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El intento de Trump de atajar la rebelión por la ‘lista Epstein’ enciende aún más al movimiento MAGA

El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, se suma a las voces conservadoras que exigen al Gobierno que comparta toda la información sobre el millonario pederasta

Donald Trump el 4 de julio de 2025.
Iker Seisdedos

La expresión “efecto Streisand” sirve para identificar ese momento en el que alguien, normalmente alguien poderoso, trata de enterrar una información que le perjudica y logra exactamente lo contrario: que el mundo hable sin parar de ello. El origen se lo debe la cultura popular a la cantante Barbra Streisand, quien en cierta ocasión quiso evitar que se publicara una foto de su casa frente al mar y solo logró multiplicar el escrutinio de la opinión pública.

La penúltima víctima del efecto Streisand se llama Donald Trump. El presidente de Estados Unidos lleva una semana tratando por todos los medios que nadie hable de la lista Epstein, pero no hay manera: a cada nuevo intento de sepultarla emerge con más fuerza.

El fin de semana pasado pidió por las buenas a los suyos −a sus “chicos” y “chicas”, escribió en un mensaje en su red social, Truth− que dejen estar el asunto de una vez y que den por buenas las explicaciones del Departamento de Justicia, cuya jefa, la fiscal general Pam Bondi, lleva días diciendo “nada que ver aquí”, como dicen los policías en este país ante la escena de un crimen que atrae a los curiosos.

El caso es que hasta unos de los “chicos” más fieles e influyentes de Trump, el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, se sumó este martes a quienes piden la difusión de la información que obra en poder de las autoridades sobre Jeffrey Epstein, millonario pederasta que murió ahorcado en 2019 en una cárcel de Nueva York mientras esperaba su juicio por tráfico sexual de menores. “Es un tema muy delicado, pero deberíamos compartir todo lo que haya y dejar que la gente decida”, declaró el congresista republicano en una entrevista con Benny Johnson, famoso podcaster de derechas.

Mike Johnson, junto a Donald Trump el 4 de julio de 2025, en Washington.

Las teorías de la conspiración en torno tanto a las circunstancias de la muerte de Epstein como a sus archivos −una suma de los registros de vuelo de su jet privado, materiales del sumario y una libreta negra con una supuesta lista de clientes que vendría a demostrar la existencia de una élite global dedicada al tráfico de menores− llevan años alimentando la imaginación del movimiento MAGA (Make America Great Again). También fueron uno de los pegamentos de la ideología QAnon, cuyos acólitos son perfectamente capaces de creer que el coronavirus lo inventaron para inocular en la población microchips diseñados para controlarla o que las élites demócratas raptan niños para extraerles la sangre y obtener una droga llamada adrenocromo con su promesa de inmortalidad.

La diferencia entre los años salvajes de la oposición a la Administración de Biden y estos seis meses de la segunda era Trump es que quienes alentaban esas teorías desde los márgenes se han mudado al centro. O bien están en el Gobierno o bien pertenecen al mismo club de los funcionarios que ahora les piden que olviden todo aquello.

Dos de los más destacados creyentes en las teorías en torno a Epstein son (o eran) el director y el subdirector del FBI, Kash Patel y Dan Bognino. El sello del FBI era uno de los dos que adornaban el documento filtrado hace un par de domingos (el otro correspondía al Departamento de Justicia) con dos conclusiones: la lista comprometedora de hombres poderosos de Washington, Hollywood y Wall Street de Epstein no existe, y este se suicidó en la cárcel, porque nadie, según quieren probar dos videos de casi 11 horas hechos públicos la semana pasada, cruzó la puerta de su celda aquella noche en la que murió.

Jeffrey Epstein y Donald Trump

Según publica la revista tecnológica Wired tras examinar los metadatos, en esos archivos informáticos faltan tres minutos, y a ver cómo explicas esa ausencia a tribu de los extremadamente escépticos con las versiones oficiales.

Tanto Patel como Bognino han jurado en el pasado que no pararán hasta conocer todos los secretos sobre Epstein, así que tener que tragarse ahora la versión oficial no resulta un plato de gusto, especialmente para Bognino, que, antes de asumir su puesto, tenía un podcast desde el que alimentaba toda clase de conspiraciones.

Desde su entorno, plantearon la crisis −y su amago de dimisión− como un dilema: o continúa él o la fiscal general Bondi, que ha pasado en pocos días de estrella del movimiento MAGA por su estilo frío e inmisericorde al frente del Departamento de Justicia a ser su enemiga número uno, por, supuestamente, proteger a todos esos presuntos pederastas, ricos y famosos, y quién sabe si a Trump, que fue amigo de Epstein en los tiempos de esplendor de este.

