¿Puede una epidemia llegar a convertirse en una enfermedad social?
A principios de los años treinta, Christopher Isherwood escribió ‘Goodbye to Berlin’, una colección de relatos relacionados entre sí donde intuye la catástrofe que se avecina en Europa


El libro de Christopher Isherwood salió publicado en castellano bajo el título de Adiós a Berlín, y fue traducido por Jaime Gil de Biedma bajo la tutela del editor Mario Muchnik. En sus páginas se percibe la llegada del nazismo con toda su parafernalia, su terror e ideario. Pero vamos a situarnos.
Porque la historia que hoy traemos hasta aquí tiene que ver con la catástrofe que supuso el nazismo y arranca mucho antes de su aparición, un 6 de julio de 1885, cuando Joseph Meister —niño de 9 años— fue mordido hasta los huesos por un perro rabioso al que antes había provocado con un palo. Con este cuadro, el niño fue llevado hasta un pequeño laboratorio parisino situado en la calle Ulm para ser curado por el doctor Louis Pasteur que fue quien lo atendió. Y en su diario apuntaría:
“Gravemente mordido en el dedo índice de la mano derecha, en los muslos y en la pierna por el mismo perro rabioso que destrozó sus pantalones, le tiró al suelo y le hubiera devorado si no hubiera sido por la llegada de un albañil armado con dos barras de hierro que le abatió”.
Por aquel entonces, Pasteur llevaba tiempo trabajando en el desarrollo de una vacuna experimental contra la rabia y, hasta el momento, sólo la había probado en roedores, perros y conejos. Pero como el virus avanzaba por el cuerpo de aquel niño, Pasteur decidió intentarlo antes de que comenzase a replicarse en el sistema nervioso. El tratamiento duró 10 días y fue inoculado “bajo un pliegue de la piel con media jeringa de médula espinal de un conejo, que había muerto de rabia”, según escribió el mismo Pasteur en su diario. El resultado fue positivo y aquella decisión le dio a Pasteur las garantías suficientes como científico para poner en marcha el famoso Instituto que llevaría su nombre.
Cuando, años más tarde, los alemanes entraron en París desfilando al compás de la Marcha de San Lorenzo y llegaron al Instituto Pasteur, se encontraron en la puerta con la resistencia de un hombre de 64 años. Ese hombre no era otro que Joseph Meister quien acabó su vida como portero del citado instituto y que, no pudiendo impedir la entrada de los oficiales nazis, decidió terminar con su propia vida un 24 de junio de 1940. Lo hizo con su revólver; eso es lo que cuentan, aunque su decisión se debió a la suma de otras causas provocadas por el clima que se vivía en París con la llegada del nazismo. Según la leyenda, cinco años después, el 30 de abril de 1945, un Adolf Hitler asediado se metió el cañón de su pistola en la boca y apretó el gatillo.
Pero ni con esas el nazismo ha sido arrancado de cuajo; su raíz sigue latiendo y se manifiesta en momentos de crisis económica. Al igual que la relación entre los seres humanos y los organismos patógenos forma parte de nuestra evolución, la relación entre el idealismo político y las crisis económicas forma parte de nuestra historia más reciente.
Y como simetría para toda esta relación de azares cabe apuntar aquí que, bajo el microscopio, la partícula del virus de la rabia (del género Lyssavirus) tiene la forma de una bala, igual a esa otra bala de rabia que partió Europa en dos mitades y que Christopher Isherwood alcanzó a ver antes de ser disparada.
El hacha de piedraes una sección dondeMontero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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