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‘La Perla’ de Rosalía y otras grandes canciones para mandarle un recadito a un ex: una por generación

La andanada de ‘Lux’ que más está dando que hablar solo es una prolongación de un subgénero cada vez más consolidado: el despecho femenino sin medias tintas. Shakira, Swift, Billie Eilish, la Jurado o Paquita la del Barrio ya derramaron en su día sus buenos ríos de bilis

Rosalia
Fernando Neira

Como siempre que hay salseo de por medio, La Perla es la candidata por antonomasia a convertirse en la canción más comentada, tarareada y reproducida de Lux, ese cuarto álbum de Rosalía que la humanidad ha decidido escudriñar línea por línea y sobre el que acabará teniendo opinión propia hasta el último terrícola con conexión wifi. Berghain se mantiene por ahora en holgada primera posición en cuanto a escuchas en las plataformas digitales, puesto que sirvió como adelanto dos semanas antes de que el álbum íntegro viese la luz (perdonen la redundancia). Pero la diatriba contra ese “terrorista emocional” que merece la “medalla olímpica de oro al más cabrón” ha despertado sonrisas, simpatía, sororidad y, cómo no, especulaciones sobre el destinatario último. Por mucho que la propia artista catalana apelase el lunes, a su paso por La Revuelta (TVE), a que las canciones siempre tienen “parte de realidad y de ficción” y a que hay “muchos y muchas perlas” que habrían aportado sus granitos de arena a la hora de forjar ese personaje engreído, ególatra y detestable que emerge en el séptimo corte del elepé.

Desde luego, Rauw Alejandro cuenta con todas las papeletas para darse por aludido, y más aún si añadimos el pequeño detalle de que La Perla es el nombre de su barrio natal en Puerto Rico. ¿Se cuelan algunas pinceladas o rasgos de personalidad del artista C. Tangana o el actor Jeremy Allen White, por hablar de otras exparejas ilustres? Pudiera ser, a juzgar por esa condición del perla como uno y trino. Pero parece más verosímil que la canción que acapara todos los cotorreos sea la venganza en plato frío frente a Hayami Hana, aquel manifiesto autoexculpatorio con el que el de San Juan intentó formalizar el finiquito con elegancia: “Yo seré muchas cosas, pero nunca infiel. Ella siempre tuvo la clave de mi cel”.

¿Es La Perla una adaptación “a la mexicana” de la celebérrima andanada de Shakira contra Piqué en el estudio de Bizarrap, esa del “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”? Se trata del antecedente más explícito, reciente y vitriólico en este subgénero de canciones femeninas de despecho contra exnovios malos de solemnidad, y parece probable que Rosalía Vila lo tuviera en mente mientras afilaba el lápiz y disparaba contra ese “coleccionista de bras” (otra maldad evidente, en apariencia, contra Alejandro) que merece la consideración de “mayor desastre mundial”. Ahora bien, ¿qué otros monumentos musicales al desamor confluyen en estos 3 minutos y 13 segundos que copan todas las tertulias de sobremesa?

Parece obvio que entre las fuentes de inspiración no debería figurar en ningún caso 50 Ways To Leave Your Lover (Cincuenta maneras de plantar a tu amante), aquella jocosa y envenenada canción de Paul Simon que cumple ahora justo medio siglo. Uno de los detalles más inauditos en la entrevista de Broncano del lunes fue constatar que la autora de Motomami no tenía ni la más remota idea sobre Graceland (1986), el disco sudafricano del cantautor neoyorquino y uno de los álbumes más influyentes del último medio siglo (tampoco le sonaba Mayéutica, el disco de 2021 de Robe Iniesta, por si quieren apuntalar sus argumentos para el estupor melómano). Pero si imaginamos otras influencias más plausibles, surgen estas:

Ese hombre, de Rocío Jurado (1979)