Defendiendo a Pam Bondi

El presidente ha defendido repetidamente a la fiscal general. Este martes volvió a hacerlo. Elogió su “gran trabajo”. Un periodista le preguntó si Bondi le había especificado si su nombre aparecía en la lista Epstein, dado su pasado en común que atestiguan las fotografías y los videos de la época. “No, no. Nos hizo un informe muy breve. Esa lista se la inventaron [el antiguo director del FBI, James] Comey, y [los expresidentes Barack] Obama, [Joe] Biden...”, respondió Trump, confiado tal vez en que nadie recordaría que Epstein fue imputado y murió en 2019, cuando el republicano era presidente, y que el caso se remonta a 2005, cuando ni Comey, ni Obama, ni Biden estaban en condiciones de inventar nada que tuviera consecuencias como las que ahora está sufriendo Trump. No deja, con todo, de ser irónico que el defensor de conspiranoias como aquella que decía que Obama no nació en Estados Unidos o esa otra que sostenía que los haitianos de Ohio comen mascotas esté probando estos días de su propia medicina.

La semana pasada, Trump perdió los nervios en una reunión e su gabinete cuando le preguntaron por el financiero acusado de tráfico sexual. “¿Por qué siguen hablando de él?”, respondió. “Se ha dicho mucho sobre este tipo durante años”. Este martes, dio otra versión de ese argumento: “No entiendo cuál es el interés y la fascinación [por la lista]. Se ha dado información fidedigna. Es [un tema] sórdido, pero bastante aburrido”.

Trump y Bondi el pasado 27 de junio en la Casa Blanca.

Bondi, por su parte, había comparecido ante la prensa un par de horas antes, con gesto tenso y esa media sonrisa suya petrificada en el rostro. Venía a hablar de los logros de su Departamento en la lucha contra el narcotráfico, pero le asaltaron con preguntas sobre Epstein. Se negó en varias ocasiones a comentar nada sobre el asunto, y luego dijo que confiaba en que Trump no le iba a retirar su confianza: “Voy a estar en el puesto todo el tiempo que el presidente quiera, y creo que lo ha dejado clarísimo. Son cuatro años. Bueno, tres y medio ya, ¿no? Llevamos seis meses pero se sienten como si fueran seis años".

Si Trump pensaba que su llamamiento del fin de semana a aquietar las aguas MAGA iba a resolver el asunto, es tal vez porque no estaba pensando en Barbra Streisand. Desde que su Administración publicó el documento de dos páginas que trataba de zanjar las sospechas, sus mensajes en las redes sociales son contestadas por usuarios cabreados, que exigen explicaciones, en lugar de por la abundante tribu de sus corifeos.

Y los que, como Charlie Kirk, proselitista ultra de la juventud MAGA, dijeron el lunes que estaban listos para pasar página se han tenido que comer sus palabras por aclamación popular, mientras tampoco parecen dispuestos a olvidar referentes como Steve Bannon, que ha advertido a Trump del peligro de perder las elecciones de medio mandato por este asunto, Tucker Carlson, que ha introducido al Mossad en la ecuación conspiranoica, o Laura Loomer.

Tal vez lo más sorprendente del asunto sea ver estos días cómo las cadenas de noticias críticas con Trump (CNN o MSNBC), que llevan años combatiendo las teorías de la conspiración sobre Epstein, las aprovechan ahora para atacar al presidente por un inesperado flanco descubierto desde el interior del movimiento MAGA. Mientras, la prensa conservadora mantiene un perfil bajo.

The Wall Street Journal publicó este martes un artículo de Alan Dershowitz, abogado del financiero, en el que escribe: “Epstein nunca tuvo una ‘lista de clientes’. El FBI entrevistó a presuntas víctimas, y estas nombraron a varios de esos ‘clientes’. Sus nombres han sido censurados. Deberían divulgarse, pero los tribunales han ordenado que se mantengan bajo secreto. Sé quiénes son. No incluyen a ningún funcionario público en ejercicio. Por lo demás, desconocemos si las acusaciones son ciertas”.

Hasta los demócratas se ven de pronto cómodos como extraños compañeros de cama de los ideólogos MAGA. Su líder en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, apoyó esta semana una iniciativa para obligar a la Administración de Trump a publicar los documentos relativos al caso que ahora están sobre la mesa de la fiscal general Bondi. En una pirueta típicamente washingtoniana, Mike Johnson, el mismo speaker republicano que pide transparencia en un podcast de extrema derecha, se opuso en sede parlamentaria, y junto al resto de su partido, a la divulgación de unos secretos que han provocado la primera crisis seria de la segunda legislatura de Trump.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal jefe de EL PAÍS en EE UU. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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