Los Fabios Poliones: la familia romana que convirtió Écija en una de las ciudades más ricas del imperio
El último hallazgo de un excepcional mosaico del siglo III pone de manifiesto el poder y la influencia que ejerció este linaje, que terminó poniendo a emperadores como Trajano y Adriano


Pongámoslo en contexto: años bisagra entre el siglo II y III. Es el gran momento de los ricos comerciantes del aceite, el petróleo de la Antigüedad, suministrado al todopoderoso ejército romano en exclusiva desde Astigi, en el corazón de la Bética, nombre romano de Écija, pueblo sevillano en el límite con Córdoba. Es también la época dorada de los alfareros, que crean al calor de la demanda un polo industrial que se extendía desde Écija a Palma del Río ininterrumpidamente, casi 30 kilómetros de hornos donde no se paraba de hacer vasijas para poder transportar el oro verde, envases no retornables que hoy en día están repartidos por el mundo para dar muestra de la dimensión de esta industria. Solo en el monte Testaccio de Roma se estima que hay —en el cálculo menos optimista, según los arqueólogos— entre 75 y 80 millones de ánforas con el sello astigitano.
“Pero es que en Egipto, en el puerto de Berenice, en el mar Rojo, hay ánforas de Écija, incluso en la India se han encontrado vasijas de aceite de aquí, aparte de, por supuesto, por miles al norte de Inglaterra, todo el Mediterráneo...”, asegura el responsable de la oficina municipal de arqueología de Écija, Sergio García-Dils, director de las últimas excavaciones en colaboración con la Universidad Autónoma de Barcelona. En aquel ambiente comenzó a florecer una nueva aristocracia, más bien alta burguesía, vinculada al comercio del aceite, que se enriqueció de manera superlativa: los Fabio Poliones.

“Es un tipo de comercio que chorrea dinero porque hace falta mucha gente. Para producir aceite hay que recoger la aceituna, prensarla, luego está el transporte, el envasado en alfarería... Incluso los que llevan la leña, porque esto requiere toneladas para la cocción de las ánforas”, relata García-Dils, que justifica que esta familia, que se ha datado en diversas generaciones, no haya pasado a la historia porque “con la mentalidad romana, el comercio no es prestigioso”. “En Roma lo prestigioso es no dar un palo al agua”, sonríe. Lo que llamaban el otium cum dignitate: el ocio con dignidad, dedicarse a pensar y poco más.
Aun así, los Fabios Poliones, “la aristocracia de la Bética que se enriqueció con el aceite”, especifica el arqueólogo, acaban teniendo tanta influencia “que son los que terminan poniendo a emperadores como Trajano y Adriano“. ”La clave del éxito del Imperio Romano es su capacidad de integración, hasta tal punto que las aristocracias de aquí acabaron gobernando, tenían mucha mano en Roma”.
EL PAÍS ha entrado con García-Dils en una de las últimas excavaciones —tras los superlativos hallazgos de principios del siglo XXI en el centro de Écija— al otro lado de la ciudad, donde se han localizado dos formidables mansiones pertenecientes a los Fabio Poliones. “Las clases ricas y la aristocracia llega un momento en el que ya no quieren vivir en el foro. Como sucede ahora, se trasladan a las afueras”, narra el arqueólogo. El último descubrimiento ha sido un mosaico de más de 27 metros cuadrados, cuya calidad y conservación desafían las expectativas de los propios arqueólogos. Excavado este verano, ofrece una ventana única a las costumbres y la riqueza de las aristocracias romanas provinciales. Lo más interesante para el equipo científico es que, “por los nombres de quienes vivían aquí, sabemos que son gente local”. “Los Fabios Poliones son familias turdetanas [pueblo hispánico prerromano]. Aristocracias locales que colaboran con Roma y, por lo tanto, llegan a tener el estatus de ciudadanos romanos”.

El tesoro arqueológico, que ha sido recuperado en un 60% de su superficie original, corresponde al pavimento de lo que era el oecus, de la vivienda palaciega —de aproximadamente 1.200 metros cuadrados—, construida en dos alturas. Este comedor-recepción destaca no solo por su tamaño, sino por su compleja decoración. García-Dils coge una manguera y vierte agua sobre los polvorientos motivos del azulejo. De repente, una vez apartado el polvo, el brillo —para evidenciar lo ricos que eran, las teselas eran de vidrio de colores y no de piedra—, el colorido y la exquisitez de las representaciones no dejan espacio para más que el asombro.
La singularidad del mosaico radica también en su iconografía. En su centro luce un meandro de esvásticas, encargado de delimitar ocho recuadros independientes. En cuatro de ellos se reproducen alegorías de las estaciones, y en los restantes, maravillosas escenas de aves, entre las que predominan una perdiz y un par de faisanes.
“Era también una forma de hacer ostentación de sus riquezas”, explica García-Dils. Y señala un mosaico esplendoroso justo al lado del recién descubierto, hallado en plena pandemia: “Aquí, por ejemplo, hay una escena de cacería, que aunque está hecha un cristo, se distingue muy bien lo que querían representar. Es una escena de caza de un gamo. Es muy interesante porque te da mucha información. ¿Qué te cuenta de la vida diaria con un gamo aquí? El gamo no una especie ibérica, sino que la introducen los romanos solo para cazarla. Entonces eso es claramente para decir, oye, que yo tengo gamos”, explica divertido el arqueólogo.
En otra estancia de la mansión apareció también hace unos años el que quizás sea el mosaico más sorprendente —“se hizo muy famoso, tuvo una repercusión tremenda”—. Uno de los cinco que existen en el mundo de doble lectura. Si se contempla por un lado es un joven sátiro y, si se mira al revés, es un sileno (un personaje de más tamaño, miembro del cortejo de Baco). Solo se conocen tres así en Italia, uno en Luxemburgo y este.
Ahora hay excavado en torno a un 40% del total de la casa palaciega. Y se esperan más sorpresas: “A la vista está, todo lo que sale es brutal”.
El graffiti del niño Saturnino
También se espera con gran expectación lo que pueda dar de sí la casa señorial, “mucho más rica que esta, seguro”, de otro miembro de los Fabios Poliones que se ha localizado justo al lado. “Las separaba una calle”. Los trabajos arqueológicos se desarrollan gracias a un convenio entre el Ayuntamiento de Écija y la Universidad de Bolonia, pero aún están en estado embrionario. En cualquier caso, lo poco que ya puede apreciarse es asombroso, paredes estucadas con la policromía intacta. Y un detalle, menor, pero atractivo: una rayadura en la pared donde se puede leer perfectamente un nombre: Saturnino.

Era un niño, miembro de los Fabio Poliones, que debía de tener en torno a ocho años cuando escribió su nombre, con todas las letras, rayando la pared de su dormitorio, hoy bautizada como la Domus II. “Era muy habitual que los niños aprendieran escribiendo en las paredes, como lo hacen hoy para horror de sus madres”, bromea García-Dils. Otro signo de distinción, la educación. “En los Fabios Poliones es seguro que estaban todos alfabetizados, pero, en general, como vemos por grafitis de todo tipo, era ya una sociedad bastante alfabetizada a todos los niveles”.
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