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¿Para qué lleva gafas Indiana Jones? ¿Por qué los villanos de James Bond cuentan sus planes? Los errores que esconden las obras maestras del cine

Un libro disecciona los fallos o los detalles fuera de lugar que pueden sacar al espectador del disfrute de grandes películas

El profesor Indiana Jones, en 'En busca del arca perdida'.
Gregorio Belinchón

Es un clásico y se repite desde la primera entrega, Agente 007 contra el Doctor No (1962): el villano de turno le explica a James Bond su maquiavélico plan para conquistar el mundo. En aquella ocasión, incluso le invita a cenar y a beber un champán Dom Perignon del 55. En otras, por ejemplo, el agente está atado ante una sierra que le cortará en dos, mientras recibe una charla de su némesis que, continuación tras continuación, siempre le confesará su estrategia; en cambio, 007 suele solucionar sus disputas con un tiro rápido. ¿Cómo puede repetirse tamaño error película tras película? Y no es solo Bond. ¿Por qué usa gafas Indiana Jones cuando da clase, si nunca las necesita el resto de su vida? ¿Y por qué defiende que la arqueología es una ciencia de empollar, si él mismo es un ladrón de reliquias? ¿Por qué hay un muro egipcio en mitad del océano Índico en las películas de King Kong? ¿Por qué unos cilindros de fuego espantan a las recias legiones romanas en Espartaco? ¿Cómo se sostiene el cartel que tapa el agujero por donde escapa Tim Robbins en Cadena perpetua?

A Juan J. Alonso (Gijón, 63 años) siempre le escamó que en Qué bello es vivir Mary Hatch, la esposa del protagonista, se convirtiera en una bibliotecaria solterona y aburrida si no hubiera existido su marido. “Es muy injusto”, explica este exprofesor de Filosofía y autor de varios libros de cine. “¿Mary no hubiera sido feliz sin él? ¿No se podía haber ido a hacer carrera a Nueva York? ¿Y por qué nos venden que bibliotecaria es una profesión soporífera? ¿Por qué en ese caso lleva gafas, viste de manera gris, deviene en una mujer huidiza? Es un momento que me saca de la película".

Donna Reed, cuando su Mary Hatch se convierte en bibliotecaria en '¡Qué bello es vivir!'.

Con el tiempo, Alonso fue recopilando más detalles, errores sin sentido, que rompen la grandeza de algunas obras maestras y clásicos del cine. Empezando por el clásico navideño de Frank Capra, siguiendo por uno de sus filmes favoritos, Laura, y acabando por El mundo perdido: Jurassic Park y El señor de los anillos: las dos torres. Así, hasta 41 filmes recopilados con sus desaciertos correspondientes en Bibliotecaria, solterona y con gafas (Rema y Vive Editorial).

Pero el libro va más allá. En cada capítulo el autor, tras ironizar “sobre esos detalles que chirrían en películas que, por otro lado, son maravillosas”, añade una aportación filosófica y un contexto histórico al asunto. El volumen no se refiere a gazapos, esos errores que aparecen en pantalla por fallos de rácord, como peinados que van y vienen, vasos vacíos y llenos en la misma secuencia, sombras y reflejos del equipo de rodaje en planos, las bombonas de gas en los carros de Gladiator o el cruasán que come Julia Roberts en Pretty Woman y se convierte en tortita en el plano siguiente. “Yo recopilo detalles de base que hacen que el espectador se quede pensando: ‘Pero ¿qué...?”, desgrana el escritor.

Desde la izquierda, Morgan Freeman, Bob Gunton y Clancy Brown miran a través del agujero por el que ha huido Tim Robbins en 'Cadena perpetua'

Así, además de cuestionarse por qué jamás matan a Bond, ahonda en el curioso hecho de que en Siete novias para siete hermanos uno de los hermanos nunca baile (respuesta: le encarna un exjugador de béisbol que empezaba así su carrera como actor); además del hecho de que, como se rodó en estudios, el equipo artístico sintió que había que dar vida a esa naturaleza muerta y soltaron pájaros en el plató... que se estrellan contra los falsos fondos de cielo azul; o el gesto sin sentido con las manos de Obi-Wan Kenobi en La guerra de las galaxias para subrayar el uso de la Fuerza (“¿De verdad necesita la Fuerza prestidigitación?”).

James Bond, tras la cena con el Doctor No, en la primera película de la saga, 'Agente 007 contra el Dr. No'.

