Portazo trumpista a la lucha contra el calentamiento en vísperas de la cumbre del clima: “El resultado previsto es el colapso”
Tras amenazar a los países con aranceles si apoyaban una tasa ambiental al transporte marítimo, EE UU se desvincula del informe de la ONU sobre las emisiones. António Guterres advierte de la falta de ambición de las naciones


Por si había alguna duda, Estados Unidos ha certificado ante la ONU su portazo a la lucha internacional contra el calentamiento global. La Administración de Donald Trump, que ya había decidido en enero sacar del Acuerdo de París a su país —que emite el 11,1% de todos los gases de efecto invernadero del mundo y es el principal responsable histórico del cambio climático—, se ha desvinculado del informe de Naciones Unidas en el que se evalúa la marcha de la lucha contra el calentamiento. “Estados Unidos no apoya el Informe sobre la Brecha de Emisiones”, ha comunicado a la ONU el Departamento de Estado, el equivalente al Ministerio de Exteriores en EE UU.
En ese informe, publicado este martes, el área de medio ambiente de Naciones Unidas analiza los planes climáticos que le han presentado los países y apunta a un leve avance en el recorte de emisiones. Aunque también advierte de las numerosas incertidumbres existentes, entre otros motivos por la marcha atrás de Estados Unidos. “Con los compromisos actuales, el resultado previsto sigue siendo el colapso climático”, ha resumido António Guterres, secretario general de la ONU, en un discurso difundido a la vez que el informe.
El Departamento de Estado, que dirige Marco Rubio, ha exigido a Naciones Unidas que ese documento recogiera de forma textual una declaración en la que este país se desvincula del informe y del Acuerdo de París. “La política de Estados Unidos es que los acuerdos internacionales sobre el medio ambiente no deben ser una carga indebida o injusta para los Estados Unidos”, dice ese texto del Gobierno de Trump.
Ese mismo argumento fue el que empleó la Administración republicana hace menos de un mes ante la Organización Marítima Internacional (OMI), también de la ONU. Justo antes de que comenzaran las negociaciones para establecer un impuesto global a las emisiones de dióxido de carbono del transporte marítimo internacional, el Departamento de Estado difundió un amenazante comunicado en el que reafirmaba que “Estados Unidos no aceptará ningún acuerdo ambiental internacional que imponga una carga indebida o injusta a Estados Unidos o que perjudique los intereses del pueblo estadounidense”.
El escrito iba dirigido directamente a los países que tenían que negociar ese impuesto e incluía una larga lista de las represalias a las que se exponían “las naciones que apoyan este impuesto global al carbono”. Entre ellas, “el posible bloqueo de buques registrados en esos países en puertos estadounidenses”; “sanciones comerciales derivadas de contratos del Gobierno de EE UU”; “tarifas portuarias adicionales a los buques propiedad de, operados por o con pabellón de países que apoyan” el impuesto; y “sanciones a funcionarios que patrocinan políticas climáticas impulsadas por activistas que perjudicarían a los consumidores estadounidenses”.
En su primer mandato, Trump ya sacó a su país del Acuerdo de París. Abogó entonces por negociar un nuevo pacto climático porque entendía que ese tratado les perjudicaba. Pero no hubo tal renegociación, ningún otro país siguió los pasos de Trump y, tras volver los demócratas a la Casa Blanca en 2021, la principal potencia del mundo se reenganchó a la lucha contra el cambio climático.
Trump sacó de nuevo a EE UU del pacto en enero de este año, tras regresar a la Casa Blanca. Pero la situación ahora es más complicada que hace cuatro años. Porque, a pesar de que los impactos del cambio climático cada vez son más evidentes en cualquier rincón del mundo, el avance de los populismos conservadores está haciendo retroceder las políticas contra el calentamiento.
Aunque ningún país ha seguido hasta ahora los pasos de EE UU y ha abandonado el Acuerdo de París, lo que sí se está viviendo es un frenazo de su cumplimiento, como se recoge precisamente en el informe de la ONU que se presenta este martes. El pacto establece como meta general que el calentamiento global no debería rebasar los 2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales. Y, en la medida de lo posible, quedarse por debajo de los 1,5. Para lograrlo, los 200 países firmantes deben presentar planes de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, conocidos como NDC (siglas en inglés de Contribución Determinada a Nivel Nacional).
La tercera ronda de estos planes de reducción, con objetivos de recorte de emisiones hasta 2035, se tendría que haber completado este año. Pero tan solo 60 naciones —menos de un tercio de los firmantes del Acuerdo de París— lo han hecho hasta ahora, o han anunciado objetivos más o menos concretos. Es un nivel de cumplimiento bajísimo, y supone un buen indicador de lo que está ocurriendo con la lucha internacional contra el cambio climático, uno de los referentes del multilateralismo en las últimas décadas.
