‘Mi querida ladrona’: Guédiguian ofrece una posible revuelta individual a la gente pobre
¿Qué es verdaderamente el capitalismo? ¿Qué tiene que ver con los pequeños lujos de la vida? ¿Dónde nace el deseo? Son preguntas habituales del cineasta francés

Robert Guédiguian regresa a Victor Hugo, a sus miserables, a la justicia y a la redención, a la lucha por las libertades y, sobre todo, al poema La gente pobre. Los versos de Hugo, que ya le sirvieron de guía en su película Las nieves del Kilimanjaro (2011), le orientan de nuevo en Mi querida ladrona, en la que además regresa a L’Estaque, su barrio al oeste de Marsella, un lugar de gente sencilla y humilde, de casas mínimas con las mejores vistas al mar. A una gloria que, sin embargo, apenas pueden rozar.
“Pero Jeannie ¿qué ha hecho en casa de la muerta? / (…) ¿Qué es, pues, lo que ella oculta con un aire turbado / entre su lecho en sombras? ¿Qué puede haber robado?”, escribió el poeta. Y Guédiguian, de 71 años, 18 películas en 27 años desde su primer éxito en España, aquella inolvidable Marius y Jeannette (1997), con la que empezamos a conocer a su familia artística, siempre los mismos, siempre iguales en su fiera agonía, siempre diferentes en cuanto a sus rabiosas esperanzas, insiste en sus postulados. Aunque en Mi querida ladrona, la historia de una mujer que cuida de gente mayor, que limpia en las casas de la clase media del lugar, quizá lo haga otro modo.
Como si fuera consciente de la improbabilidad (¿la imposibilidad?) contemporánea de una revolución colectiva, Guédiguian parece abogar por una revuelta personal. La mujer les roba, aunque solo un poquito, y para sus pequeños placeres: comerse de vez en cuando unas ostras en su modesta terraza, mientras otea el horizonte marino; disfruta en su móvil de un concierto de Arthur Rubinstein y sueña con que su nieto se convierta en pianista con las clases particulares que paga gracias a sus (in)significantes pillajes.

A pesar de tres singularidades puntuales —Presidente Mitterrand, de 2005; El ejército del crimen, de 2009, y Mali Twist, de 2021—, abordajes a la política y a la historia francesas con el poder y sus reversos como eje, el director galo ha seguido fiel en su carrera cinematográfica a los pequeños grandes relatos de la clase trabajadora, a sus deseos y sus miserias, casi cercanos a la fábula moral, y siempre interpretadas por sus queridos Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan. Y entre sus últimos trabajos los ha habido notables —La casa junto al mar, Que la fiesta continúe—; corrientes o desiguales —El cumpleaños de Ariane, Una historia de locos—, y un relevante desliz —Gloria mundi—, solemne, caprichoso y maniqueo. Su última apuesta, Mi querida ladrona, habría que encuadrarla en el segundo grupo.
Los que hemos madurado (al menos un poco) con Guédiguian desde aquellas películas de principios de los noventa nos sentimos como en casa, aunque ahora sus intérpretes y personajes no sean padres jóvenes sino abuelos jóvenes. ¿Qué es verdaderamente el capitalismo? ¿Qué tiene que ver este con los pequeños lujos de la vida? ¿Dónde nace el deseo? ¿En qué medida el amor entre clases es imposible? ¿Por qué el abandono de un amor que ya no se desea tiene que desembocar en el remordimiento y en la redención? Son preguntas habituales del cine de Guédiguian que, aquí, sobre todo en su segunda mitad, se dispersan demasiado. Sin embargo, como contrapartida, tanto en su naturalidad como en su falta de explicaciones, nos terminan resultando reconocibles. Con dos bases: la reproducción de conductas entre padres e hijos, y la búsqueda de la conciencia tranquila.
Con los buenos cineastas que se pasan media vida haciendo (casi) la misma película, acabamos distinguiendo sus obras entre “mayores” y “menores”. Y Mi querida ladrona es de las menores. Pero, como también nos ocurre con los cineastas que se pasan la vida haciendo la misma película, cuando dejen de hacerlas, los echaremos de menos.
'Mi querida ladrona'
Dirección: Robert Guédiguian.
Intérpretes: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Grégoire Leprince-Ringuet.
Género: drama. Francia, 2024.
Duración: 101 minutos.
Estreno: 24 de julio.
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