La España de Perrone conquista el Mundial de waterpolo
La selección masculina celebra el triunfo sobre Hungría (15-13) y llora la despedida de la leyenda, que se retira sus 39 años anotando el último gol del equipo


Lloraba David Martín, el seleccionador, lloraba Unai Aguirre, el portero, lloraba Álvaro Granados, el goleador, el Pistolero, que acababa de meter cinco. Lloraban los gigantes, sumergidos bajo el agua, para que no se les viera, lloraban sin vergüenza, a plena luz, porque habían alcanzado el final del camino de forma gloriosa, habían ganado el oro, el segundo oro Mundial de waterpolo que conseguía esta generación, pero todos sabían que no hay más triunfo que el del tiempo, y el tiempo señalaba que debían despedirse de un amigo. Felipe Perrone acababa de retirarse. La leyenda dijo adiós en el preciso momento en que el árbitro dio fe del 00:00 del cronómetro y promulgó el final: España 15, Hungría 13.
España fue campeona del mundo de waterpolo por cuarta vez en su historia. Se coronó en Singapur y se subió por quinta ocasión consecutiva al podio mundialista después de ser plata en Ggwangjou 2019, oro en Budapest 2021, bronce en Fukuoka 2023 y bronce en Doha 2024. De la mano del seleccionador David Martín, ex jugador del Atlètic Barceloneta que cimentó la selección sorbe los pilares del Atlètic-Barceloneta de su amigo Perrone, en un régimen casi asambleario, los jugadores se repusieron del horror que supuso para todos quedar eliminados de los Juegos de París en cuartos de final. Venían de atravesar un año de amargura. No podían vivir sin evocar el mal recuerdo. Necesitaban una catarsis.
“Este equipo representa una continuidad”, explicó Marc Larumbe, la roca de la defensa. “Aquí hay 12 jugadores que estuvieron en París más Javi Bustos, Biel Gomila y Fran Valera. Pero así como en París partíamos como favoritos aquí no teníamos la presión. No teníamos nada que perder. Superar el golpe fue un trabajo grupal e individual. Aprendimos que en los torneos en los que nos llevamos el gato al agua fuimos de menos a más. Teníamos que controlar mejor el nivel emocional en las primeras fases para llegar a las eliminatorias concentrados, preparados, felices. Aprendimos que bajo presión teníamos que ser más fieles que nunca a lo que nos hizo grandes como equipo. Primero hacer lo básico, y después lo extraordinario. En París quisimos hacer cosas extras y perdimos el foco”.
Fue un equipo, una sociedad de amigos, una familia, la organización que resurgió con un triunfo inolvidable. El oro de Singapur prolonga la racha más exitosa del waterpolo español desde la generación fundacional que se colgó el oro olímpico en Atlanta. El equipo de David Martín y Felipe Perrone firmó una galopada inolvidable, consagrada con 13 medallas en 17 torneos internacionales desde 2017. Un ciclo que Perrone, líder carismático y sentimental, cerró ayer en Singapur con la clase de partido que el destino reserva a los deportistas bendecidos.
Faltaba un minuto para la conclusión y la suerte del oro Mundial discurría por una difusa línea de incertidumbre. Si la idea del final, cualquier final, provoca de por sí desequilibrios emocionales, la idea del límite hacia lo irrevocable, el final de la final, suele desencadenar los desenlaces más inesperados. Fue en esta tormenta de espuma en la que la táctica se deshace cuando el gol de Gergo Janos Fekete puso una nota preocupante en un marcador que, por otra parte, España había controlado durante todo el partido. España 14, Hungría 12, colocaba a los magiares, la selección con los lanzadores más destructivos del planeta, a un paso de la resurrección. Entonces cogió la pelota Perrone.

Perrone sabía que cualquier pelota que agarrara en esos momentos podía ser la última. A sus 39 años, había anunciado que se retiraba. Era su último partido. Tal vez su última jugada cuando comenzó a avanzar llevando la pelota entre la cabeza y los brazos mientras nadaba en solitario hacia la corchera derecha para alargar el ataque todo lo posible. Lo persiguió Fekete y su mastín, el hombre que le hacía marcaje personal, Adam Nagy. Acorralado, Perrone, fornido y circular como un mamífero marino, se revolvió y escondió la pelota con un juego de manos, osciló sobre el eje de su tronco, y provocó la expulsión de Fekete. El cronómetro se detuvo.
“Un final soñado”
Quizás en ese instante, los dos banquillos y los 14 jugadores sumergidos en la piscina comprendieron que España había ganado el oro. Pero Neptuno le debía un homenaje al héroe. Cuando el árbitro señaló la reanudación, a falta de 20 segundos para el final, Perrone y Unai Biel hicieron un tuya-mía y el capitán, perseguido por Nagy, se quedó solo ante el portero húngaro y en un gesto agónico empleó el último balón de su carrera de 25 años de Mundiales para meter el postrero gol de España. Al emerger, hizo un giro señalando a las gradas, consciente de la trascendencia del momento, y el pabellón de Singapur estalló en una ola de gritos, trompetas y tambores.
De pie junto al rebosadero, David Martín miró al cielo y no pudo contener las lágrimas mientras Unai Aguirre, el portero titular, corría hacia él desconsolado, a abrazarle porque necesitaba sentir el calor del hermano mayor, igual que Granados, el benjamín, su compañero de habitación, lloraba bajo el agua como si hubiera perdido algo en el preciso instante en que fue consciente de que había ganado el oro. Emocionado, el seleccionador se sentó junto a la piscina con los zapatos en el agua y esperó a que su amigo nadara hacia la orilla por última vez antes de darle un abrazo y besarle el gorro en un mar de lágrimas.
“Es el final soñado”, dijo David Martín. “No tengo palabras, no tengo voz. Estoy muy feliz por el equipo. Ha sido un año duro para nosotros después de los Juegos de París. Y sobre todo estoy muy feliz por Felipe: una leyenda como él, que ha dado tanto al waterpolo, lo merecía”.
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