Esos 60 países, según los cálculos del área de medio ambiente de la ONU, acumulan el 63% de las emisiones mundiales en 2024. Entre esas naciones con NDC presentadas o anunciadas están China (el primer emisor mundial con el 29,2%), Brasil (2,44%) y Rusia (4,84%). Los autores del informe incluyen también a la UE (5,95%), que aunque no ha presentado a tiempo su plan climático, sí ha anunciado una horquilla de recorte de sus gases para 2035. Los 27 están todavía este martes intentando cerrar un acuerdo conjunto en Bruselas.
Una vez sumados todos los planes con los objetivos de recorte de los 60 países, el informe de la ONU concluye que su plena implementación llevaría a una reducción de las emisiones mundiales en 2035 del 15% tomando como referencia los niveles de 2019. Pero hay un problema: dentro de esos cálculos está incluida la NDC que presentó el Gobierno de Joe Biden justo antes de marcharse, que proponía fuertes recortes de sus gases.
“Todavía se prevé que las emisiones de gases de efecto invernadero de los EE UU disminuyan, pero significativamente menos de lo proyectado antes de los recientes cambios de política”, señala a EL PAÍS Anne Olhoff, la experta que ha coordinado el informe, que recoge las implicaciones del portazo estadounidense. Al descontar su plan de recorte, la ONU calcula que las emisiones globales caerán un 11% para 2035, y no el 15% mencionado. En cualquier caso, el informe advierte: “Son mucho menores que las reducciones del 35% y el 55% necesarias para alinearse con las vías de los 2 grados Celsius y los 1,5 grados, respectivamente”.
De hecho, los cálculos de los autores del informe apuntan a que si se aplicaran todas las NDC presentadas, el calentamiento alcanzará entre 2,3 y 2,5 grados de media, lejos de los niveles de seguridad establecidos en el pacto parisino de la mano de la ciencia. Según la ONU, hay una ligera mejora respecto a los planes anteriores. Pero deja “al mundo en camino de una grave escalada de riesgos y daños climáticos”. Guterres ha recordado que los científicos consideran ya “inevitable que el aumento de la temperatura global exceda por un tiempo los 1,5 grados, como muy tarde a partir de principios de la década de 2030″. “Las naciones siguen lejos de cumplir el objetivo del Acuerdo de París”, advierte Naciones Unidas, que señala en el estudio que solo se podría volver atrás por medio de inciertas técnicas de absorción de emisiones de la atmósfera.
“Las naciones han tenido tres intentos de cumplir con las promesas hechas en virtud del Acuerdo de París, y no han dado en la diana”, ha señalado a través de un comunicado Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en referencia a las tres rondas de NDC desde que se firmó el gran pacto climático en 2015 en la capital francesa. “Si bien los planes climáticos nacionales han logrado algunos avances, están lejos de ser lo suficientemente rápidos, por lo que todavía necesitamos reducciones de emisiones sin precedentes en un período de tiempo cada vez más corto, con un panorama geopolítico cada vez más desafiante”, ha avisado Andersen.
Pero Guterres ha resaltado también que existen alternativas para evitar ese “colapso climático” y que ya están disponibles en muchos casos. “Es preciso que haya un aumento masivo de las energías renovables y la adaptación, respaldado por un aluvión de fondos destinados a los países en desarrollo”, ha resumido el secretario general de la ONU. Y ha añadido: “las energías renovables van a la vanguardia de esa transformación y están reescribiendo las reglas energéticas. Los costos están bajando. Las inversiones están aumentando”.
“Nuestro norte siguen siendo los 1,5 grados”
Mantener vivo el objetivo de que no se supere los 1,5 grados Celsius de calentamiento respecto a los niveles preindustriales sigue siendo la prioridad en la lucha climática. “Nuestro norte siguen siendo los 1,5 grados para finales de siglo. Y los datos científicos son claros: esa meta todavía es asequible, pero solo si aumentamos considerablemente nuestro nivel de ambición”, ha señalado António Guterres. Los científicos dan por hecho que ese límite se va a superar durante la próxima década de forma estable y no puntualmente, como ocurrió en 2024. A lo que se aspira es a que esa superación sea “por la menor cantidad y el menor tiempo posibles”, según ha recalcado Guterres. Para lograr eso, por un lado, se requieren técnicas de retirada del dióxido de carbono de la atmósfera, que son bastante inciertas en este momento. También, recortar lo antes posible las emisiones de metano. Pero, sobre todo, “hay que lograr que las emisiones globales alcancen su punto máximo de inmediato” y “acelerar la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables”, ha recordado este martes el secretario general de la ONU.
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