¿Por qué los hijos de Francesca siguen sin entender a su madre aunque hayan escuchado toda su historia de amor en Los puentes de Madison? ¿Por qué en El señor de los anillos: las dos torres el enano Gimli, tras confesar que es un negado caminando campo a través, es decir, en las largas caminatas, nunca pierde el paso junto a Aragorn y al elfo Legolas incluso después de tres días de marcha? ¿Por qué en Superman II, el general Zod (encarnado por el recientemente fallecido Terence Stamp) quiere gobernar la Tierra, si luego se aburre en el Despacho Oval?

Rick e Ilsa, en el inicio de su amor en París, en 'Casablanca'.

“Hay errores que ni siquiera están en las películas originales”, explica Alonso, “porque nacen de la traducción española, que, por ejemplo, cambió El hombre que mató a Liberty Valance, incluso desde el título, que en inglés es ‘disparó’, no mató“. Un traductor durante el franquismo, a saber por qué, decidió cambiar, además, un menú en este wéstern de John Ford. En español, un personaje pide, para comer, “lo de siempre: asado, guisantes, patatas y grandes cantidades de piña”. ¿Piña en el salvaje Oeste? En la cocina se ve que no es asado, sino unos enormes filetes; que no hay guisantes, sino un guiso de alubias, y en el diálogo original se escucha “apple pie”: tarta de manzana. Ni rastro de la piña. Aunque no aparezca en el libro, esa reconversión se asemeja a la de Mogambo, en la que la censura franquista borró un adulterio para, sin percatarse de la barbaridad, convertirlo en incesto.

Los cilindros de fuego en 'Espartaco'.

El autor está abierto a nuevas aportaciones de los lectores y cinéfilos. No recoge, pero aplaude que se lo cuenten, el error del póster que esconde durante lustros el boquete que está excavando en las paredes de su celda Tim Robbins en Cadena perpetua. Se puede conceder que esté sujeto desde arriba, pero cuando llega el recuento y el preso no aparece, el alcaide entra en la mazmorra y arranca el cartel, claramente pegado también en su borde inferior para que una corriente de aire no delate el agujero. ¿Quién lo ha hecho?

Otra aportación de fuera del libro: Rafael Azcona contaba que, como guionista, le parecía un desastre que Salvar al soldado Ryan estuviera contada desde el punto de vista del capitán interpretado por Tom Hanks, para al final soltar que ante la tumba quien llora y recuerda es el Ryan del título, encarnado por Matt Damon. Una tercera: es ridículo el uso de un virus informático programado por humanos para inutilizar las naves de los extraterrestres que quieren devastar la Tierra en Independence Day.

Muro en la Isla calavera en 'King Kong' (1933).

Como subraya Alonso en su volumen: ¿por qué en Blade Runner el personaje de Deckland no está a la altura de la poética despedida de Roy en su muerte? ¿Por qué en El profesor chiflado, en la versión de Jerry Lewis, la parte inteligente de su personaje no conoce la anécdota de Isaac Newton y la manzana? ¿Por qué chirrían algunas decisiones de los amantes de El cartero siempre llama dos veces? Y ¿para qué le sirvió al Conan de Arnold Schwarzenegger —en Conan el bárbaro― estudiar de joven y durante años la filosofía de Zhong, si todo lo resolvía a mamporros? Es más, cuando le preguntan qué es lo mejor de la vida, Conan responde: “Aplastar enemigos, verlos destrozados y oír el lamento de sus mujeres”.

Aragorn, Legolas y Gimli, en 'El señor de los anillos'.

Más finos, aunque igual de descacharrantes, son dos detalles absolutamente desacertados que casi descarrilan sendas obras maestras: Casablanca y Laura. En la primera, en el romántico flashback de los días de felicidad de la pareja protagonista en París, Ilsa le pregunta a Rick: “¿Ha sido un cañonazo o el corazón que me late”. Y Humphrey Bogart responde: “Es el nuevo cañón 77, debe estar a unos 50 kilómetros”. Alonso inquiere: “¿De verdad, Rick, es el momento de ponerse pretencioso con un conocimiento técnico que además no se repite en ningún otro momento del drama?”.

Laura es una de las películas favoritas del escritor, más aún, su hija se llama así por el personaje al que da vida Gene Tierney en este clásico de Otto Preminger: “Duele ese momento en el que la sirvienta por fin se reencuentra con su venerada Laura, a la que ha echado tanto de menos y a la que creía muerta... Y Laura la despacha con un: ‘¿Puedes prepararnos el desayuno?’. Por favor, ¡Laura no es así! Yo cortaría esa secuencia sin contemplaciones".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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