Los hoy denostados boomers (como si uno tuviese la culpa de su año de nacimiento) crecieron con esta diatriba verborreica de la chipionera contra aquel “payaso vanidoso, inconsciente y presumido. / Falso, enano, rencoroso, que no tiene corazón”. Parece difícil igualar semejante retahíla de agravios, pero lo más fascinante de tan memorable desahogo es que la pluma ejecutante estuviera en manos de un varón: don Manuel Alejandro, evidentemente. Da igual lo que el ciudadano Alejandro (Manuel Álvarez-Beigbeder Pérez, a efectos civiles), homenajeado a sus 92 hace menos de dos semanas en la feria bilbaína BIME, piense a título particular: cuando escribía para la Jurado, era la Jurado.

Rata de dos patas, de Paquita la del Barrio (2004)

Ningún posible influjo se ha citado tanto en el ideario de Rosalía como este monumento a la furia contra el machorro indocumentado que la intérprete de rancheras Francisca Viveros Barranda urdió hace 20 años, justo cuando nuestros congéneres de la generación X se encontraban en lo mejor de la vida. Su autor, Manuel Eduardo Toscano, sublimó tanto la iracundia plasmada por Rocío Jurado un cuarto de siglo antes que, a título comparativo, Ese hombre parece una balada tierna y conciliadora. Si quieren una auténtica y genuina descarga de bilis, piensen en expresiones como “Espectro del infierno”, “Maldita sabandija”, “Culebra ponzoñosa” o “Escoria de la vida, adefesio mal hecho”. Hemos intentado superar el listón, pero confesamos, humildes y atribulados, nuestra incapacidad.

I Forgot That You Existed, de Taylor Swift (2019)

El todavía mayor icono femenino del siglo XXI (hasta que nuestra amiga de Sant Esteve Sesrovires la acabe desbancando) ha tenido la habilidad y el cuajo de testimoniar sus avatares amorosos disco a disco, de manera que podemos cerciorarnos de primera mano de cómo le han ido las cosas del querer. Es más: si tienen a algún/a buen/a swiftie en la agenda de contactos, pregúntenle sobre qué futuro sentimental les espera en función de la canción de Taylor que más canturree en la ducha su novio o novia (y aténganse a las consecuencias). La canción que abría en 2019 el disco Lover, el séptimo trabajo de la megaestrella, dista de figurar entre las más conocidas de su catálogo; de hecho, solo la interpretó un par de veces en directo durante la mastodóntica gira The Eras Tour, esa que la acercó en mayo de 2024 hasta el Santiago Bernabéu. Da lo mismo: el olímpico desprecio que transmite ese “Olvidé que existías. / No es amor ni odio, sino solo indiferencia” es el mejor resumen musical que a los mileniales se les ha ocurrido para pegar un sonoro portazo. Tan hábil como siempre, la de Pensilvania convocó como coautores a Louis Bell y Frank Dukes, los cotizados firmantes de Havana (Camila Cabello) o aquel Sucker que marcó el renacimiento de los Jonas Brothers.

I Didn’t Change My Number, de Billie Eilish (2021)

Los ahora ya ubicuos integrantes de la gen Z (hijos del nuevo siglo: envídienlos) han encontrado en esta californiana del 2001 el más inequívoco faro y referente para sus orgullos y frustraciones, así que a ella le encomendamos el gran himno frente a todo el cuñadismo imperante. Y la respuesta es tan sibilina como brillante: en lugar de soltar sapos y culebras, Eilish se limita a constatar que mantiene intacto el mismo número de teléfono de siempre, por dejarle claro a su ex que no responde a sus llamadas porque no le da la realísima gana. Nada de soltar espumarajos por la boca: lo del desprecio y el no aprecio nunca había llegado tan lejos. La verosimilitud es tan descarnada que la letra avisa: “Laura decía que debería ser más agradable…, pero no contigo”. La interpelada no es un personaje de ficción, sino Laura Ramsay, asistente personal de la cantante desde 2019.

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