El metro más difícil de construir del mundo avanza descubriendo tesoros: Roma abre dos espectaculares estaciones-museo
Las nuevas paradas del Coliseo y Porta Metronia han combinado obras y arqueología e incluyen en sus instalaciones lo que se ha ido encontrando bajo tierra, como unas termas del siglo I a. C. y un cuartel de Trajano


La construcción de la tercera línea de metro de Roma, la C, es casi es otra leyenda mítica de la ciudad, como la de Rómulo y Remo. Se lleva hablando de ella desde hace más de 30 años, una obra faraónica por la desesperante burocracia y lentitud de las obras públicas en Italia, pero sobre todo por las dificultades arqueológicas de una ciudad única. Basta escarbar un poco para que aparezca de todo. El metro de Roma es peculiar, dos líneas en forma de cruz con una sola intersección en Termini, porque ha evitado el centro. El reto de la Línea C, que ya estaba hecha desde las afueras, es precisamente entrar en el corazón de Roma, y este martes se ha empezado a realizar el milagro: se han abierto tres kilómetros más y dos nuevas estaciones en Porta Metronia y el Coliseo, donde ya había una vieja estación de los años treinta. Y como no es un metro ni una obra cualquiera, las dos nuevas paradas tampoco lo son: se trata de auténticas estaciones-museo, o arqueo-estaciones, donde están expuestos algunos de los tesoros que han ido encontrando al excavar.
El resultado, sobre todo en la nueva estación Coliseo-Foros Imperiales, es espectacular. Han tardado más en construir la estación, 13 años, que en su día el propio Coliseo, que se levantó en 10, pero el resultado es fascinante. Se desciende a 32 metros, en cuatro niveles, y en el estrato más profundo se hallan los restos de unas termas de una casa privada del siglo I antes de Cristo, que en aquella época estaba sobre una ladera de la colina Velia. “Es una joya, una especie de sauna, laconium, con una pequeña piscina de agua fría al lado, el balneum”, explica a este diario Elisa Cella, arqueóloga del Parque del Coliseo y responsable del montaje expositivo.
Aquella casa quedó destruida tras el famoso incendio de Roma del año 64, en la época de Nerón, que construyó encima la Domus Aurea. Pero ahora ha aparecido la zona residencial primitiva que estaba debajo del palacio. También se ha encontrado en el mismo lugar un depósito votivo de una zona sagrada de edad arcaica, el yacimiento más antiguo.
Los arqueólogos también se han topado con 28 pozos de la era republicana, de entre los siglos V y I a. C., donde han encontrado de todo, pues la gente tiró objetos en ellos durante cinco siglos en complejos rituales ligados al agua. Algunos se exponen en vitrinas. Restos de animales, estatuillas, envases de perfumes, cuernos de ciervo… Han descubierto más de 350 piezas. “Algunas son muy valiosas. Por ejemplo, una rarísima espada de madera para tejer, utilizada para extender el tejido de manera uniforme, de entre el siglo IV y III antes de Cristo”, relata Cella. En todo caso, de lo que más orgullosa está es de haber conseguido explicar a los actuales vecinos de Roma que van a coger el metro cómo vivían sus antepasados en ese mismo lugar: “Hemos logrado transmitir el contexto histórico, cómo podía ser la vida cotidiana de este barrio”.

