La epopeya de Mariam Coulibaly para ser MVP del baloncesto español
La maliense, que se alejó de la pelota naranja para intentar ser madre, está rompiendo todos los récords con el Joventut en su regreso a la liga femenina


Hace tres cursos, Mariam Coulibaly (Mali; 27 años) estaba jugando su mejor baloncesto con el Euskotren de San Sebastián, al punto de que llegó a debutar en el playoff de la Liga Femenina. Pero, de repente, decidió que dejaba la pelota naranja, que su vida, de acuerdo con lo hablado con su pareja, pasaba por ser madre y por su Bamako natal, donde se sometería a un proceso de fertilidad. El infortunio quiso, sin embargo, que las cosas salieran mal y perdiera a su bebé. “Lloré mucho, muchísimo. No llegué a la depresión, pero fue tan duro que me dije que ya no quería jugar más al baloncesto”, recuerda con tristeza; “pero toda mi familia me ayudó y me dijo que pensara en el futuro, que más adelante ya podría volver a ser mamá”. Y aunque al principio no lo vio claro, el baloncesto volvió a su vida casi de casualidad para descorchar la mejor pívot de la temporada, ahora con la camiseta del Joventut de Badalona y ya con 12 MVP en 27 jornadas, récord absoluto que supera la marca de nueve lograda por Sancho Lyttle en la temporada 2009-2010, en su estreno con el Perfumerías Avenida.
Con su infancia en Bamako, en un pequeño piso en el centro de la ciudad, Mariam pronto empezó a jugar al baloncesto, contagiada por sus cinco hermanos mayores (tres chicos y dos chicas). “En mi país no era fácil jugar siendo una niña porque la sociedad pensaba que era un deporte para chicos. Por suerte, ahora ya no es así y hay muchas chicas que pueden disfrutar del baloncesto”, desliza. Un problema que ella no tuvo porque en su casa siempre le apoyaron, incluso su padre militar. “Es que fue duro con mis hermanos, pero conmigo, que era la pequeña de la casa, no”, cuenta con una sonrisa pícara. Y todos celebraban sus éxitos, pues en 2014 disputó el Mundial Sub-17 con la selección de Mali. Lo que fue su pasaporte para España, ya que con 16 años —y después de que su representante enviara unos vídeos del torneo— firmó por el Spar Gran Canaria. “Fue complicado separarme de mi madre, pero viví en un piso con dos jugadoras de Senegal que me ayudaron mucho”, recuerda. Paso a paso, fue ascendiendo peldaños; se marchó al Sant Adrià (2017-2019) y después al Landerneau francés por un curso, para acabar en el Euskotren. Y de ahí a Bamako.
Pero esos eran días tristes. Había engordado 30 kilos por culpa del fallido tratamiento de fertilidad y viajó a España exigida a renovar el NIE. Fue a casa de su hermano, en Valencia. Y allí su cabeza hizo clic. “Dos días después de aterrizar, Mamadou me animó a entrenar, a ponerme en forma, y me acompañó al gimnasio. También me apoyó mi hermana Mima, que juega en el Cadí La Seu. Y entonces llegó la llamada de Miquel Calderón [segundo del Girona que le dirigió en el Sant Adrià]. Me dijo que necesitaban a una pívot. Y cuando le dije mi peso, me respondió que sabía que, si quería, lo lograría. Acepté el reto”, explica. Dejó el azúcar, el arroz, el pan y el aceite —el alcohol no hizo falta porque se lo impide su religión musulmana— y se pasó a las verduras y ensaladas, también a un poco de queso porque es su debilidad. Y en dos meses en Valencia, más uno último en Badalona antes de la pretemporada, se puso a tono. Y sacó su mejor baloncesto.

Líder en las estadísticas de puntos (21,95 por duelo), de rebotes (10,48) y de faltas recibidas —incluso de mates porque suma dos—, Mariam es la MVP de la Liga. “Sabía que podía hacerlo bien, pero no esperaba este resultado. Creo que lo del año pasado me sirvió de lección para volver muy fuerte. Y estoy muy contenta y orgullosa por haber llegado hasta aquí”, reflexiona. Y revela su receta: “Mi problema o ayuda es que en mi cabeza siempre me digo que soy la mejor. Y da igual que tenga una o tres delante, que siempre pienso en que haré canasta o me harán falta. Soy así”. Una fórmula que ha despertado el interés de muchos equipos —”sí, mi representante me lo dice, pero ya le he respondido que decidiré al final de la temporada, que ahora solo pienso en este curso”, responde—, por más que su ilusión es ir a la WNBA. “Aunque sé que sin jugar la Euroliga ni la Eurocup es complicado dar el salto”, acepta. Quizá no lo sea tanto vestirse la camiseta de España. “De pequeña no podía porque había jugado con Mali. Pero las reglas han cambiado y ahora sí que podría. Me gustaría mucho hacerlo, pero nunca me han llamado…”, sisea.
Todo eso ya se verá. Como también su maternidad. “He decidido que lo intentaré dentro de unos años. Pero ahora no, ahora quiero disfrutar del baloncesto”. Y la afición del Joventut, con ella.
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