¿Tienen música nuestros huesos?
El llamado “hueso de la música” denomina en realidad a un nervio del brazo, que también es conocido como “hueso de la risa”


Clint Eastwood adaptó con acierto Mystic River (Salamandra), la novela donde Dennis Lehane presenta una historia de perdedores al más puro estilo norteamericano. Se trata de una ficción donde la realidad golpea sin concesiones. Es lo que tiene Dennis Lehane, que sabe manejar las escenas con una maestría que solo se aprende si se viven de cerca.
Sin ir más lejos, en una de ellas, la sangre salpica las ropas de un hombre, lo que lleva a su esposa a recordar un capítulo de su vida, de cuando era más joven y tuvo una caída tonta sobre una botella rota y se atravesó las arterias de la mano con un trozo de cristal. Fue lo más parecido al “típico hormigueo en el codo de cuando te das un golpe en el hueso de la música”.
Al igual que ocurre con la denominación “tabaquera anatómica” —que desplazó a la de “fosa radial”— la denominación “hueso de la música” vino a desplazar a la de “nervio cubital”. Porque hay veces que los nombres científicos pasan a un segundo plano, siendo arrinconados por el nombre popular, y esta es una de esas veces. Lo que sucede es que el hueso de la música no viene a denominar un hueso, sino un nervio del brazo. Y por si fuera poco, este nervio también va a ser conocido como “hueso de la risa”.
Para quien no lo sepa, dicho nervio es uno de los principales que tenemos en el brazo; los otros dos son el radial y el mediano. Pero es en el interior del codo, justo en el sitio que hay debajo del hueso llamado epicóndilo medial, donde se localiza el cosquilleo que viaja hasta los dedos cada vez que nos golpeamos. Esto es debido a la presión que se ejerce sobre el nervio cubital y, la verdad, no tiene pizca de gracia.
Existen algunas hipótesis respecto a la denominación. Una de ellas es un tanto rebuscada y apunta al húmero, humerus, por ser el hueso del brazo en cuyo extremo se encuentra el citado epicóndilo medial y que, debido a su relación fonética con la palabra humorous o humoroso, nos lleva hasta la denominación “hueso de la risa”. La verdad es que tal posibilidad resulta demasiado artificiosa. Por lo mismo, lo de “hueso de la música” resulta más propio, ya que, la música es una vibración que genera una onda sonora y los golpes que presionan el nervio cubital provocan también una vibración, un hormigueo que se traslada hasta la mano.
Con todo, si hay un hueso musical en nuestra anatomía, ese hueso se encuentra entre nuestro pie y la rodilla y se trata de la tibia, cuya etimología nos remite a su origen en latín y que hace referencia al instrumento musical de viento semejante al oboe que conocemos como aulós, de sonido penetrante y chillón, utilizado en las fiestas de la Antigua Grecia.
En esta relación entre música y huesos es posible llegar hasta la URSS de los años 60, cuando el rock estaba prohibido y la música se grababa de manera clandestina sobre radiografías recicladas. Aunque las láminas de acetato no tenían la misma fidelidad que la prensa del vinilo, era la única manera de mover la pelvis a ritmo de rock´n roll. Sin duda, los huesos alcanzaban su música gracias a la figura retórica conseguida por la radiografía.
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