de aquella advertencia de Carletto, el Madrid ha entrado en caída libre, víctima de falta de esa actitud, y también fútbol y química interna. Bajo el mandato de Xabi Alonso, al viejo problema del esfuerzo le acompaña otro antiguo (la escasa generación de juego) que ya sufrió Ancelotti, y uno nuevo (el poco feeling entre el nuevo técnico y algunas estrellas). La consecuencia es un equipo que no coge aire ni cuando gana (Alavés, Talavera y Sevilla) y un entrenador instalado en el abismo, cuya autoridad quedó seriamente dañada desde la falta de apoyos del club al desafío público de Vinicius en el clásico. Cada vez más empequeñecido, él tampoco ha encontrado las respuestas a las carencias del equipo.

Sin señal de refuerzo del club

La precariedad del tolosarra es máxima hace semanas y en todo este tiempo no ha recibido ninguna señal pública de refuerzo o respaldo desde la dirección, por más que en los despachos todavía conserve alguna mirada comprensiva, lo que ha ayudado a debilitar más su figura. En las capas intermedias de la entidad, se habla ya con naturalidad, por ejemplo, de uno de los reproches más comentados que han salido hacia el técnico: las largas sesiones de vídeo con los jugadores.

Alonso, un vasco serio, puntilloso y algo distante, ha tratado de mostrarse hermético hacia fuera; sin embargo, ha terminado escaneando al equipo a través de su discurso. En los primeros meses, hablaba de un equipo en construcción, de la necesidad de compromiso, de defender los 11 (“sin eso será muy complicado”, aseguraba), de ser flexible con los sistemas y de meritocracia (“el que se lo merezca jugará”). Ese plan apenas cristalizó, en mayor o menor medida, unos meses, hasta que el episodio de Vinicius en el clásico abrió un nuevo escenario. Ahora, se agarra al resultadismo y justifica el gran bajón solo por las bajas y el desgaste físico.

Su medio año en Valdebebas encierra, además, una paradoja. Desde que regresó en agosto tras el 4-0 del PSG en las semifinales del Mundial, insistió varias veces en que su época empezaba al 100% entonces, con el inicio de la nueva campaña. Sin embargo, en aquel Madrid en pruebas de junio y julio en Estados Unidos se adivinaban muchos más rasgos de lo que él busca en el equipo que la cruda realidad de noviembre y diciembre. El declive de los últimos tiempos lo ilustran bien los tres jóvenes protagonistas de los primeros pasos: Huijsen se muestra blando, Güler se ha perdido en el centro del campo tras la recuperación de Bellingham, y Mastantuono -el ojito derecho confeso de agosto y septiembre- solo ha estado para el Talavera.

“Tranquilos”

Muchos males del presente, aunque no todos, son compartidos con el último curso de Ancelotti, pero la corrosión se ha acelerado. Carletto, pese a su pesimismo, logró ir ganando tiempo hasta alcanzar, incluso maltrecho, la salida amistosa de junio. Por el contrario, Alonso, que como el italiano no ha recibido fichajes en la medular, malvive hace semanas en la agonía. Salvo gran derrumbe contra el Betis el 4 de enero, afrontará la Supercopa como cita clave.

Entre las paradas de Courtois y los goles de Mbappé (29 de los 52 del equipo), se ha ido abriendo un desierto enorme. El técnico fijó como prioridad que las distancias entre líneas fueran más cortas, otra forma de referirse al compromiso colectivo para defender, pero sin éxito de momento. Los intentos de presión alta se han marchitado. En el medio, sin futbolistas con mando, Güler ha dejado de darle beneficios. Arriba, desde el match ball de Vitoria, ha recurrido a los cuatro atacantes de Ancelotti (Vinicius, Mbappé, Rodrygo y Bellingham). Solo Rodrygo, que ha asomado en mitad de la niebla cerrada, le ha concedido un alivio mientras Vini apenas ha acumulado 13 tiros a puerta en los 14 partidos que lleva seco.

Los progresos que pudieron asomar entre junio y octubre desaparecieron con el otoño y la crisis que provocó el desaire de Vini. En la última semana, el Madrid solo ganó al Talavera y Sevilla con dos goles de penalti, uno de falta y otro por un error del meta toledano. El fútbol le ha abandonado y el esfuerzo colectivo sigue en barbecho. Desde la temporada pasada, el Madrid ha disputado 20 partidos de Champions y solo ha corrido más que el rival en uno, contra el Atalanta. Ha dado igual que se enfrentara al Arsenal, City o Kairat.

“Es tiempo para reflexionar dónde estamos”, concluyó el sábado Xabi después de esquivar otra bala y despedirse de la prensa con un enigmático: “Tranquilos”.

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Sobre la firma

Lorenzo Calonge
Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Desde 2018, en la sección de Deportes de EL PAÍS y desde 2020, en la información del Real Madrid. También cubro balonmano.
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