Ir al contenido
_
_
_
_

El auge de los ‘bares de escucha’ en Berlín, santuarios acústicos para “salir del algoritmo”

En la capital alemana y otras ciudades surgen locales como migas, donde se pinchan vinilos con sonido impecable y público en silencio entregado a la música

José Manuel Jiménez Moreno (Joma) pincha en la barra de migas, el 'bar de escucha' que regenta en Berlín, el 24 de julio
Marc Bassets

Medio centenar de personas en un local en Wedding, el barrio multicultural, obrero, gentrificado y algo destartalado en el norte de Berlín. No han venido a bailar, aunque esta ciudad sea la vieja capital del tecno, ni a charlar con los amigos, aunque esta fue en un tiempo, también, la capital de las conversaciones y los cafés. Están en silencio, sentados y absorbidos por el sonido de los altavoces que dominan la sala. Sin prisas ni estrés. Se trata de “salir del algoritmo”, como dice unos minutos antes de la sesión Matteo, el italiano. En breve, Matteo presentará al público Crêuza de mä, el vinilo del cantautor italiano Fabrizio De André que esta noche escucharemos entero. Cara A y B, 35 minutos. De principio a fin, casi religiosamente. “Una experiencia meditativa”, resumirá después uno de los asistentes, un sudafricano que está de visita en Alemania y se identifica como Sky, y añadirá: “Pero compartida”.

Esto es migas: así, en minúscula y en castellano. Y esto es lo que en inglés se llama un listening bar o un bar de escucha, fenómeno en auge en Berlín y otras ciudades globales (los hay en Los Ángeles, en Nueva York, en Barcelona también). El origen es japonés y data de los años cincuenta. Los aficionados se reunían con el único objetivo de escuchar música con equipos de sonido de alta calidad. Luis Feduchi, el arquitecto español afincado en Berlín que ha diseñado el interior de migas, hace un símil con el teatro y el cine. “Si un concierto en vivo tiene cualidades escenográficas, o teatrales, una sesión de escucha se parece más a la experiencia visual del cine”, dice. Esta es la época en la que tenemos a mano toda la música del mundo. En la que la música es a menudo una experiencia individual con los auriculares que nos aíslan mientras nerviosamente pasamos de una canción a otra. La idea del listening bar va a contracorriente de todo esto.

La clientela de migas, bar de alta fidelidad en Berlín, durante la audición de un vinilo del cantautor italiano Fabrizio De André

10 de julio, cinco de la tarde, estreno mundial en migas del nuevo disco del artista islandés Oláfur Arnalds, A Dawning. Aquí están Feduchi y allí, en la barra, José Manuel Jiménez Moreno, o Joma, el madrileño de 37 años que a los 12 ya pinchaba discos, después trabajó durante años en el mundo de las finanzas y las start-ups y un buen día lo dejó todo para crear migas. “Todo empezó preguntándome qué importaba en la vida…”, recuerda Joma, artífice, auténtico ideólogo y hombre orquesta del proyecto. Aquí están también los fans de Arnalds, que grabó este disco con el fallecido artista irlandés Talos. La experiencia es singular: escuchar, nada más. Ni mirar el móvil, ni hablar, ni saltar la canción si no nos atrapa a la primera. “La escucha atenta”, observa el arquitecto, “deriva en pensamientos que van más allá del sonido”. Hay quien cierra los ojos. O dibuja, o escribe. O simplemente se deja atrapar por esta especie de líquido amniótico musical que inunda el local, pecera aislada del bullicio urbano donde se produce una extraña conexión, o “resonancia”, como diría Hartmut Rosa, el filósofo de la “desaceleración”.

De esto van los listening bars, como otras experiencias propias de estos tiempos acelerados e hiperconectados en las sociedades ricas y occidentales: el regreso a lo analógico —el transistor, el libro en papel, la bici—, el lujo de la desconexión. “A mí me gustaba traer a los amigos a casa, cuidarles, cocinarles, compartir momentos, vivir más despacio”, recordaba Joma este jueves en una mesa de migas ante un vermut y unas aceitunas antes de la sesión de escucha de Fabrizio De André. “Yo les pedía que dejaran el móvil a la entrada”, continúa. “Y me di cuenta de que quería más música en mi vida, pero no se me ocurría un lugar donde disfrutar de música que no fuese música electrónica de baile. ¿Por qué no crear un bar donde puedas hablar sin gritar y dónde vivir un poco más despacio y tranquilo?”. Lo inauguró en enero de 2024.

Sky y Sophia, clientes del bar migas, escuchan en silencio el disco 'Crêuza de mä'

Cuenta Luis Feduchi que visitar hace unos años el bar de escucha In Sheep’s Clothing (Con piel del cordero), de Los Ángeles, influyó en su manera de diseñar migas. Resultó decisivo, una vez en marcha el proyecto, que desarrollo en colaboración con un ingeniero de sonido y un carpintero, transformar la barra en el puesto de mando del pinchadiscos y situar por encima un cajón de más de 120 kilos, “un mueble”, describe, “o un altar, o un retablo”, dentro del cual se sitúan “los verdaderos protagonistas, sin los cuales el bar no sería un listening bar”. Es decir, los altavoces. Esto —la barra donde oficia el pinchadiscos y el altar con los altavoces— es lo primero que ve el visitante cuanto entra en el local, y adonde dirigirá su atención durante la escucha. Feduchi recuerda una vez que estaba pinchando el alemán Robert Henke, una de las figuras de renombre que han oficiado detrás de estas barra. “Entré en el bar y casi no reconocía el lugar”, dice. “Nada tenía más importancia que el sonido. Ni bebidas, ni gente, ni arquitectura. Eso no puede ocurrir en un bar normal. Ni siquiera en una discoteca, donde la gente y el baile priman sobre el sonido”.

24 de junio, siete de la tarde, el bar empieza a llenarse. Veinteañeros y treintañeros, hombres y mujeres elegantes, mucho expatriado: la lengua vehicular aquí es el inglés global, como sucede en cada vez más partes de Berlín. Matteo, el maestro de ceremonias esta noche, presenta a Fabrizio De André y Crêuza de mä, su obra maestra de 1984, cantado en dialecto genovés, “un trip al Méditerráneo”, dice, un viaje. Es la música y es el ruido los calles. El silencio en la sala es total. La música es inescapable, lo invade todo, y los oyentes tienen la sensación de que también ellos entran en la música y como por magia los músicos y sus instrumentos están aquí (The New York Times, al reseñar una sesión de escucha de un disco de Carole King en In Sheep’s Clothing, decía: “Mientras escuchaba este disco, digamos que me pareció que conocía a la madre de Carole King”). Hay algo incongruente en la escena; decenas de personas en devoto silencio ante un exótico L.P. de un artista del que la mayoría nunca habían oído hablar. “Vienes a ciegas. Lo tomas tal como es”, dice al final de la sesión Sophia, una sudafricana de Ciudad del Cabo que vive en Berlín, y Sky, su acompañante, describe así la experiencia: “A través de las canciones, nos embarcamos todos en el mismo viaje”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en Berlín y antes lo fue en París y Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_