Ernest Hemingway terminó con su vida buscándole seis dedos al gato
El escritor norteamericano adoptaba gatos, sobre todo si eran polidáctilos y tenían la rareza genética de haber nacido con un dedo de más


Ernest Hemingway fue un hombre contradictorio, como lo son los hombres de genio. De su experiencia vital cabe destacar su pasión por la cinegética, tal y como nos muestra en Verdes colinas de África, su libro dedicado a la caza; un reportaje de largo aliento que acaba de ser reeditado por Lumen con traducción de Damián Alou.
Para justificar su empeño en cobrarse una pieza, Hemingway argumentaba que había que evitar las “muertes ornamentales”, nada de matar gratuitamente “excepto cuando el deseo de cobrar la pieza sea mayor que el deseo de no matarla”. De esta manera, rozando la metafísica con ayuda del deseo como categoría literaria, Hemingway justifica su actividad; acredita sus disparos para abatir antílopes de gran tamaño cuya cornamenta retorcida se convierte en un trofeo de caza a exhibir en los salones de la época. Hablamos de mediados de los años treinta, cuando fue publicado este libro donde se condensa todo el imaginario de uno de los mejores autores norteamericanos del siglo pasado; un hombre paradójico que trascendió las fronteras de la literatura.
Para que la personalidad de Hemingway sea completada, queda su amor por los animales que lo acompañaron: nueve perros, la vaca, el búho americano y la montonera de gatos que el escritor adoptaba, sobre todo si eran polidáctilos, es decir, gatos que, debido a una curiosa mutación genética, tienen un dedo de más. Para quien no lo sepa, los gatos suelen tener cinco dedos en las patas delanteras y cuatro en las traseras, pero los polidáctilos tienen —por lo menos— seis dedos en alguna de sus patas; es poco común que un gato sea polidáctilo de todas sus patas.
La polidactilia es una mutación genética hereditaria. Para que un gato nazca con “manoplas” en alguna de sus patas, sólo se requiere una mínima secuencia genética en determinada región cromosómica de cualquiera de los progenitores. En el caso de los gatos de Hemingway se sabe que el primero de todos fue una gata, regalo de su amigo Harold Stanley, capitán de barco que apreciaba esta rareza, ya que, los gatos polidáctilos son los mejores cazadores de ratones debido a la estabilidad adquirida con su anomalía y que mejora su equilibrio a la hora de atrapar su presa a bordo de un barco.
La gata fue bautizada como Snowball y bien puede decirse que los gatos que ahora viven en la antigua casa de Hemingway en Cayo Hueso —hoy museo— son sucesores directos de esta primera gata. Generaciones de gatas y gatos con esta curiosa característica han ido ocupando la casa del escritor en los cayos de Florida; una imagen que, convertida en figura literaria, nos lleva a identificar la rareza de estos felinos con la desproporción vital que mantuvo Hemingway con el mundo que lo rodeaba.
Hemingway cazaba porque era capaz de matar lo que más amaba, incluyendo su propia vida, como demostró la mañana del 2 de julio de 1961 cuando, para desayunar, se ajustó el cañón de su escopeta a la boca y apretó el gatillo.
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