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golf

Scottie Scheffler se corona en el Campeonato de la PGA y Jon Rahm exhibe destellos de su mejor juego

El estadounidense logra su tercer grande después de dos Masters y el español acaba octavo tras llegar a empatar y ofrecer una emocionante resistencia

Scheffler levanta el trofeo Wanamaker como campeón del PGA.
Juan Morenilla

Fue durante mucho tiempo un espectacular duelo de golf, el mejor póster para un deporte que hoy sufre dividido entre las estrellas que compiten en el circuito americano y quienes han emigrado a la suculenta Liga saudí, LIV. Entre los primeros, el número uno del mundo, Scottie Scheffler. En la oposición, Jon Rahm. Ambos protagonizaron este domingo una emocionante lucha por la conquista del Campeonato de la PGA, el segundo grande de la temporada, que acabó con el triunfo del estadounidense en la recta final de la última jornada. El golfista vasco estiró la resistencia cuando partía con cinco golpes de desventaja, y solo cedió en la recta de meta cuando jugaba a todo o nada.

Scheffler se coronó con su tercer grande a los 28 años, una precocidad que le emparenta con dos mitos, Jack Nicklaus y Tiger Woods. El famoso trofeo Wanamaker del PGA se unirá en la vitrina a las chaquetas verdes de los Masters de Augusta de 2022 y 2024, ganador sin discusión en Charlotte con -11 por el -6 de Harris English, Bryson DeChambeau y Davis Riley. Rahm bajó al -4, octavo puesto, David Puig terminó con +6 y Sergio García con +7, y el golf español vio partir otra vez el PGA, el único grande que le falta.

Scheffler amaneció tembloroso con un bogey en el primer hoyo al fallar un putt de poco más de un metro después de pasar por el búnker. Un error impropio del mejor jugador del planeta. Riley, Poston, Noren y Kim patinaron también en esa primera estación despejando la pista de aspirantes a excepción de Rahm. De repente, un cortocircuito había apagado el juego de Scheffler: sus golpes desde el tee de salida volaban una y otra vez a la izquierda. Ese peculiar swing en el que baila los pies después del impacto fallaba repetidamente. Pese a un birdie en el 2 atravesando la pinaza, era una versión sufriente de Scheffler. Salvó el par en el 5 y cayó en el 6, obligado a demasiadas recuperaciones, siempre con la lengua fuera. Otra salida a la izquierda en el 7, en el 8, en el 9.... Un fenómeno paranormal tratándose del número uno.

La puerta estaba abierta y por ahí entró con todo Jon Rahm. El vasco coleccionó pares muy valiosos en los primeros hoyos. Se traba en esas paradas de no perder el título antes de intentar ganarlo. Rahm esperaba su oportunidad y la cazó al vuelo cuando descubrió que Scheffler se hundía. El despertador fue un birdie en el 8 que funcionó como un toque de corneta. Con ese bingo redujo a tres golpes la distancia con el líder; a dos con otro punto descontado en el 10; empatados los contendientes después de un nuevo birdie en el 11 justo cuando Scheffler daba otro paso atrás al final de su primera vuelta. Al terminar los nueve primeros hoyos, la diferencia de cinco golpes para el estadounidense se había desvanecido de un plumazo: +3 de Scottie y -2 de Jon a mitad de la película. Y dos dinámicas cruzadas, uno de bajada y otro de subida. Donde parecía que no existiría discusión había una lucha entre gigantes, el choque que engrandeció este deporte cuando el español competía junto al estadounidense en el circuito americano antes de partir a la Liga saudí y dejar al golf huérfano de un duelo de época.

La tensión era máxima en Quail Hollow. Y esos nervios se traducían en golpes fallados más que en aciertos en un momento de enorme igualdad. Scheffler se dejó dos oportunidades de pegar otro estirón con putts errados por poco en el 11 y en el 12, aunque al menos había enderezada su mecánica en las salidas; Rahm vio pasar de largo la ocasión de estrujar el par cuatro corto del 14 y el par cinco del 15 (por la lectura de las caídas del green) antes de los últimos puertos de montaña.

Scheffler había perdido el cómodo colchón del que disfrutaba al inicio de la cuarta jornada. Ya no podía hacer una concesión más. El pulso firme en el 14 le valió recuperar dos golpes de ventaja, un tesoro. Y en el 15 metió la directa hacia la corona con otro arañazo a la tarjeta.

La gloria se decidiría en La Milla Verde, el tramo de los hoyos 16, 17 y 18, los más duros de todo el recorrido de Quail Hollow, un potro de tortura capaz de decantar un grande. Rahm visitó el costado izquierdo de la calle en el 16 y la bola acabaría burlándole en el último centímetro para cargar con un bogey casi terminal. Y sus opciones se hundieron en el agua del 17, un par tres, por un mal swing.

Era el momento de arriesgar y ese tiro agresivo en busca de bandera acabó con un mal bote y la bola en el fondo del lago: doble bogey y el mismo castigo en el 18 al mojarse en la ría. Hasta ahí había llegado la brillante resistencia de Rahm. “Soy consciente de lo bueno pero ahora mismo es difícil sobreponerlo al sentimiento que tengo”, dijo al finalizar la ronda; “las sensaciones de pelear un domingo por un grande han sido buenísimas, ha sido un día muy divertido, jugando muy bien al golf y haciendo cosas muy buenas. A ver si puedo seguir trabajando en todo lo bueno y preparar el US Open”.

El resultado final acabó por ser muy cruel con su juego porque por momentos se vio al gran golfista que fue el mejor del mundo y que aspiraba a cualquier grande. De algún modo, Jon Rahm ha vuelto.

Clasificación del Campeonato de la PGA.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.
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