Llamarada africana en Sicilia: puede batir su récord de calor europeo de 48,8 grados
Una inédita ola de calor para el mes de julio dispara los termómetros en la isla italiana y los expertos avisan de que puede superarse la marca registrada en agosto de 2021… ahora o el mes que viene


Catania está envuelta en una neblina blanca, que borra el horizonte en el mar, como si la tierra se estuviera evaporando, al llegar al aeropuerto a las diez de la mañana de este martes. El termómetro marca ya 35 grados, pero eso no es nada con lo que se espera, o más bien se teme, a lo largo del día: que Sicilia supere su propia marca de calor, que es el récord europeo, los 48,8 grados registrados el 11 de agosto de 2021 en Floridia, un pequeño pueblo a 65 kilómetros de Catania, en la provincia de Siracusa (al día siguiente también se alcanzó la máxima histórica española, 47,6 en La Rambla, Córdoba). En aquel entonces los diarios ya titularon “El infierno está en Sicilia” y cosas así, pero los servicios meteorológicos italianos han avisado de que quizá esta semana haya que inventar nuevas hipérboles, pues una ola de calor amenaza con batir el récord. De momento, se maneja la metáfora “llamarada africana”, debido a los vientos tórridos que vienen de ese continente, responsables del aumento de temperaturas. En términos más técnicos, un anticiclón subtropical. Durará hasta el sábado.
Este lunes ya se registraron 41,8 grados y este martes se esperaba un pico de hasta 47 en la misma zona de 2021, el triángulo entre Catania, Siracusa y Caltanisetta, el corazón de la Sicilia oriental y uno de los lugares más bellos de Italia. Este martes en los pueblos de la zona no se hablaba de otra cosa, del calor, y estaban pendientes de cuál sería la máxima. Rumbo a Floridia, el lugar del récord europeo, el termómetro del coche sube a saltos a medida que uno se aleja de la costa y entra en los campos amarillos y abrasados de la Sicilia interior, rotos en profundos barrancos por siglos de terremotos. Se alternan con campos de naranjos y limones.
La pantalla electrónica en forma de cruz de la farmacia Brunetto, cercana a la plaza principal, marca a mediodía 43 grados. Al entrar, Elio Morale, que despacha en el mostrador, sonríe y llama a su compañero: “¿Qué te decía? Ya está aquí el primer periodista extranjero”. Resulta que la cruz luminosa de su farmacia es famosa, porque es la única del pueblo que señala bien la temperatura, porque está a la sombra, y ahí apareció en 2021 la marca mundial (que en todo caso no fue certificada hasta 2024 por la Organización Meteorológica Mundial). Él le hace fotos estos días al letrero y las cuelga en Facebook. No cree que este martes se supere la máxima, “pero tranquilamente llegaremos a los 46”. “Yo noto cuando la temperatura no empieza a ser normal cuando me arden las pupilas y no puedes ni ir en bici”, explica. “Hoy ya he dicho que no vuelvo a casa a comer”.
Hablando con la gente del pueblo en el Bar Piperito y el Bar Centrale todo el mundo viene a decir lo mismo: “Estamos acostumbrados”. Se vive con cierto fatalismo o sin dramatismo, según se mire. Dicen que en Sicilia siempre ha hecho mucho calor en verano, que en las noches calurosas se dormía en el suelo, que estaba más fresquito, o en el balcón, pero lo que ha cambiado todo es el aire acondicionado. Ahora no se puede vivir sin él, aunque eso tenga un precio: la factura de la luz, que en Italia es más cara que en España, se dispara a unos 300 o 400 euros al mes. Y en los locales comerciales, aún más, a 600, 700 euros. Al volver al coche, a las 12.40, el termómetro señala 51 grados, que no es fiable porque estaba al sol, pero causa una cierta impresión.
