‘Los Muértimer’: Catalepsia creativa en el cine familiar español
Hay un cine que no teme ofrecer capas, dobles lecturas y una mirada de autor. No es el caso

Por mucho que el título y la sinopsis inviten a pensar lo contrario, Los Muértimer, adaptación libre de las novelas gráficas de Léa Mazé, poco tiene que ver con el estimulante universo visual y narrativo que, según la crítica especializada, ha ido tejiendo la joven historietista francesa en la última década. La película dirigida por Álvaro Fernández Armero prescinde sin disimulo alguno del aspecto más atractivo del material original: su estética deudora de la llamada ligne claire y su atmósfera melancólica. Lo que queda es un producto indistinguible de tantos otros que pueblan el catálogo de una plataforma de streaming cualquiera.
No se trata de demonizar el cine familiar —máxime cuando es uno de los que más espectadores congrega en las salas españolas—, sino de exigirle un mínimo de riesgo, de personalidad, de apuesta formal. Pero, al igual que lleva años sucediendo con la saga Padre no hay más que uno o incluso con la mucho más valiente Voy a pasármelo mejor, Los Muértimer peca de una alarmante homogeneización visual, que parece haberse convertido en la norma de un tipo de cine hecho con plantilla.
La historia nos sitúa en el seno de una familia que regenta una funeraria en un pueblo vizcaíno (ay, aquella Mi chica, dirigida por Howard Zieff en 1991 y también con una hija de las pompas fúnebres, sí que era buena). Entre muertos, leyendas, joyas, catalepsias y una pizca de acoso escolar (apenas apuntado, apenas incomodando), el relato se mueve entre el misterio adolescente y la aventura gótica blanca sin sentido del humor. El resultado, producido por Álex de la Iglesia, se convierte así en una especie de La familia Addams descafeinada, domesticada, desprovista de todo matiz de ambigüedad.
El guion de Jelen Morales, que adapta las historietas de Mazé, se limita a trazar una línea argumental funcional, pero lo que podría haber sido un relato de crecimiento con aristas se diluye en una colección de clichés que incluye, cómo no, al crío marginado con camisa abotonada hasta arriba. La dirección de Fernández Armero, que inauguró los noventa con la generacional, y magnífica, Todo es mentira, y que ahora alterna proyectos audiovisuales personales (Sin vergüenza) con productos de encargo (8 apellidos marroquíes), parece sumido en la resignación. Su puesta en escena avanza en las escenas de diálogo, pero naufraga en la acción y la aventura. Y la interpretación, por su parte, sufre de una falta de cohesión tonal preocupante, alrededor de unos chavales cumplidores: mientras algunos actores adultos optan por el naturalismo, otros parecen sacados de una viñeta, y no precisamente de Mazé.
Tal vez lo más desalentador de Los Muértimer no sea su falta de ambición, sino su condición de paso atrás. Hace más de una década, las dos adaptaciones cinematográficas de Zipi y Zape, aun traicionando vilmente la esencia de Escobar, ofrecían un envoltorio estético más cuidado y una voluntad clara de construcción de universo. Aquí, en cambio, el acabado resulta tan plano como la fotografía digital que lo envuelve, incapaz de dialogar con el naturalismo de los exteriores vascos ni de crear atmósfera alguna. Hay un cine familiar que no teme ofrecer capas, dobles lecturas y una mirada autoral. No es el caso: Los Muértimer parece hecha incluso sin amor por el material de partida.
Los Muértimer
Dirección: Álvaro Fernández Armero.
Intérpretes: Diego Montejo, Iratxe Emparan, Víctor Clavijo, Alexandra Jiménez.
Género: familiar. España, 2025.
Duración: 90 minutos.
Estreno: 14 de agosto.
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