Ese es el objetivo de las llamadas arqueo-estaciones, una ambiciosa fórmula que da la vuelta a cómo se veía hasta ahora en Roma el eterno conflicto entre construir y preservar: lo que era un incordio se ha convertido en elemento de valor añadido. La primera arqueo-estación fue la parada de San Giovanni, abierta en 2018 al lado de la basílica de San Juan de Letrán. Ahora sigue con las dos nuevas paradas. Se prevén tres más, a medida que avance la línea hacia el Vaticano: Venezia, Chiesa Nuova y San Pietro, aunque para verlas habrá que esperar décadas. Las obras de la primera ya están en marcha y se prevé para 2035, pero el resto aún están en fase de proyecto.
Aun así, Marco Cervone está contentísimo, ha sido un trabajo mayúsculo. Es el responsable de la construcción de las dos paradas, de la compañía Webuild, que lidera el consorcio encargado de las obras. “Roma es la ciudad más difícil del mundo para hacer un metro”, resume en conversación con EL PAÍS. “Tiene una geología muy compleja, y es una ciudad muy antigua. No hay que pensar solo en lo que te encuentras debajo, sino en todos los edificios que hay encima, del siglo XVII, del XVIII, y anteriores, realizados con las técnicas de cimentación de la época, no las actuales. Aquí no tienes solo que hacer una estación, sino preservar también todo el patrimonio que hay encima y debajo”.
Para ello, antes de tocar nada se ha hecho un profundo trabajo previo. El centro histórico de Roma es patrimonio de la humanidad de la UNESCO desde 1980 y no se puede mover nada sin numerosas garantías. Ingenieros y arqueólogos han trabajado juntos desde el principio. Un comité técnico-científico ha realizado durante cuatro años un estudio para medir el impacto de la línea en cada zona que atravesaba, especialmente en 14 yacimientos y 40 edificios históricos. Y durante las obras y luego hay un monitoreo constante del terreno con sensores.
En el tramo ya en funcionamiento de la Línea C se abrieron 29 yacimientos, y en los estudios de lo que queda pendiente se ha excavado en 22 con prospecciones para saber exactamente qué hay debajo. Una parada de metro en la plaza Largo Argentina, por ejemplo, donde fue asesinado Julio César, acabó dejándose por imposible, y se desplazó hasta la plaza de Chiesa Nuova. Se han recuperado ya 500.000 restos arqueológicos. Solo en San Giovanni, la primera arqueo-estación, aparecieron 4.000. Todo el material ha sido clasificado y almacenado por la Superintendencia Arqueológica de Roma.

Cervone explica que al excavar se debe ir descendiendo hasta la zona llamada estéril, donde ya no hay restos arqueológicos, que en Roma varía según las zonas. En Porta Metronia han sido 16 metros, y en el Coliseo, 18. Hacer los túneles del metro no es tanto problema como las estaciones en sí, donde hay que abrir un enorme boquete en superficie e ir hacia abajo. El responsable de la obra calcula que cada estación son 10 años de obras, como mínimo. Por eso la famosa Línea C se eterniza. También porque no se han adjudicado todas las estaciones simultáneamente, sino una a una, por cuestiones de presupuesto.
“En el centro de Roma hay puntos con 20 metros de estratos arqueológicos, porque los romanos construían una cosa encima de la otra. No demolían y volvían a empezar, reutilizaban los muros existentes como fundamento de la estructura superior. Hemos encontrado varias ciudades una encima de la otra”, resume. Por eso se ha utilizado una técnica innovadora de excavación llamada top-down (arriba-abajo), que limita al máximo el área de la obra, prevé el descenso en solares intermedios y garantiza la posibilidad de hacer trabajos arqueológicos mientras se realiza la obra.
Con la Superintendencia Especial de Roma hay todo un protocolo para actuar en cada momento sin que se paralicen las obras con cada hallazgo. En Porta Metronia, la otra estación inaugurada este martes, por ejemplo, apareció un vasto complejo militar del siglo III de la época de Trajano. Hubo que rediseñar la estación para incorporarla y ahora será un museo en sí mismo, que se abrirá en primavera. “Cuando llegamos a la cresta de los muros paramos todo, y se siguió a mano, con arqueólogos y operarios especializados”, relata Cervone. Así descubrieron 200 metros cuadrados de frescos y 100 de mosaicos muy bien conservados en una zona llamada la Casa del Comandante. Ahora los viajeros lo verán al pasar a través de una cristalera y se podrá visitar sobre una pasarela.
La madre de todas las excavaciones es plaza Venezia, como bien saben los romanos, pues es un cruce esencial del tráfico. Ya es un caos con toda la superficie abierta y va a estar en obras, como mínimo, hasta 2035. Aquí ya han aparecido los Auditoria de Adriano, grandes salas donde se celebraban discusiones filosóficas y lecturas públicas de obras literarias, y también muros de tabernae, la zona comercial de la antigua Via Flaminia. Todo ello se incorporará a una estación colosal de siete niveles en forma de museo. Aunque nadie se fía de los plazos y los taxistas comentan al pasar que seguramente se morirán sin verlo.
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