En las provincias de Catania, Siracusa y Enna, las más afectadas, las autoridades han abierto refugios climáticos durante las horas más cálidas, entre las 11.00 y las 18.00. A esa hora no hay pájaros, el campo está en silencio. En casi ningún pueblo hay parques o arbolado.
Desde junio en Sicilia, como en otras regiones del sur del país, está prohibido trabajar al aire libre entre las 12.30 y las 16.00 en las fases de calor extremo. Vagando con el coche de pueblo en pueblo, los campos están vacíos, los invernaderos desiertos, las obras paradas. A partir de la una los municipios se vacían, todo el mundo se encierra en casa y no hay un alma hasta pasadas las cinco de la tarde. Todo cerrado, son pueblos fantasma.
Se pasa por cada localidad buscando el veredicto de las cruces verdes de las farmacias. La de Villasmundos, a las 13.15 marca 44 grados. Está en la ruta a Francofonte, que el lunes tuvo una de las máximas de Sicilia (41,2) y a las seis de la mañana del martes soportaba nada menos que 36,2 grados. “Sí, hacía un calor que no es normal. Yo abro el bar a las tres y media de la mañana, porque viene a desayunar la gente que va a recoger la uva, y ya hacía calor”, cuenta el dueño del Bar Royal, uno de los pocos abiertos. Se va al campo de noche y se vuelve hacia las diez y media, porque más allá es imposible trabajar bajo el sol. En el bar está uno de los chicos del pueblo que ha ido a cosechar. Muestra su móvil con la imagen del termómetro del invernadero a las 9.40 de la mañana: 43 grados. “Y fuera hacía 40. Ahora allí no te puedes acercar, es un horno”, asegura.
Última parada en Catenanuova, otro de los pueblos más calurosos de Europa, que ya en agosto de 1999 registró 48,5 grados. El lunes, al caer el sol, aún se vivía a 38 grados. A las cuatro de la tarde en el bar “Baggiano Bros (come y vive)” solo está el dueño, aburrido, pero porque lleva el estanco de enfrente y está esperando a un técnico que le arregle una avería. En este municipio hay un problema añadido: el agua. Es una lacra crónica en algunas zonas de Sicilia, por la sequía, pero sobre todo por una desastrosa red hídrica, donde más de la mitad del agua (el 56%) se pierde por el camino, y por una gestión política igualmente catastrófica durante décadas, con embalses inacabados. De 47 presas, 26 están fuera de servicio o funcionan con limitaciones, en muchas se suelta el agua, se desperdicia en el mar, para evitar problemas de seguridad. El alcalde de Catenanuova, según ha explicado a los medios, considera casi un logro tener agua cada dos días, porque en otros sitios es peor y aquí llega el acueducto de la falda del Etna. El suministro está racionado: solo hay agua por la noche, unas horas, hasta el alba. Los vecinos se dan una ducha por la mañana y otra por la noche. El resto del día, para beber agua embotellada. Las dos fuentes del pueblo están secas. “Y aun así la provincia de Enna es famosa porque tiene la factura del agua más cara de Italia “, se lamenta el propietario del bar. Pagan una media de 760 euros al año, cuatro veces más que en Milán.
En Italia se habla cada vez más del tiempo, como en España y toda Europa, y esta semana el contraste de la locura climática es evidente: mientras Sicilia es un horno, en el norte del país hay temporales e inundaciones. Es verdad que de Turín a Reggio Calabria hay más de 1.300 kilómetros y Sicilia ya está frente a África, pero cuando dan el tiempo en la tele se va de un extremo a otro en la misma noticia, en el mismo país. A última hora de la tarde, el SIAS (Servicio Informativo Agrometeorológico Siciliano) confirma que por esta vez no hay nuevo récord: al final la máxima del martes se alcanzó en Paternò, a media hora de Catania: 45,7 grados. Francofonte quedó segunda, con 44,5. En Floridia, llamando por teléfono a la farmacia a última hora de la tarde, informan que han llegado a 45. Sin embargo, todavía queda mucho verano y aún no ha llegado agosto.
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