Cuando la edición falla: el desafío de escribir bien en tiempos de inmediatez
Numerosos lectores protestan por la pérdida de calidad de los textos en elpais.com


El texto se publicó en Cinco Días a las dos y media de la tarde, pero nadie en la Redacción advirtió la errata del titular, ni siquiera cuando la noticia llegó a la portada digital de EL PAÍS y entraron en ella miles de lectores: Villa Serenity se vende por 25 millones en La Morajela. Hasta las nueve de la noche no fue corregido el nombre de esta localidad madrileña por el correcto, La Moraleja. El mismo día, en el título de la noticia que anunciaba la programación veraniega de la Cadena SER faltaba una preposición. Una entrevista a la ganadora de MasterChef llevaba la expresión incorrecta “trampa de cartón”, en lugar de “sin trampa ni cartón”. A las diez de la noche, el titular del directo del partido de fútbol entre el Real Madrid y el Juventus, parecía el de otro encuentro: Bellingham desperdicia la ocasión más clara del Madrid ante el Inter (0-0).
La impresión de muchos lectores que escriben al periódico es que esta pequeña relación de fallos en la web en un día de julio no es una anécdota. “Raro es el día en que no encuentro numerosas punzadas que hieren la vista o el cerebro: tildes que faltan o sobran, plurales en oraciones en singular, palabras duplicadas o ausentes”, afirma José Antonio Camacho.
“¿No hay nadie en la Redacción que revise las noticias y corrija estos errores de bulto que hacen daño a la vista y siguen ahí 10 horas después de haber sido publicados?”, protesta Julio Villanueva. También Marta Nieto, Anahí Seri, Sixto Jansa, Facundo Peña, José María Chacón, José Riofrío, Rodrigo Chabalgoity, Alicia Mederos, Carlos García y un largo listado —que sería muy extenso reproducir— son habituales ojeadores de equivocaciones en la edición digital y a todos les quiero agradecer en público su ayuda e insistencia para que se corrijan. Sobre todo, porque sus correos denotan cierto hartazgo, como le ocurre a Pablo Blanco, que incluye siempre esta frase en el asunto: “Error (no me acostumbro)”.
Sus avisos observan pies de foto incorrectos, muchas veces en inglés, lo que implica que están sin revisar; faltas de ortografía y de puntuación; de sintaxis —es constante la falta de concordancia en los verbos—; laísmos y leísmos; vulgarismos; malas traducciones del inglés y, con demasiada frecuencia, pasan también los filtros muchos errores de cultura general. Como muestra, la que detectó el lector Antonio Maroño en Babelia: una relación de libros en un reportaje del suplemento incluía La caballa del tío Tom, en lugar de La cabaña del tío Tom. “No es solo una errata, es la demostración de una desidia estructural que pienso que acabará, lamentablemente para los que apreciábamos a EL PAÍS como un medio, al menos, donde leer un buen español, con el alejamiento de sus lectores más leales”, añade en su carta.
Estas quejas no son ajenas a la Redacción. Hace tiempo que el proceso de edición de la web preocupa a muchos periodistas y mandos del diario, quienes comparten su frustración por las flaquezas del sistema y señalan que a las erratas y gazapos se suman los continuos incumplimientos del Libro de Estilo. Por ejemplo, las secciones de Escaparate y la de Vídeo han publicado este mes varios titulares en los que escriben Bikini en lugar de biquini. El manual establece que el primer término se use solo para el atolón del Pacífico, mientras que el bañador de dos piezas se debe escribir de la segunda manera. Las faltas al estilo son una muestra de desidia o de desconocimiento de las reglas básicas del periódico, ambas incompatibles con la exquisitez en la edición que siempre ha llevado a gala EL PAÍS.
“No comprendo que no haya nadie que lea los textos una vez terminados para detectar estos problemas”, afirma José Antonio Estevan. También la lectora Elisabet López Ibiricu pregunta cuál es el proceso de edición que deja escapar tantos errores.
Sin contar los suplementos y secciones muy particulares, en el periódico conviven en la actualidad dos sistemas de corrección de los textos, uno para la web y otro para el papel. El primero corresponde a cada sección, donde quienes hacen labores de edición tienen también asignados otros cometidos: son cuadros con tareas de organización o redactores que se turnan para revisar los artículos, mientras están atentos a las novedades de sus carteras. Trabajan con un flujo informativo continuo —la web funciona ininterrumpidamente, supervisada en distintas franjas horarias por la Redacción de Madrid y la de México— que lleva a que haya varias versiones de la misma noticia en horas, en función de la actualidad.
Esos mismos artículos, ya publicados en la web o que se programan para salir al día siguiente, pasan después a la unidad de edición, a la que pertenecen 22 redactores cuyo trabajo primordial es editarlos y ponerlos en página en la edición impresa. En esta fase se detectan muchísimos errores, en teoría en informaciones ya revisadas, pero la unidad no tiene capacidad ni tiempo de corregirlos para la web, ni es su responsabilidad, porque se ocupa solo del papel.
“Nadie se lee los textos”. Esta frase se repite entre los periodistas consultados en varias secciones, que apuntan que muchas veces ni siquiera se ha usado un corrector ortográfico automático. El Libro de Estilo establece que al menos un redactor que no sea el autor debe revisar cada artículo que se publica.
“En la dirección somos conscientes de que existe un problema de edición estructural, agravado por la inmediatez y el volumen de producción”, admite Miguel Jiménez, director adjunto del periódico desde el pasado 24 de junio. “No debe servir de excusa y debemos poner medios para reducirlo lo antes posible”.
Es necesario un cambio en la organización y los procesos de trabajo, sin duda, para hacer frente al desafío de escribir bien en tiempos de inmediatez. Pero también llamo a la responsabilidad individual de los redactores. Por sentido común y compañerismo, porque cuando uno deja el trabajo aseado, nadie tiene que acudir después a limpiar y dar esplendor. Y porque es un deber, recogido en el Libro de Estilo: “Todo redactor tiene obligación de corregir sus propios originales”.
Son preocupantes los avisos de cada vez más lectores, que tienen razón cuando demandan un periódico bien hecho y sin fallos, porque muestran el deterioro de una reputación de buena escritura cultivada durante décadas. Que haya un solo error es un fracaso de la Redacción en conjunto y es el prestigio de todo el periódico el que se ve comprometido.
Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
